
Queridisimo Miguel:
Posiblemente hayan llegado a tus oidos unos ecos de sociedad
relativos a una comida celebrada el pasado 18 de noviembre en la
fastuosa mansión que Leo posee, inexplicablemente, en
Areacova.También es posible que hayas tenido conocimiento de los
alardes que tanto Leo como Albertinho vienen realizando desde
entonces, pretendiendo hacer pasar la organización del evento
como un éxito personal, y al mismo tiempo desacreditar mi
impoluta gestión en diversos actos pretéritos que yo, de manera
totalmente desinteresada, proyecté y celebré, creo que con
innegable y rotunda satisfacción general, aunque esté mal que sea
yo quien lo diga.
Como un caballero que soy, he dejado transcurrir estas fiestas
tan entrañables y familiares de la Navidad, para no herir
susceptibilidades, antes de hacer frente a la dolorosa y
desagradable tarea de relatarte como se desarrollaron en realidad
los acontecimientos.......
Todo comenzó en la espléndida mañana de aquel domingo cuando,
invadido por una inenarrable alegría y estado de ánimo festivo
(tradúcelo como quieras) me levanté al llamado del Dios Solar, el
cual prenetaba radiante en mi alcoba (sigue traduciendo), canté
"La Traviatta" en la ducha y desayuné plácidamente con mi
esposa.Todavía permanecían en mi los vívidos recuerdos de la
velada de la noche anterior, cena íntima incluída en elitista
restaurante, grata y amena conversación de pareja de enamorados,
posterior paseo tomados de la mano bajo la bóveda celeste (aunque
desgraciadamente el Celta había perdido con el Deportivo) y, tras
una estratégica parada para reponer fuerzas y degustar un "gin
tonic", nos fuimos a la cama (dejo a tu libre albedrío la
interpretación general de este pasaje).
Bien, estábamos en aquella maravillosa mañana y esperabamos a
Josantonio delante del portal de nuestro edificio, cuando una
llamada a nuestro móvil nos alertó de la presencia de ese
individuo en las cercanías (se había perdido, incluso con
navegador por satélite).
Tras salir a su encuentro y verle a lo lejos me inundó un
desagradable malestar, se me nubló la vista, me zumbaban los
oídos, era incapaz de caminar con un mínimo de coordinación, tuve
vértigo y náuseas, y si no llega a ser por Puri que me sujetó, me
hubiese precipitado al suelo.
Me sobrepuse con dificultad y me introduje en el coche de contraba
ndista que el innombrable adquirió recientemente, saludé a su
encantandora esposa Maribel (no puedo entender como lo soporta) y
emprendimos viaje a Aldán.
La contemplación de los maravillosos paisajes y la distendida
conversación con Puri y Maribel me relajó hasta la llegada a
Areacova.
Allí nos esperaban ya Conchi, Ana, Maika, Leo, Albertiho y
Américo.Tras los saludos de rigor nos invitaron a unos
aperitivos, los cuales, parodiándote, consistían en un poco
de..........y unos......
...parecidos a...........de los que únicamente reconocí unas
patadas fritas de bolsa (tipo chips) y unas aceitunas sin
denominación de origen conocida.
Al rato llegaron Teresa y Felipe y pasamos al comedor, donde nos
esperaba el plato principal.Me senté estratégicamente enfrente a
los ventanales, con vistas a la ría, escoltando a las comandantes
Ana y Conchi, y departí agradablemente con ellas y el resto de
damas presentes.Leo, tal vez llevado de un ánimo fiscalizador, se
sentó delante de mi y al lado de Puri.Estuvo locuaz y comedido,
sin razón aparente para ello, a no ser que el hecho de que Conchi
estuviese justo en su vertical influyese en su comportamiento.
El menú consistía en un cocido de cerdo, pero de una especie
totalmente desconocida en la actualidad, pues solo presentaba
trozos de la cabeza y de la cola.Debía corresponder a la época
paleozoica, ya que no había desarrollado todavía el tronco y las
extremidades.Posiblemente se arrastrase como los gusanos y
ofidios.
Albertinho, en su línea, andaba de saltimbanqui de un lado para
otro y preguntaba ininterrumpidamente a unos y otros: ¿Oyes? ¿A
que está de puta madre el cerdo que compramos Leopoldo y
yo?.Lógicamente la cortesía impedía a los demás contestarle como
se merecía y todos respondían con un lacónico "si".
Tras el postre, café, chupitos y puro habano que me regaló
Albertinho para acallar mi ira, y que me mantuvo ocupado durante
un buen rato, hasta que me entró dolor de cabeza por la paliza
verborréica a que fui sometido por Américo (quien por cierto,
astutamente se colocó en las antípodas de Maika), fuimos
conminados a dar un paseo por los alrededores, pese a que hacía
un frío intenso.Sobrevivimos a la desagradable caminata, vadeando
zonas cenagosas y una playa infestada de cadáveres de animales
(incluso un cachalote que debió fenecer como consecuencia de la
mala calidad de las aguas), gracias sobre todo a la solidaridad
de Teresa, la esposa de Felipe, que nos prestó su espléndido
abrigo de piel de marta cibelina y que nos disputamos como
chacales.
Finalmente, de vuelta a la mansión y escarmentados por el trato
recibido, decidimos poner los pies en polvorosa y marchar a casa
a merendar, pues estábamos totalmente desfallecidos, no sin antes
prometernos a nosotros mismos no caer nuevamente en el error de
aceptar invitaciones de impresentables.Para colmo de males, a los
pocos días, éstos tuvieron la desfachatez de pasarnos un cargo en
cuenta por los gastos ocasionados.Te aseguro que con ese importe
se comería una opípara mariscada en Rocamar.
En fín, querido Miguel, que no te perdiste nada.Tenía pensado
enviar esta carta a Américo para que añadiese su reportaje
fotográfico, pero la verguenza me lo impidió.Dale un abrazo a
Lola de nuestra parte y espero que en un par de meses podamos
vernos en alguna excursión a la meseta (estoy barajando varias
posibilidades).
Un fuerte abrazo,
VITUCO.