17 noviembre 2013

LA SENDA DE LOS ELEFANTES


Las frondosas copas de los selváticos árboles apenas dejan pasar la luz solar. El clima es cálido y húmedo, pegajoso, oprimente, casi irrespirable; me muevo con dificultad, llevado por el instinto ancestral de los de mi especie, consciente de estar recorriendo el mismo camino que muchos otros han seguido anteriormente. Oigo los sonidos entrelazados, zumbidos agudos, mugidos graves, aullidos chillones, cantos monótonos, gruñidos cortos, algunos de ellos, en ocasiones, sostenidos guturalmente, que provienen de la diversidad que puebla el hábitat que a duras penas voy atravesando. No levanto la vista, no es necesario, reconozco perfectamente esos sonidos y los identifico con todas y cada una de las criaturas que los emiten; tengo mucha experiencia, adquirida a lo largo de una ya extensa vida, y me siento cansado, muy cansado...
A mi mente acuden muchos recuerdos, muchas experiencias: pienso en todos aquellos que conocí, que traté, que de algún modo me ayudaron o guiaron. Muchos ya no están, cuestión ésta que todos aceptamos mal, justificando su ausencia con la consabida resignación y la tan manida frase "es ley de vida", aunque tal vez debería emplearse con más propiedad y sentido la frase "es ley de muerte". Acompañado por los recuerdos, en mi conscientemente buscada soledad, pues este recorrido debo hacerlo en solitario, camino a paso cansino, con una lentitud que puede aparentar ser exasperante, pero que es acorde con mis actuales circunstancias. Concentrado en la marcha, avanzo abstraído y atraído por una poderosa llamada, que no me es posible ignorar.
Aparto las ramas y el follaje con mi probóscide, no me detengo a paladear los frutos y bayas, ya no dispongo de mucho tiempo. Ignoro incluso los infrasonidos peligrosos que detecto, esos que me ponen sobre aviso de la cercanía de algún depredador, pero sé perfectamente que debo proseguir la marcha, cumplir con mi cometido y pienso que el propio movimiento, constante, es el mejor antídoto contra el miedo y también la mejor defensa ante mis enemigos naturales, que esperan pacientes mi agotamiento. Con la cabeza baja, la mirada fija y decidida hacia el suelo, recorro la senda milenaria, de tiempos insondados, casi eternos...
He vivido, he sobrevivido al "must", la naturaleza me hizo fuerte pero no agresivo; me he comportado como un animal social, relacionándome con los de mi especie, integrándome en grupos, aunque también he podido relacionarme con otras, en equilibrio: la naturaleza es sabia y da recursos para todos, si la respetamos. Lo de "elephas maximus" me parece un tanto excesivo y creo que es tan solo una etiqueta, pues soy muy consciente de que mis antecesores eran de mayor tamaño y disfrutaron de mayores áreas en las que vivir y desarrollarse; el hábitat de todas las especies mengua de forma irremisible bajo la nefasta influencia de aquellos que se autoproclamaron "reyes de la creación", y que impusieron ese ridículo nombre latino a los de mi especie, empleando su persistente ánimo de catalogación, ¡son tan simples!. En nuestro planeta se está dando la paradoja de que aquellos que más evolucionaron son precisamente los que más nos están poniendo en peligro, incluídos ellos mismos: desde ese punto de vista la evolución, lejos de ayudarnos, nos está perjudicando gravemente.
Me siento débil, el esfuerzo me agota, pero por fortuna una creciente y progresiva intensidad lumínica presagia que ya me encuentro cerca del final de mi camino; la senda bajo la selva se ensancha y la superficie arbolada, que los romanos denominaron "silva", va clareando, dejando tras de si, poco a poco a la vista, un pequeño valle rodeado de verdes montañas. Mi instinto para seguir el rastro, las huellas de mis antecesores, me han guiado hasta aqui. Penetro en el valle con decisión y satisfacción, al tiempo que me van invadiendo sentimientos contrapuestos, sobrevolados por la emoción contenida y una profunda alegría...
Acaricio las osamentas, los esqueletos de mis congéneres, de aquellos que me han precedido: me identifico con ellos, "soy" uno de ellos, siempre lo he sido, jamás he abandonado ese convencimiento. Algunos, muy pocos, han llegado recientemente, sus caídos y abandonados corpachones todavía están siendo aprovechados por los carroñeros: la naturaleza también es "utilitaria" y reparte a cada actor su papel. Alzo la vista y distingo el vuelo concéntrico de los buitres, a la espera de su turno. Pienso dedicarme a recorrer pacientemente el cementerio, como homenaje a todos los que aquí se encuentran, hasta que las fuerzas me abandonen definitivamente; lo siento como un deber, como una obligación, pero también deseo hacerlo, consciente de que al mismo tiempo que lo llevo a cabo, doy ejemplo, como lo han hecho mis antecesores: no soy más que un eslabón de esta cadena y muchos otros vendrán tras de mi.
Tras el largo y penoso camino he alcanzado el fin de ciclo y estoy muy orgulloso y feliz por ello. Tengo claro que habrá otra vida después de esta vida, debo reciclarme: no necesito añadir más, espero que el mensaje sea comprendido...quizá tan solo debería añadir que mi preferencia hubiese sido otra, que me hubiese gustado haber realizado el trayecto trompa con trompa con mi compañera, pero los hados no fueron propicios en esta ocasión.

(...Y en el momento de expirar, el agotado, pero feliz elefante blanco barruntó con todas las fuerzas que le quedaban:  ¡Game over!.).
ooOoo
No te preocupes que todas las trompas acaban pasando, y al final siempre apareces en cama, o cerca de ella. Pero por Dios, deja de beber que nos haces sufrir a todos.....
AdoAdo

SENTIR ESPAÑA


Viajar por los pueblos de España es una actividad que me atrae cada vez más, para fastidio de mi querida esposa; lo hago con el ánimo opuesto a aquellos que hablan de esos pueblos, aldeas, ciudades, parajes naturales y monumentos como si les pertenecieran. A menudo se pronuncian frases grandilocuentes, acuñadas en tiempos retrógrados, que incluyen las palabras "patria", "nación" o "España", con un evidente tufo de posesión o propiedad, que resulta excluyente para los que no piensan igual que los que las manifiestan. Sentir España es para mi disfrutar viajando y conociendo, sintiéndome partícipe como ciudadano del derecho a acceder a una cultura identitaria de la que formo parte, pero nunca en exclusividad: ese espacio físico, político, histórico y cultural que llamamos España se forjó a lo largo de siglos con la mezcla de muchas culturas, y a todos pertenece: es responsabilidad de todos conservar ese legado para generaciones futuras.
Hace pocas fechas hicimos un periplo por una parte de Castilla y León, que es como decir viajar por el germen o la quintaesencia de la España que hoy conocemos, idioma incluído. No fué por casualidad que revisitasemos una cueva prehistórica de enterramientos datada en los albores de la edad del cobre, o calcolítico, simplemente para mostrar a nuestros acompañantes dos cuestiones clave: el recordatorio del surgimiento del "homo sapiens sapiens" en África (por tanto la humanidad entera tiene sus raíces y antecedentes en ese continente), y la idea de transcendencia, de creencia en el más allá o en una vida tras la estancia en la Tierra, que dió lugar a los enterramientos, aunque estos se realizasen en unos simples hoyos dentro de una cueva.
La historia de la humanidad siempre ha estado relacionada con las migraciones y así, el territorio visitado durante nuestras vacaciones fué poblado en la edad del hierro por tribus celtas indoeuropeas (vacceos, vetones, lusitanos, arévacos...) hasta la irrupción de Roma en la península, época de la que datan también las primeras evidencias de cultura hebráica. Tras la caída de Roma se produjeron las invasiones de suevos, vándalos y alanos, empujados a su vez por la invasión oriental de los hunos en sus territorios. Siguió a partir del siglo V la invasión de los visigodos, otro pueblo germánico oriental, que ocupó toda la península, para finalmente ser derrotados a inicios del siglo VIII por una nueva cultura, esta vez proveniente de África y Asia (los árabes), en una expansión que incluía o incorporaba la religión del Islam, que había nacido a mediados del siglo anterior. El período de la ocupación musulmana duró casi ocho siglos y en ella convivieron judíos, árabes y los anteriores habitantes de la península (que ya estaban bastante mezclados, según vimos).
Hablar, por tanto, de España es hablar de cruce de culturas, algo que a muchos se le atraganta, pero así ha sido y esa es la riqueza de la cultura peninsular. Algunos de nuestros tesoros más representativos, como la Alhambra (al-flamra, "la roja" en alusión a su colorido), la Mezquita de Córdoba (en cuyo interior se construyó, afeándola, la catedral cristiana), o las torres almohades de Sevilla son obra de civilizaciones que para muchos siguen considerándose "extranjeras". En nuestra historia, desde las culturas castrexas hasta el ingente legado de Roma (puentes, acueductos, teatros, murallas defensivas, mosaicos...), desde el arte mozárabe hasta el mudéjar, desde las bellas y proporcionadas obras califales hasta la exquisitez nazarí, desde el recogimiento del románico hasta la elevación del gótico, desde la vuelta a los clásicos del renacimiento (pasando por "nuestro" plateresco) hasta el "horror vacui" del Barroco y el Rococó, la impregnación de las distintas culturas resulta evidente. Castillos, palacios, monasterios, iglesias, catedrales, sinagogas, mezquitas...nos recuerdan esa historia.
Y con el ánimo de enriquecernos de esas culturas hemos viajado por páramos y vegas, por pueblos y ciudades, por parajes naturales y bellas construcciones. Hemos disfrutado del arte y la gastronomía y nos hemos zambullido en la historia, al tiempo que hemos descansado del ritmo vertiginoso de nuestras vidas. Y lo hemos hecho en España, en esa España tan ricamente diversa, poblada por ciudadanos también diversos, influidos por sus orígenes y costumbres, su acervo cultural o sus cultos. Frente a los terratenientes de la patria, los propietarios de la nación, los mercaderes de banderas, emblemas y símbolos que son de todos, esos presuntuosos arrogantes que dirigen discursos vacuos llenos de tautologías que los simples adoptan como dogmas de fe, esos pésimos dirigentes que como "robin hoods" invertidos roban a los pobres y necesitados para favorecer a los ricos, esos chulos descarados que el propio pueblo ha encumbrado en su ignorancia supina (porque buena parte del pueblo es culpable de no saber, o de no querer saber), esos pseudodirigentes de tres al cuarto que nos avergüenzan cada vez que abren la boca fuera o dentro de nuestras fronteras...frente a ellos, como mejor oposición para desalojarles de todos los poderes que controlan de manera omnímoda, soy de los que piensan que solo con más cultura y razón, apoyados en una moralidad y en una ética renovadas, se podrá lograr. Se ha hecho muchísimo daño a los ciudadanos con ese convencimiento colectivo errado del "todos son iguales". Y es hora de recordarles a esos mequetrefes que nos gobiernan, a sus lacayos y acólitos, a los que los jalean, a los que los apoyan y a los que les creen y votan a pies juntillas que "no todos somos iguales".

Como un faro en la oscuridad, la cultura puede y debe guiarnos para mejorar nuestras vidas y las de nuestros descendientes.

¡Qué mejor metáfora que la de una torre iluminada en la más profunda noche!.

Botella

                               Será mejor ponerle el tapón?
Solo si lo rellenas con formol. 
AdoAdo.
ooOoo
Ya lo pensé, pero el formol le va a recordar a los vinos que suele tomar y terminará bebiéndoselo, mejor la relleno con lejía.

LAS APARIENCIAS ENGAÑAN


El intrépido pajarero
El intrépido y osado fotógrafo trata de obtener una buena instantánea del "bambi" y aunque a primera vista el animal salvaje muestre, más bien, una apariencia inofensiva, no hay que fiarse...las apariencias engañan, porque, ¿quién nos puede asegurar que no va a arremeter contra el indefenso turista?.
Las apariencias engañan, si. Para ilustrarlo mencionaré que hace unas fechas Soraya Sáenz de Santamaría comunicó a bombo y platillo el supuesto fraude de más de 500.000 falsos parados que entorpecían la desigual lucha que nuestro gobierno asume contra el déficit público. Lo repitió una y otra vez. ¡Quién lo iba a decir!. Esos parados, según la adalid liberal, trabajaban en la economía sumergida y cobraban en "B", cometiendo un doble perjuicio a las arcas del Estado, ya que por un lado obtenían ingresos derivados de las subvenciones de desempleo y por otro evadían el pago de impuestos. 
¡Me quedé estupefacto!. Estaba convencido de que el ingente fraude fiscal de nuestro país lo llevaban a cabo las grandes fortunas, las grandes empresas y muchos empresarios, autónomos y profesionales, y de repente, ¡zas!, resulta que los responsables eran los parados...
Al día siguiente se aclaró que la cifra comunicada era incorrecta y resultó que tan solo eran 5.833 los parados que supuestamente cometían fraude...
La vicepresidenta se olvidó de disculparse ante la opinión pública y sobre todo ante los parados, pero claro, se trataba de un olvido justificado, ya que está tan ocupada en la defensa de los intereses y derechos de los ciudadanos en situación precaria que no dispone de tiempo para semejantes nimiedades.
Y es que, efectivamente, no nos podemos fiar, las apariencias engañan...a mi alrededor la gente realiza comentarios jocosos, comparando los "pequeños delitos" de los "robamanzanas" con los "descomunales delitos" de los "robahaciendas": ya hace demasiado tiempo que se ha perdido el sentido de la proporción, y todo "parece" ser de la misma medida...

A la vicepresidenta (y a muchísimos ciudadanos) habría que recordarles que la sabiduría popular ya lo expresa en un refrán: "piensa el ladrón que todos son de su condición".