Máximo Melitón Aguililla y Primorosa Almejina se casaron un sábado del siglo pasado en el bello marco de La Seo de Zaragoza. La plaza del Pilar,engalanada como en sus mejores dias de fiesta, estaba abarrotada con la presencia de todos los compañeros de cuartel del joven alférez, con los invitados, y sobre todo con los muchos curiosos que no querían perderse semejante espectáculo. La ceremonia fue presidida por el Arzobispo de Zaragoza,Monseñor Ecuménico Nono, amigo de la familia de Primorosa, quien llevaba un carrerón eclesiástico y se decía que pronto iba a ser llamado a Roma,para encargarse de la gestión del patrimonio del Estado Pontificio (incluidos los paraísos fiscales). La entrada en el templo no tuvo desperdicio, con los compañeros de promoción de Máximo Melitón haciendo pasillo de honor y un arco con sus espadas, mientras la extraña pareja, al ritmo de la marcha nupcial de Mendelsson-Bartholdy, pasaba por debajo, entre las risotadas del personal y los pellizcos que muchos de los ex-amantes de Primorosa (que eran legión), le propinaban a esta en salva sea la parte. Melitón iba envarado, embutido en su mini-uniforme, tocado con la gorra de plato que le hacía todavía más cabezón. Serio, circunspecto y concentrado en sus propios pensamientos, se le veía abrumado por la trascendencia del paso que estaba a punto de dar. No las tenía todas consigo. Primorosa, por contra, estaba feliz, radiante y crecida, muy crecida. Había elegido un precioso y clásico vestido de raso blanco para su enlace, muy escotado y con enorme cola. Todo el mundo se fijaba en ella, o más bien en sus descomunales tetas, que sobresalían escandalosamente del ajustado corpiño, provocando en los asistentes al mismo tiempo admiración e incredulidad. Una pareja de niños, angelitos ellos, portaban la larga cola del vestido de la novia-cachalote como buenamente podían. Los novios, vistos desde la parte de atrás, parecían personajes irreales, como sacados de una película de Fellini. Algunos malintencionados se preguntaban quien era el niño que acompañaba a la foca monje, confundiendo al casi enano con un menor.Dentro de la catedral, los asistentes, alborozados, a duras penas podían contener las carcajadas. El novio era un tapón al lado de la descomunal Almejina. Para colmo de males no desfilaban al paso y frecuentemente debían detenerse para recuperar la coordinación. Primorosa comenzó a emocionarse y rompió en un llanto tremebundo, espasmódico, escandaloso e inacabable, que aterrorizó y paralizó a Melitón durante un buen rato. Cuando se repuso preguntó a la novia si podía hacer algo al respecto y ella, con renovados sollozos repuso en voz alta, para vergüenza del novio que los nervios le provocaban hambre, mucha hambre y también gases, muchos gases, como todos pudieron inmediatamente comprobar. Las risas del personal se sucedían sin disimulo y el Arzobispo Ecuménico Nono, temiendo que aquello terminase como el rosario de la aurora, al quite, ordenó que el coro de la Seo-Catedral, preparado al efecto, interpretara uno de los temas ensayados. Lamentablemente en un clamoroso error del director del coro, que traspapeló las partituras, en lugar de la "cantata" de Bach prevista, el coro se arrancó con la jota "25 mujeres,50 tetas" que solía interpretar en juergas ocasionales, y aquello fue el acabóse.Máximo Melitón Aguililla, totalmente abochornado en su ansiado dia de boda, iba menguando cada vez más su estatura y ya no sabía donde meterse. Al lado de Primorosa Almejina, abrumado por la inmensidad de esta, reflexionaba una y otra vez sobre el paso que estaba dando. Miró a su alrededor y los rostros desencajados por el exorbitado cachondeo de los asistentes le confirmaron sus más que serias dudas al respecto: se dió cuenta de que estaba cometiendo un desafortunado y tremendo error. Pero ya era tarde, muy tarde. Cuando en el acto principal del rito matrimonial canónico se le inquirió por el "si,quiero", permaneció un buen rato callado, mudo e incapaz de articular palabra, hasta que la presión ejercida en su brazo por las fuertes manos de la superfeliz Primorosa Almejina se hizo insoportable de dolor y tuvo que capitular, musitando un tímido y casi inaudible "si".Derrotado y arrastrado por la enorme y radiante novia paquidérmica, soportó a duras penas la lluvia de arroz a la salida del templo, que casi lo sepulta, las palmadas de felicitación en su espalda, los abrazos de consuelo, las chanzas, y para colmo el manteamiento festivo a que fue sometido. Volando por los aires, como un enano saltarín de circo, se sintió el hombre más desdichado y ridiculo del mundo. Afortunadamente los intentos de mantear a Primorosa quedaron enseguida aparcados, ante la incapacidad manifiesta de los presentes de mover semejante volumen y peso, sin maquinaria apropiada. Máximo Melitón Aguililla no hubiese soportado el escarnio añadido de ver volar a la vacaburra que ahora era su flamante esposa.Probablemente esos terribles momentos vividos forjaron el caracter encajador e irreductible del futuro teniente. Y también le dispusieron en el camino de decidir sobre la encrucijada de la vida en que con clarividencia se percató que se hallaba.Efectivamente, ese mismo dia decidió sin más pedir el divorcio, y una vez hubiese terminado su formación militar, solicitar su incorporación en la gloriosa Benemérita, y huir cuan lejos fuera posible de aquel despropósito. Su matrimonio, por lo tanto, en esencia no alcanzó las 24 horas de vida, y la prevista festiva noche de bodas quedó sin los también previstos casquetes nupciales.Un mes más tarde le fue concedido el traslado al Cuartel de Vigo y allá se encaminó esperanzado, dejando atrás todos los frustantes recuerdos del penoso bodorrio. A su llegada le fue encomendada la misión de patrullar el proceloso y conflictivo rural en las parroquias de Beade y Bembrive en ambas márgenes del rio Eifonso. Le asignaron bajo su mando al sargento Anacleto Túzaro, al cabo Indalecio Fostión y a varios números, pares e impares, de aspecto inquietante, todos ellos vagos y revenidos. El flamante teniente suspiró al ver a aquella tropa y se cargó de paciencia. El primer dia de patrulla por aquellas corredoiras abandonadas de Dios, le sumió en un profundo y total desconsuelo. Los mencionados parajes, habitados por gente de la más baja estofa, insolidaria, ruín, pendenciera, insidiosa, follonera, incivilizada, desconsiderada, y mil epítetos (todos negativos) más, comprobó como aquella gentuza se dedicaba a sestear y hacer el vago en los trabajos que magnánimamente le habían suministrado las distintas empresas de la acogedora ciudad viguesa, para una vez obtenida una injustificada e inmerecida compensación económica, emplearla en todo tipo de ilícitas actividades en aquel enrarecido ambiente rural. Eran frecuentes las peleas dialécticas y físicas en los bares, el tráfico de garrafones de sidra y de purrela vínica imbebible, las fiestas gastronómicas creadas alrededor de la matanza de animales indefensos e inofensivos (cerdos y aves de corral entre otros), las grotescas celebraciones religiosas con extraños santos traídos de sabe Dios donde, que eran cualquier cosa menos religiosas, la devastación del escaso patrimonio cultural con que contaban (empleaban menhires, arcas y dólmenes en la construcción de sus propias e ilegales viviendas), desaparecieron castros enteros, puentes romanos y medievales, bosques de abedules, castaños y robles-carballos, y su proverbial y desaforado incivismo les arrastraba a realizar frecuentes sabotajes a las instalaciones eléctricas, conducciones de gas natural, carreteras y saneamiento público, en beneficio propio y con el único objetivo de hacer daño a sus convecinos vigueses. El teniente Aguililla se dio perfectamente cuenta de la enorme dificultad de domesticar y controlar a aquellos primates, que voceaban y blasfemaban sin rubor alguno.Pronto se hubo de enfrentar a su primera gran misión: el caso de jml, el bebé calvo que proveniente del planeta "Sperpenticus", de la lejana galaxia "Comocabrax", fue hábilmente largado en una nave espacial por sus padres para evitarse males mayores, en un periplo que para desgracia de la humanidad le condujo a La Tierra, allá por el año 1956. Nuestro mundo conocido y el deportivo en particular, nunca volvió a ser el mismo desde entonces.To be continued....Ediciones El Pedal
10 febrero 2011
NUEVAS AVENTURAS DEL JOVEN TENIENTE AGUILILLA
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