Ayer falleció Ana Maria Matute. Excepcional escritora de la generación de mi padre. Escribía con una facilidad asombrosa, concisa, sin adornos, transparente, poética. Una gran narradora de historias. Un referente.
"Era un día muy caluroso del mes que agosta la hierba y los trigales alcanzan su punto más maduro. El cielo, sin apenas nubes, estallaba en una luz casi dolorosa y se apoderaba de todo cuanto alcanzaba su mirada. Parecía que el sol jamás llegaría a hundirse en el horizonte.
Aquellas eran tierras de inviernos largos y crudos. El frío se hacía casi insoportable y, sin embargo, el verano se convertía en una inmensa ascua. Al cabo de un largo trecho de camino, cuando el sol se presentaba como soberano absoluto y abrasaba cuanto alcanzaba, a Orso le flaquearon las fuerzas. Pero había algo en su entorno que le devolvió a un tiempo añorado. Por fin, como un sueño lejano y casi olvidado, reaparecieron los bosques de su tierra: umbríos y resplandecientes. Y al espolear su montura para entrar en ellos y perderse en su espesura, una luz intensa se adueñó de él. Vaciló su caballo y a punto estuvo de caer".
(De 'Aranmanoth')
"No puedo recordar como sucedió, pero estábamos los dos sobre lo que, de tratarse de una ventana corriente, hubiera sido el alféizar. Sentados muy juntos, sobre el vacío, casi dentro del cielo que iba apagándose donde aún no había llegado la noche, pero si la oscuridad - la conocida 'luz de la oscuridad' que venía desde el lejano cuarto oscuro -. Iban apareciendo, espaciadas y lejanísimas estrellas, guiños de una luz enigmática y atrayente como un imán. Todavía no entiendo, recordándolo, como no nos caímos de allí, ni como habíamos llegado. El Ángel de la Guarda existe.
Me acarició la cabeza, con mucho cuidado. Como si temiera hacerme daño. Su voz me recordó entonces a cuando dijo que iríamos a Rostov a oir campanas, 'conciertos de campanas'. Y en el aire, a través de aquella ventana sin límites que llevaba al firmamento creí oir lejanísimos tañidos. Tenían la misma cadencia, el mismo ritmo de cuando él canturreaba: 'Ve, ven, ven...'. Entonces, como un relámpago, volvió el vértigo. Pero fué un segundo que nunca olvidaré".
(De 'Paraiso Inhabitado')
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