24 marzo 2013

ME SIENTO UN INCOMPRENDIDO



A medida que pasa el tiempo se van evidenciando cambios en nuestra fisonomía, en nuestra forma de pensar, en nuestra forma de actuar y en nuestros gustos. Esos cambios son tan imperceptibles que en el día a día no somos capaces de detectarlos: colocados delante del espejo, un día si y otro también, nos reconocemos exactamente igual que la jornada anterior, no observamos ninguna variación significativa. A veces reparamos en pequeños detalles: tal vez una levísima arruga, acaso un cabello que aparece en una zona inusual, quizá un cierto descolgamiento o una incipiente flacidez de la papada, por no mencionar sucesos menos visibles, a los que no le damos la mayor importancia...
Lo cierto es que cambiamos, pero nuestra mente se rebela y no quiere admitirlo. Basta sin embargo visualizar fotografías del pasado para advertir que ese mínimo e imperceptible cambio diario llega a alcanzar cambios mucho más relevantes, que no nos pasan desgraciadamente inadvertidos mientras contemplamos nuestro rostro en una instantánea congelada, pongamos, de diez años atrás.
Lo comentado me ha venido sucediendo personalmente, sin que hasta hace bien poco me haya percatado de tal circunstancia. Ciertamente no he notado ningún descenso acusado e inmediato de mi vigor físico, ni he sido consciente de ningún cambio relevante de mi anatomía, de mi carácter, o de mis preferencias a la hora de emplear mi tiempo de ocio. Sin embargo, he de reconocer que de un tiempo a esta parte ciertos cambios me obsesionan...
Hace algunos meses reparé en que mi vocabulario comenzó a escasear: acostumbrado a utilizar en mis conversaciones frases elaboradas, a veces incluso largas y rebuscadas, paulatinamente y de manera inconsciente las fuí sustituyendo por otras muchos menos trabajadas, hasta casi acabar utilizando no ya monosílabos, sino incluso sonidos onomatopéyicos. A mi alrededor nadie pareció darle importancia a este hecho, y yo mismo, tal como he expresado, no me apercibí de ello hasta hace bien poco. A la hora de comunicarme con los demás, las vocales pasaron a tener un papel preponderante, pero sólo las vocales.
Poco más tarde se modificó mi gestualidad, que comenzó a acompañar de forma compulsiva mi manera de expresarme. Nunca fui persona dada al exceso, pero a partir de cierto momento y de manera un tanto primaria, aparecieron en mi la ampulosidad, la teatralidad y la mímica, como forma preeminente de subrayar mi ya modificada forma de comunicarme.
A estos cambios se añadieron los físicos. Sabido es que soy una persona velluda, con un hermosa pilosidad que recubre mi bien proporcionada anatomía, pero tal circunstancia nunca había alcanzando zonas del rostro como la nariz, las orejas o la frente. Fue al principio una simple pelusilla, pero poco a poco el grosor y el tamaño de los pelos fueron en aumento, apenas mantenidos a raya con sucesivos y reiterados afeitados que provocaron a su vez el fortalecimiento de aquellos. Solo se salvó la zona orbital, inmediata a los ojos, que permaneció inalterable en ese proceso de mutación. Al aumento del vello se unió el progresivo encorvamiento de mis hombros y espalda, que modificaron a su vez mi manera de caminar, pasando a ser ésta como un balanceo de mi cuerpo hacia los lados, acompañado en la marcha por un singular y llamativo braceo, con los brazos y manos colgando, cadenciosas, por debajo de las caderas. 
Quizá la primera vez en que me apercibí de mis cambios, de mi proceso llamémosle "evolutivo", fué aquella en que muy nervioso y alterado por la reclamación presentada por un cliente, que en la entrevista personal que mantuvimos estuvo especialmente maleducado y grosero conmigo, de forma inesperada comencé a dirigirme a él con un lenguaje extraño...¡uh, uh, uh, iiiiii, iiiiii, iiiiii, uh, uh , uh!, al tiempo que le enseñaba los dientes y golpeaba la parte superior de mi cabeza con la palma de mi mano derecha. Su rostro pasó del estupor de la sorpresa inicial a delatar un miedo atroz e indefinido, rematado en una apresurada huida cuando me vió subirme a la mesa y comenzar a dar saltos y chillidos estridentes. 
En otra ocasión, acompañado de un compañero, paseaba de manera relajada por un parque, cuando me invadió un irracional impulso de trepar por un árbol: ¡dicho y hecho!. De forma inopinada aparecí sobre una rama arbórea, a unos cinco metros del suelo, chillando a todo aquel que me quisiera oir y dando saltos de desbordante alegría:
-¡Uh, uh, uh, iiiiiiiiii, iiiiiiiiii, iiiiiiiiiii, uh, uh, uh!.
Desde luego, las caras de la gente que por allí pasaba, no tenían desperdicio...
En casa, una buena mañana en que mi hija pequeña había descansado el fin de semana en su habitación, se despertó entretanto yo, con suma paciencia, inspeccionaba en detalle entre sus cabellos a la búsqueda de sabe Dios qué...
-¡Qué haces, papá!...¡pareces un simio!...-me espetó sorprendida y malhumorada.
Me quedé estupefacto, en blanco, y no supe que reponder....¡uh, uh, uh, uh!-acerté a decir mientras me alejaba de su habitación con mi ya característico balanceo, mientras me rascaba con una creciente habilidad prénsil la cabeza con los dedos de mi mano izquierda.
-¡V.!-me dijo en otra ocasión mi mujer en la cama, cuando me había acercado a ella, arrimándome libidinosamente por detrás, con los morritos hacia afuera susurrándole al oido ¡oj, oj, oj, oj!- ¿estás haciendo como siempre el payaso o es que te falta un tornillo?.
Alarmado por esos y otros sintomas, me llené de valor y un día le pregunté a un buen amigo, después de contarle lo sucedido: 
-¿Crees que debo ir al médico?.
Tras pensarlo unos breves momentos, muy serio mi amigo me respondió, enigmático:
-¡Más bien creo que debes ir al veterinario!.
Las palabras de mi amigo me dejaron muy preocupado. No paro de darle vueltas a la cabeza y cada vez me siento más sólo e incomprendido. Solo encuentro paz en el zoológico, contemplando a los chimpancés. Cada vez que los veo me invade una fuerte oleada de solidaridad. Me siento muy cercano a ellos...
----------------
Aguante tu misiva hasta el final y llegue a la siguiente conclusión:
ESTAS PEOR DE LO QUE ME TEMÍA Y HAS DE HACÉRTELO VER CUANTO ANTES
En caso contrario harás sufrir a tu familia, y digo a tu familia porque los amigos, al menos yo ya hemos pasado de la incredulidad a la resignación y el abandono definitivo dándote por:
UN CASO PERDIDO

Lo siento, antes te quería pero me venciste.
--------------
Pues ya puedes dar gracias porque a medida que pase el tiempo todo irá a peor, y si no mira Vigo…
--------------

Yo hace tiempo que había notado cambios importantes en tu personalidad, pero mi naturaleza reservada me impidió hacertelo notar. Además creo que según vas cambiando te haces mejor ser no humano. Y por supuesto, ni que decir que ahora te entiendo mucho mejor, 
-------------

O sea que lo que me saludaba el miércoles por la mañana, eras tú!
¡¡Ya decía yo que era muy raro que el alcalde pusiera un mono albino en los árboles de la Plaza de Compostela!!
jml