28 junio 2014

EL EDÉN

Imaginémonos que un prestigioso científico naturalista, de investigación en un país subdesarrollado y de baja densidad de población, se adentra en una selva y un descuido le hace perder el contacto con el resto de la expedición que le acompaña. Desposeído de su brújula camina durante horas extraviado, hasta que la noche acaba cerniéndose sobre él; afortunadamente conserva parte de su equipo de supervivencia y sus amplios conocimientos, añadidos a su larga experiencia, le permiten desenvolverse con cierta soltura en aquel hábitat, por lo que busca un refugio para pasar la noche guarecido de peligros, con el propósito de levantarse con el alba, volver sobre sus pasos e intentar reintegrarse al grupo.
Al dia siguiente sus esfuerzos resultan baldíos; se apercibe de la enormidad de aquella selva y camina sin rumbo. Agotado, se apresta a descansar, cuando un rumor llama su atención: cree estar oyendo el sonido de un curso de agua y guiado por el, avanza entre la densa vegetación. El sonido se hace más y más intenso; es indudable que se acerca a un salto de un curso fluvial, quizás a unas cataratas. Al cabo de una media hora la selva se va despejando y divisa una formación rocosa; busca un camino, siempre guiado por el ya ensordecedor sonido del agua y alcanza un emplazamiento sobre el que puede contemplar un espectáculo inigualable: más allá de unas enormes cataratas que quedan a la vista se abre un valle frondoso que se pierde en el horizonte, al abrigo de las montañas. Un arco iris enmarca aquella maravillosa explosión de naturaleza y nuestro hombre, extasiado, se sienta en el suelo a admirar todo lo que sus ojos pueden ver.
El naturalista siente la fuerte llamada vocacional y decide proseguir su camino hacia el valle. Subsiste alimentándose de bayas y frutos que identifica con facilidad, bebe del agua del río y se sirve de sus prismáticos para orientarse por aquel entorno majestuoso. Pronto es consciente de que se halla en un lugar extraordinario y desconocido; ante sus ojos van apareciendo especies arbóreas que nunca había visto, así como plantas de flores multicolores y formas llamativas y exóticas, también totalmente novedosas para él. Su corazón late con fuerza, claro reflejo del estado anímico exaltado en el que se encuentra; cuando comienza a advertir la existencia de extrañas especies animales jamás descritas o compiladas, cae de rodillas superado por tan profusa biodiversidad y rompe a llorar compulsivamente: lo que sus sentidos perciben, su mente lo interpreta de inmediato...¡se encuentra en el paraíso!.
Sin llegar a recuperarse del todo saca su cuaderno de la mochila y comienza a tomar notas y a dibujar lo que ve; lo hace de forma sistemática, metódica, detallando cuidadosamente cada ejemplar estudiado...el trabajo es arduo y sabe que va a resultarle de todo punto imposible abarcar la ingente tarea, pero eso no lo va a detener. Siempre caminando parejo al curso del río logra escuchar unos extraños sonidos guturales en la distancia que atraen su atención: ¡parecen humanos!. Avanza con extrema precaución, desconoce los peligros con que se puede encontrar y la prudencia es siempre buena consejera; al cabo de un tiempo puede contemplar sin ser visto, oculto entre el follaje, a un grupo de indígenas que intercambian impresiones tras rematar una cacería de un animal de gran tamaño. Mantiene durante un buen rato su posición, observando atentamente, hasta que los indígenas desaparecen de su vista alejándose hacia el fondo del valle...
Cae la noche y nuestro naturalista, muy cansado, se acurruca en una oquedad, tras haber dispuesto a modo de defensa una maraña de ramas de árboles que ha ido recolectando. ¿Dormirá plácidamente recordando las maravillas que ha visto...?.
Yo creo que no...
Nuestro hombre, a la sazón una persona de vastos conocimientos, culta y de mente científica, probablemente se esté preguntando que hacer en el supuesto de que logre abandonar aquel paraiso inhabitado por la civilización de la que procede. Por un lado le gustaría compartir con la comunidad científica su descubrimiento, pero por otro sabe muy bien que eso significará el principio del fin de aquel "edén"; no puede negarse, como científico, a dar a conocer su existencia, pero al mismo tiempo desea protegerlo; a él mismo le tienta la posibilidad de ser reconocido a nivel mundial y eso, no puede negarlo, lo estimula. Piensa en lo que hará el gobierno del país que alberga aquella maravilla: puede decidir explotarlo tanto científica como turísticamente, está en su derecho, que es el derecho de los hombres, no el de la Naturaleza. Se imagina las grandes máquinas surcando la selva, talando los árboles para abrir un camino; su mente es asaltada por la contemplación de grandes "resorts" vacacionales, rodeados de lagos artificiales, campos de golf, hoteles, restaurantes y apartamentos de lujo. Los empresarios aducirían en su favor la creación de numerosos puestos de trabajo e inversiones millonarias que redundarían en el desarrollo y el beneficio del país. El efecto llamada sería imparable y excéntricos ricachones ofrecerían importantes sumas de dinero por participar en safaris fotográficos e incluso cacerías, eso sí, sólo al alcance de las más elitistas élites; el furtivismo surgiría como la eterna lacra que es, se desarrollaría un desaforado mercado negro donde las hermosas pieles de los animales recién descubiertos alcanzarían enorme valor; muchos de ellos acabarían disecados y vendidos para adornar pretenciosas mansiones por todo el planeta...
El naturalista piensa en los hombres de la tribu...¿qué será de ellos?...¿vendrán los hombres portadores de la ciega Fe para imponerles la auténtica Verdad?...¿soportarán la presión del contacto con los hombres "civilizados" a los que no entenderán, ni nunca serán entendidos por ellos?...¿se contagiarán de enfermedades nuevas que hasta ahora no habían conocido ni padecido?...¿subsistirán en un mundo totalmente desconocido para ellos, al que difícilmente se podrán adaptar?. Nuestro hombre cavila sobre estas y otras cosas...estará abrumado por el peso de la enorme responsabilidad que sabe que ha recaído sobre sus hombros: no, ¡por supuesto que no!, no podrá dormir en absoluto.
Ya no le hará falta pensar en las más variopintas calamidades, le bastará con reflexionar sobre los efectos que la "civilización" puede acarrear a aquel rincón desconocido. Se sobresaltará con la posibilidad de que alguna de las grandes petrolíferas convenza de algún modo a la clase política local para que cambien las leyes y permitan realizar prospecciones para localizar combustibles fósiles; puede que alguna de las grandes químicas investigue, con mayor o menor rigor científico, las posibilidades de comercializar productos farmacéuticos, de droguería o de alta cosmética, que incorporen las supuestas bondades curativas o aromáticas de ciertos componentes de la flora y fauna que sólo alli existe. Alguna cadena de entretenimiento y de estatrosférico presupuesto pretenderá emitir un "reality" desde aquel vergel, con la presencia de afamados concursantes, y destinado al cómodo consumo televisivo de las acomodaticias, manipuladas, dirigidas y cada vez más "estúpidas" e irreflexivas sociedades no pensantes; nuestro naturalista, a estas alturas, ya no solo estará insomne, sino también preocupado, muy preocupado...su descubrimiento ha dejado definitivamente de ser un motivo de inmensa alegría para él.

Hagamos ahora un nuevo ejercicio de imaginación:

¿Y si ese edén se llamase en realidad "La Tierra"?. ¿Y si lo que está en peligro es el planeta en su conjunto, y con el todas las especies vivas, incluída la "nuestra"?.

¿No está acaso ocurriendo...?.

Nuestra "inteligente" especie está acabando con los recursos naturales, está afectando gravemente el hábitat, ya ha sido capaz de eliminar de la faz del planeta a otras muchas especies. Reparemos en la incidencia de la acción de los humanos: ahi están el cambio climático, la imparable deforestación de bosques vírgenes, el calentamiento global, el agujero de la capa de ozono, el drástico deterioro de rios, lagos, mares y océanos, la aparición sistemática de cataclismos, la creciente contaminación, la aparición de nuevas enfermedades, el hambre, la pobreza extrema, las guerras, los residuos nucleares, las migraciones, la creciente desigualdad social...
Posiblemente todavía subsisten suficientes recursos, que debidamente gestionados, servirían para atender las necesidades de todos los habitantes del planeta, y no solo de los humanos, pero la codicia, la insensatez y la incompetencia ética de nuestra especie está dando al traste con el futuro de las nuevas generaciones y posiblemente se está acercando el fin del ciclo que encumbró al "homo sapiens". 
Tal vez la humanidad ha asentado su crecimiento en unos valores equivocados...valores cortoplacistas, insolidarios, insostenibles...en nuestra especie anida lo mejor y lo peor, pero para nuestra desgracia en demasiadas ocasiones asoma lo peor. Y sin embargo la humanidad ha dado a la luz la "Carta de la Tierra", una declaración internacional que afirma que se puede vivir y disfrutar de nuestro planeta sin destruirlo, cuidando de todos los seres que lo habitan; el concepto de "desarrollo sostenible" se fundamenta en cuatro principios básicos: respeto y cuidado de la vida, integridad ecológica, justicia social y económica, y democracia, no violencia y paz. Aparecen en ella palabras clave: desarrollo humano, educación, democracia transparente, dignidad, respeto a las minorías, tolerancia, diversidad, equidad, cuidado de la salud...
Las cosas se pueden hacer bien o hacer mal, y posiblemente cueste lo mismo hacerlas de una manera u otra...¿por qué nos resultará tan difícil hacer lo correcto?. 

ooOoo

                                           Vituco explorador…
Museo del Prado

12 de febrero
25 de mayo de 2014

Jean Fouquet, La Virgen con el Niño y ángeles, hacia 1452. 

Amberes, Real Museo de Bellas Artes © Lukas – Art in Flanders VZW / Royal Museum of Fine Arts Antwerp, 

photo Hugo Maertens

ooOoo

Querido Miguel Angelo, el cuadro es bien bonito, como diría nuestro común amigo Josantonio, pero no entiendo que tiene que ver con el relato de nuestro distinguido novelista Vituco.

ooOoo

Muy querido y estimado Pepe, 
muchas gracias por apreciar tan maravilloso cuadro que, hasta mañana, se puede contemplar en en Museo del Prado de Madrid.
Yo tampoco se que tienen que ver ambas realidades…
Pero sigo:

Santa María Magdalena
Quentin Massys 
Lovaina (1466-1530)
Oleo sobre tabla 45 x 29 cm
Museo Real de Bellas Artes (Amberes, Belgica)

ooOoo

Porque es mucho más fácil destruir que crear, imagina un bosque que tarda cien años en crearse y se destruye en horas, o un cuadro que puedes tardar días o meses, o incluso años en hacerlo, y si le plantamos fuego, en diez minutos no queda nada. Bueno, esta regla se cumple en el 99,99 % de las veces, solo conozco una excepción, Albertiño,  puede pintar un cuadro en cinco minutos y el fuego sigue tardando diez en consumirlo. 
En otro orden de cosas avisale a Miguel que no cuelgue Virgenes en la Web, ya sabes como se pone con ellas....

ado ado

ooOoo

Ado Ado3 no metas cizaña que de momento solo envié una virgen, el segundo envío (cuadro de Quentin Massys), debido a un error involuntario del remitente que omitió el título, es Santa María Magdalena, que de virgen creo que tenía mas bien poco, y sino que se lo pregunten a un tal Jesus de Nazareth. 
Calenturientos hombre¡, que ya no tenéis edad…

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