Desde que los humanos se distanciaron del resto de las especies, tuvieron la capacidad de razonar y con ella nuestros antepasados quisieron entender su entorno, el porqué de las cosas...y su propia naturaleza.
En el mundo occidental el pensamiento se sustentó primigeniamente en las civilizaciones griega y romana. Nace la Filosofía (en griego, amor por la sabiduría), que utiliza argumentos racionales que chocarán con las limitaciones impuestas por la religión: lo que se desconoce se atribuye al mundo de los dioses...
La caída de Roma traerá años de atraso a Occidente. Las poblaciones volvieron a una forma tribal de civilización, las culturas que se impusieron estaban menos desarrolladas, provenían de una tradición de comunicación oral, con frecuencia eran nómadas y guerreras, pero incapaces de continuar el legado romano. El Imperio y el saber se desplazaron a Oriente, a la antigua Bizancio, rebautizada como Constantinopla.
Paralelamente se produjo el auge del cristianismo, que fué imponiéndose de forma paulatina al resto de religiones. En ese proceso, la religión se va a ocupar del saber, de mantener el conocimiento y desarrollarlo, siempre desde la visión de Dios como eje central. En la época medieval la Iglesia detentará el monopolio cultural e ideológico en Occidente e irá perdiendo su influencia a partir del Renacimiento, pero seguirá participando (y limitando) la evolución del pensamiento.
El intelectual Tzvetan Todorov apunta un interesante punto de vista sobre una antigua controversia religiosa, que influirá en pensadores posteriores: el dogma del pecado original. En el siglo IV la religión cristiana empezó a acercarse al poder político; el emperador Constantino se había convertido a principios de ese siglo y Teodosio hizo del cristianismo la religión oficial del imperio. En ese siglo nació Pelagio, un monje procedente de las islas británicas que defendió la idea de que el hombre no puede ser del todo malo, porque había sido creado a la imagen de Dios. Pelagio predicó en Roma hasta la caida del imperio, marchando más tarde a Cartago y otras poblaciones del norte de Africa, para finalmente recalar en Palestina. Defendía la idea de que, de acuerdo con los preceptos cristianos, se debía renunciar a los placeres de la carne y repartir los bienes entre los pobres. Pelagio es consciente de que el amor a la riqueza es insaciable y que el deseo de honores nunca estará satisfecho, pero al disponer de voluntad, el hombre tiene capacidad de actuar y diferenciar el bien del mal y puede elegir dentro de su libertad. La dignidad del hombre proviene de su capacidad de elegir y por esa facultad de deliberación se distingue del resto de los animales. En cuanto al pecado original, su posición es la siguiente: "el origen del pecado no está en la naturaleza del hombre, sino en su voluntad, si pecamos no es porque hayamos heredado el pecado de Adán y Eva, sino porque imitamos ese gesto, el pecado no es innato sino adquirido". Esto supone que el hombre es dueño (y responsable a la vez) de sus actos, y por tanto puede salvarse por si mismo. Pelagio en absoluto discute la existencia de Dios, pero de acuerdo con los textos bíblicos, si Dios creó al hombre como se dijo a su imagen, si le dijo que creciera y se multiplicara y señoreara la tierra, si llegó a decir: "sed pues vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto" (Mateo 5:48), en lo que respecta a la gestión de la vida, lo está dotando de autonomía y por tanto el destino del hombre no puede estar determinado por la Gracia Divina, sino por la regla de vida que el propio hombre elija. Por asi decirlo, el Dios de Pelagio dejará actuar y solo al final dictará sentencia, teniendo en cuenta sus obras. Las ideas de Pelagio llevan a una peligrosa conclusión para la Iglesia: aquellos que no sean bautizados también podrán salvarse.
En todo caso la visión de Pelagio es muy autoexigente, ya que si el individuo fracasa no tiene excusa y no le servirá de nada culpar a Dios, a la Providencia, a la sociedad o a las circunstancias: sólo dependerá de él mismo. Al tiempo se puede decir que su visión es optimista, ya que está en sus manos la capacidad de perfeccionarse y alcanzar la salvación.
Contemporáneo a Pelagio fué Agustin, que había nacido en el seno de una familia acomodada de Hipona, una ciudad del norte de África perteneciente al imperio romano. Agustín dominaba la cultura clásica y se interesó por la telología; viajó a Milán, en donde conoció al obispo Ambrosio, que sería su mentor. San Ambrosio había conseguido que se reconociera el poder de la Iglesia por encima de la del Estado, hecho que es de suponer que impactaría en su discípulo Agustin, que más adelante sería nombrado obispo de Hipona y escribiría las "Confesiones" y "Ciudad de Dios", y acabaría siendo proclamado Santo y uno de los padres y doctores de la Iglesia Católica.
Agustín rebatiría las ideas de Pelagio: el comportamiento humano no puede someterse enteramente a su voluntad. "Hay cosas en el hombre que aún el propio espíritu que lo anima no las sabe cabal y perfectamente". No nos conocemos a nosotros mismos, y por tanto no podemos ser enteramente dueños de nuestra voluntad. El ser que somos puede elegir lo que quiere, pero no podemos elegir nuestro ser, no somos una creación de nuestra voluntad. Agustín trata de explicarlo con un ejemplo: "no amamos a los que hemos elegido, sino que elegimos a los que amamos". Asi, al no ser dueños de nosotros mismos, al no conocer nuestra propia naturaleza ni las fuerzas que la dirigen, no podemos fiarnos de nuestra voluntad ni exigirle nuestra salvación. Agustin piensa que nunca somos del todo libres y por tanto no nos podemos acercar a la libertad divina ni obviar la Gracia. Para él nuestra incapacidad de dominar nuestras pulsiones inconscientes, nuestra impotencia, es la tara que hemos heredado por el pecado original. Esa idea supone que estamos determinados, es una visión más pesimista que la de Pelagio, pero aunque el hombre no puede liberarse por si mismo, hay salvación: lo que nos salva es la obediencia, la fe cristiana. No basta con acumular acciones virtuosas para obtener la gracia, Dios no nos debe nada: para salvarse hay que abrazar la religión cristiana, someter nuestra conducta a los preceptos, ya que asumiremos el bien que nos señala la autoridad y ejerceremos nuestra libertad para seguir los mandamientos recibidos. Al margen de las trabas que incorpora el pecado original, Agustín predica que muy a menudo el hombre se encuentra con otras circunstancias desfavorables que limitan o anulan su voluntad, tales como un medio hostil o la propia ignorancia, de ahí que deba confiar en la Iglesia: los caminos del Señor son inescrutables para los hombres.
Sin embargo, a pesar de esta visión de impotencia humana, Agustin en cuanto a la exigencia para con el hombre es mucho más acomodaticio que Pelagio: no todas las personas tienen la misma fuerza de voluntad, ni los mismos conocimientos e incluso la misma formación moral, "pero todos pueden obedecer", estarán en las manos de Dios y como no pueden acceder a la perfección por si mismos, a través de la obediencia y la fe sus pecados les serán perdonados.
San Agustin defiende la idea que la Iglesia mantiene hoy viva: con el bautismo nos purificamos y una vida de obediencia y acatamiento de los dogmas nos salvará. Al elegir ese camino ya estaremos optando por la senda del bien; por así decirlo nos ayudan, nos allanan el camino, no debemos tener más voluntad que la obediencia.
Pelagio fué condenado por sus ideas, consideradas heréticas, aunque no se sabe a ciencia cierta si fué ejecutado. Agustin, como se dijo, se venera como Santo. La controversia alimentó el pensamiento de filósofos y pensadores posteriores y aún hoy sigue vigente. Veremos como está presente en el pensamiento y fundamentos de muchas ideas filofóficas, políticas y económicas actuales.
El Renacimiento traerá una visión antropocentrista: el hombre pasa a ser la referencia y nace el humanismo. La mirada se vuelve hacia la etapa clásica, salvando el período medieval, y se ofrecerán nuevos planteamientos para la política, la religión y la ciencia. La Iglesia, inmersa en el cisma reformista, recelerá de los avances científicos y como ejemplo cabe indicar la oposición a la teoría heliocéntrica del polaco Nicolás Copérnico: cada paso de progreso del hombre será escrutado con detenimiento y probablemente declarado herético por los fundamentalistas religiosos.
El poder de la Iglesia no sólamente estriba en su ascendencia moral, sino también en su riqueza. La relación con el mundo del dinero siempre fué muy permisiva y eran práctica habitual las llamadas "indulgencias" que consistían en una remisión de las consecuencias de los pecados, por parte de la Iglesia, en determinadas condiciones, y que están recogidas en el Código de Derecho Canónico. En la práctica suponían un coladero por donde especialmente los pudientes, a cambio de entregas de bienes y/o dinero, obtenían el perdón de sus pecados, supuestamente arrepentidos; el abuso de las indulgencias por parte de la Iglesia era tal, que el inglés John Wycliffe, en el siglo XIV las denunció repetidamente. Su casi contemporáneo, el checo Jan Hus, del que hablé en otra ocasión, recogió y defendió esas ideas, que le llevaron ante el Concilio de Constanza, donde sería condenado y ajusticiado en la hoguera como hereje; un siglo más tarde Martin Lutero volvería sobre ese asunto y acabaría escindiéndose la Iglesia cristiana con la Reforma Protestante.
La influencia de la religión es obvia en una buena parte del pensamiento político (y económico, como se verá) actual. La tradición europea y occidental se basa en el cristianismo, pese a que todos los Estados se declaran aconfesionales, forma parte de su cultura identitaria. Está especialmente presente en las ideas y políticas de las formaciones conservadoras, que mayoritariamente rigen nuestro destino desde hace años.
En mi opinión, la Iglesia, como hemos visto, al actuar con permisividad o condescendencia ante el pecado (llamémosle aqui mejor mala conducta) y dejar la puerta abierta a la redención, ya sea por el sacramento de la comunión tras la confesión, ya sea por el viático de la extremaunción, parece más interesada en captar adeptos que en defender las ideas cristianas. Su mesianismo ha sido inculcado a los grandes Estados que han pretendido imponer por la fuerza sus formas de gobierno al resto del planeta, colonizándolo, al tiempo que pretendía imponer la Iglesia la Fe Verdadera. Lo que predica la Iglesia es exigencia y obediencia para sus fieles y adeptos, pero sus obras no parecen corresponderse con las predicadas por Cristo. La religión del amor al prójimo a menudo ha originado odio.
En cuanto a su influencia en la educación secular europea (y occidental), podemos afirmar que si basta con que nos arrepintamos en cualquier momento de nuestra vida para obtener el perdón, ¿para qué vamos a actuar como buenas personas, como buenos ciudadanos?. ¿Cuál es la posición de la Iglesia ante el desaforado crecimiento de la desigualdad social con gobiernos ideológicamente afines a sus doctrinas, tal como indica el último informe de Oxfam-Intermón?. ¿Explica esa permisividad ante el pecado la actitud de los ciudadanos de los paises europeos ante la corrupción (no sólo política) y otros delitos llamados de "guante blanco", especialmente los sureños, adscritos a la religión católica?.
Yo creo que si, que en el pensamiento de nuestras sociedades, en nuestra idiosincrasia, en nuestra forma de entender la vida, está ese ADN que va en contra de las ideas de Pelagio: no tenemos voluntad de optar por el camino de la perfección y preferimos la acomodaticia solución agustiniana: no debemos esforzarnos, basta con obedecer dogmas, normas y leyes (aunque estén hechos para beneficiar a las élites). Nuestras vidas estarán tuteladas permanentemente y tal como pretenden nuestros gobernantes, formaremos parte de esa mayoría silenciosa, que supuestamente les apoya, y que les está permitiendo continuar en la profundización de sus injustas politicas.
(To be continued...)
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Bernardo Alvarez, obispo de Tenerife, dice que hay adolescentes de 13 años " que están perfectamente de acuerdo con los abusos y además deseándolo, incluso, si te descuidas te provocan. Esta es la iglesia.
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