El médico me recomendó descanso. Le dije que me encontraba bien, que no me sentía cansado, pero él, mirando fijamente a mi esposa, repitió que me convenía descansar. Al ver que ella asentía decidí pasar del tema y me encogí de hombros:
-¡Bueno, pues descansaré!-les dije, dirigiéndome a ambos.
Apenas hube iniciado la lectura aparecieron mis hijas acompañadas de mi esposa:
-Papá, ya sabes lo que te dijo el médico, ¡debes descansar!-dijo la mayor.
-¡Vale!, ya estoy descansando-respondí yo.
-No, no es eso, papá-dijo la pequeña-Hemos estado pensando...
-¿Pensando qué...?-pregunté un tanto alarmado al ver las caras serias de las tres.
Esta vez fue mi esposa la que habló:
-Necesitas unas vacaciones y hemos buscado un sitio estupendo donde puedes descansar-dijo con suavidad.
-¿Vienes tú?-le pregunté a mi esposa.
-Ya sabes que no puedo, tengo que trabajar-respondió ella poniendo cara de disgusto.
-¡Entonces no voy!-dije yo.
-¡PAPÁ!-exclamó mi hija mayor con un tono desproporcionadamente elevado. ¡Hemos decidido que pases un tiempo de descanso y esta misma tarde te vamos a llevar a un centro vacacional maravilloso!.
-¡Allí podrás conocer a otras personas, descansar y recuperarte!-añadió mi hija menor.
-¡No te preocupes por nosotras, estaremos bien!-dijo a modo de remate mi querida esposa. Por favor, entra en razón.
Ante aquella situación de real y total minoría y sabiendo con quienes me las gastaba, me resigné...
-¡Haced lo que queráis!, total siempre me tratáis como si fuera un mono lanudo gris...
-¡PAPÁ!-gritaron las tres al unísono.
En los primeros dias anduve un poco descolocado, sobre todo por los hábitos y horarios: debía levantarme muy temprano para ducharme y asearme, después una gentil y guapa señorita traía el desayuno a la habitación, más tarde se alternaban actividades físicas e intelectuales (algunas al aire libre), hasta el momento del descanso, a media mañana. Después nos ponían unos audiovisuales en una sala y se celebraba un coloquio a su finalización. Comíamos en un luminoso, aunque un poco espartano comedor, y tras la ingesta echábamos una sistecita...y por la tarde volvíamos a las rutinas de las actividades. Cenábamos a las 20,00 horas en punto y como muy tarde a las 22,00 horas debíamos estar en la habitación para dormir (nos levantábamos temprano, como ya dije).
Tardé en quedarme con los nombres de las personas de servicio, sobre todo con los de las mujeres, que iban rotando a lo largo de las semanas (no repetían hasta el tercer dia de cada ciclo), pero ese no era el caso de Igor y Frankie, dos muchachotes que todos los días nos atendían; eran simpáticos y muy eficientes en todo lo que hacían, que resolvían rápida y limpiamente, con una seguridad pasmosa. El director, en cambio, era un poco estirado y en las entrevistas (al menos conmigo) se mostraba un poco distante: tenía una conversación de los más superficial, que agotaba en unos pocos minutos exhibiendo aquel tímbre de voz monocorde y cansino, que revelaba que no se sentía a gusto. Era como un rey aburrido que de manera excepcional te concedía audiencia (yo le llamaba el Sr. Importante).
Cuando me acomodé al modo de vida del Centro las cosas me fueron a mejor. Tenía dos compañeros con los que acabé intimando: Manolo (el babas) y Pepito (el mocos). Esto de poner motes me viene de mi madre, que se los pone a todo Dios; en las conversaciones que solía tener con ella, con narraciones interminables por su parte, cuando se refería a una persona en concreto, tras nombrar su filiación (o fillo de...que casou con...e marchou a...que traballa en...) añadía el mote, que aclaraba definitivamente la identidad del personaje. El "babas" no era muy despierto y tenías que repetirle varias veces las cosas, pero ponía mucha atención e interés; el "mocos" era un guarro del copón, siempre hurgándose la nariz y sacando aquellas asquerosas bolas que lanzaba con gran puntería, pero a cambio tenía una risa contagiosa que desarmaba. Eran buenos chicos y en cuanto podíamos nos juntábamos...
Yo me encontraba bastante a gusto, pero un dia las cosas se torcieron...
Fue como consecuencia de la visita de cierto personaje, una conselleira de no se qué, que tenía mucho interés en vernos, cosa que no entendí. Me levanté como siempre, muy animado, y me fuí a la ducha, para a continuación afeitarme. Después Tina me trajo el desayuno, pan blanco tostado con miel y café con leche, al que añadió una ración extra de pastillitas, verdes y rojas, que me entregó con un guiño y una sonrisa beatífica en su rostro angelical. Me vestí y fuí al salón; al llegar me ví en el espejo: ¡estaba como un pincel!, y eso me reconfortó. Aún no habían llegado el "babas" y el "mocos", pero si estaban Igor y Frankie, que se acercaron a saludarme: ¡tio, eres un guaperas!, me dijeron, y me dieron unas palmaditas en la espalda. La señorita "cascarrabias", que era una listilla del servicio que se creía amable y guapa, pero en realidad era desagradable y un auténtico "crollo", vino a decirme que debía pasar a ver al Dr. Muerte (le llamábamos así por su mirada, que infundía pavor).
-¿Ahora?-pregunté yo.
-Si, te está esperando-respondió el crollo, con su desagradable voz aguda y nasal.
Después de reconocerme, el Dr. Muerte me preguntó que tal me encontraba y si había tomado las pastillitas. Le contesté que no (me gustaba llevarle la contraria y si podía le engañaba), por lo que me entregó otras dos, las consabidas verdes y rojas, junto con un vaso de agua. Me las tomé alli mismo y salí de aquel antro de torturas indemne.
-¡Pórtate bien!-me dijo el Dr. Muerte a modo de despedida. (Yo no me digné a responderle).
De regreso en el salón, divisé al director, el Sr. Importante, que me hizo un gesto a modo de condescendiente e inevitable saludo, al tiempo que se me acercaba; le esquivé yendo hacia otra punta y me reuní con mis compañeros. Apenas nos hubimos saludado con nuestro código secreto (que no puedo repetir aqui, porque es secreto), habló el Sr. Importante, alzando la voz sobre el murmullo general:
-¡Buenos dias a todos!. Ya sabéis que hoy es un dia muy importante, ya que dentro de media hora pasará por nuestro Centro la Excma. Conselleira Dña. Nosecuantos. Me gustaría que fuese recibida con todo nuestro cariño y atención, asi que vamos a poner todo de nuestra parte para que todo se desarrolle, como siempre, con orden y normalidad. ¡Muchas gracias!. ¡Ah, os adelanto que en el almuerzo habrá una sorpresa!-los congregados arrancaron a aplaudir (ignoro por qué) y
yo tuve que explicarle al "babas" lo que ocurría. Al tercer intento lo di por imposible y le grité al oido: ¡qué viene una gilipollas!, que el ruido general hizo inaudible, excepto para el "babas" que se quedó medio sordo, aguantándose el oido.
A continuación nos sentamos a las mesas de trabajo y nos dispusimos a realizar una actividad intelectual. Nos entregaron varias piezas de distintas formas geométricas y de distinto color, que debíamos ir clasificando y metiendo unas dentro de otras. Aquello era más difícil que el "cubo de Rubik"...
Yo creo que fueron las pastillitas que me sentaron mal. Me empecé a poner nervioso, porque era incapaz de resolver aquel maldito rompecabezas y justo cuando llegó la conselleira perdí el control y comencé a tirar las piezas ante la desaprobadora e incrédula mirada de Igor y Frankie. El "babas" y el "mocos" me imitaron y la cosa se contagió al resto de mesas, de manera que al cabo de unos segundos, para horror del Sr. Importante, de la señorita "Cascarrabias" y del resto del personal, y ante la mirada de sorpresa de la Excma. Conselleira, todos en el salón nos estábamos tirando las piezas unos a otros, en un caos y descontrol de risas incontenibles. Cuando la conselleira recibió varios impactos, comenzó el proceso de evacuación de la misma, en desbandada, salvaguardada por sus acompañantes y la tez lívida del Sr. Importante.
Igor y Frankie tomaron de inmediato la iniciativa. Se acercaron al "mocos", que ya estaba en un éxtasis arrebatado, blandiendo sus porras; el "babas" y yo creímos que le iban a dar un porrazo en la cabeza y ya nos estábamos preparando para las risas, pero en lugar de golpearlo, Igor le tocó el cuerpo con la porra y el "mocos" cayó redondo entre espasmos, haciéndose el muerto. Lo hizo tan bien que comenzamos a aplaudir y saltar de júbilo. A continuación le tocó el turno al "babas", que aún lo hizo mejor, dándole un toque de realismo a la cosa, cuando puso los ojos en blanco antes de desplomarse, al tiempo que Frankie le tocaba con la porra. ¡Estuvo genial...!. Me apresté a dar lo mejor de mi mismo en mi interpretación y esperé a Igor y su porra (la que llevaba en la mano), pero tan pronto me tocó sentí un terrible calambrazo y perdí el conocimiento...
Me desperté en las duchas, y como siempre, se habían olvidado de abrir el grifo de agua caliente. Igor y Frankie me sujetaban, para que el chorro me diese de lleno. Temblando de frío me pusieron una bata blanca rarísima, que se anudaba a la espalda...
-¡Tios, que no puedo mover los brazos!-les dije con voz temblorosa, por el frio, a Igor y Frankie. Pero no me hicieron caso.
Al rato llegó Tina, que estaba espectacular enfundada en su bata blanca, corta y con aquel generoso escote. Como siempre sonreía, pero esta vez en lugar de pastillitas traía una jeringuilla amenazadora...
Estoy en una habitación nueva, toda de color blanco y de paredes mullidas. Ya me habitué a caminar con los brazos sujetos por la camisa que me pusieron (se ve que se quedaron sin existencia de las "normales"). Hay un ventanuco por el que puedo ver el cielo azul y las ramas de una frondoso árbol, que parece un hermoso ejemplar de
roble carballo. En las ramas suelen posarse gorriones, urracas, palomas y otras aves, con las que charlo animosamente...
Después de todo, la vida en el centro de vacaciones no está tan mal...
ooOoo
Y sobre todo, no tengas prisa en salir que fuera hay una crisis de cojones y llueve sin parar. Tu aguanta dentro.
AdoAdo