En una conversación coloquial, aunque se celebre entre amigos donde el respeto resulte preservado, es indudable la dificultad para mantener exposiciones ordenadas, que no sufran interrupciones. Todo debate es positivo si se deja oportunidad de explicarse a todos los que quieran intervenir, todo coloquio se enriquece al aportar puntos de vista distintos y no necesariamente excluyentes, pero tiene que estar presidido por el orden. Hoy, desgraciadamente, abundan los programas televisivos en que todo es griterío, confusión, algarabía, que no aportan ningún valor, salvo el morbo de ver a unas personas en directo lanzarse unas a otras invectivas y desplantes con el único fin de medir sus egos y lograr cuota de pantalla. Si recapacitamos sobre nuestra conducta concluiremos que en ocasiones nosotros actuamos de la misma manera, y esto no es nada bueno...
Uno de nuestros temas favoritos es la política, o más bien meternos con los políticos, a los que achacamos la culpa de todo lo que pasa. Estoy convencido de que simplificamos demasiado y nos volvemos simples.
Siempre he dicho que la política (y sus hechos) son una consecuencia de la sociedad que la apoya. Nuestros políticos serán mejores o peores en la medida en que nosotros lo seamos.
Pero comencemos por el principio...
La democracia, como forma de gobierno o de representación social, se sustenta en comportamientos sociales y éstos en comportamientos individuales. ¿Somos en realidad demócratas...?. ¿Aceptamos otras opiniones, las confrontamos con la razón, las debatimos...?. ¿Aceptamos que nuestro punto de vista quede en minoría...?. ¿Aceptamos las reglas, las normas, las respetamos...?. Yo diría que no siempre es así...
Sin embargo nuestro pais es democrático, cuenta con un sistema contrastado de democracia indirecta o democracia representativa. Y ha funcionado perfectamente, aunque en la actualidad parece que para algunos no sirva para nada. Se está cuestionando el modelo, se quiere reducir, simplificar, iniciando un peligroso camino que nos puede llevar a serios problemas, a una pérdida de las libertades, a un atavismo social.
Desde la Costitución de 1978 es innegable que España progresó de manera evidente. Vivimos en un Estado de Derecho. Los ciudadanos españoles se dotaron de un sistema político que nos volvió a situar en el mapa de las libertades europeas. En España tenemos una monarquía constitucional y están claramente divididos los poderes. Disponemos de Instituciones con funciones definidas: el Congreso de los Diputados, el Senado, el Consejo General del Poder Judicial, La Corona, el Tribunal de Cuentas, el Consejo de Estado, el Tribunal Constitucional, el Defensor del Pueblo... Se optó por un modelo descentralizado, formado por las Autonomías, que intentaron llegar cerca del ciudadano para darle un mejor servicio.
¿Por qué ponemos ahora todo en solfa?.¿Es qué solo importa el dinero?.
¿Sabemos como funcionan "realmente" las Instituciones?.
¿Conocemos los procesos legislativos, por ejemplo...?.
Probablemente no.
Como ciudadanos nos limitamos a votar a la opción que nos parece mejor y después esperamos que nos resuelvan los problemas. Nos limitamos a leer la prensa o ver o escuchar las noticias (las de los medios que nos parezcan mejor) y a criticar en conversaciones tabernarias a quien o a quienes nos parezca peor. Y acabamos siempre con la frase lapidaria de rigor: "todos los políticos son iguales". Y nos quedamos tan anchos, con la verdad irrefutable de nuestra parte, como siempre...
Una vez más afirmo que ni todos los políticos son iguales ni todas las personas son iguales, como tampoco lo son las ideologías. Y lo afirmo porque ni nuestra manera de ser es idéntica a la de los otros (mirémonos a nosotros mismos), ni todos los políticos gobiernan de la misma manera.
EL PODER LEGISLATIVO.
El gobierno español para legislar (crear normas con rango de Ley) puede optar por utilizar varios caminos: Ley Orgánica, Ley Ordinaria, Decreto Legislativo o Decreto Ley.
Por no entrar mucho en materia diré que la Ley Orgánica exige su aprobación por mayoría absoluta en el Congreso y la convalidación en el Senado (aqui vale mayoría simple) y se reserva al Gobierno del Estado. Están sujetas por tanto a trámite parlamentario y a poder ser enmendadas, salvo que la mayoría de gobierno lo impida con sus votos.
Las Leyes Ordinarias emanan de las Cortes Generales (pueden nacer tanto de iniciativas de diputados como de senadores) y de los Parlamentos Autonómicos, y solo requieren mayoría simple. Como en el caso anterior pueden ser enmendadas (obviamente serán menos enmendadas si son presentadas por diputados, diputados autonómicos o senadores del partido del gobierno). Aquí es donde tienen cabida las iniciativas populares, canalizadas a través de los partidos políticos, desgraciadamente una via muy poco utilizada.
Los Decretos Legislativos y los Decretos-Ley son potestad exclusiva del Gobierno de la Nación y entran en vigor desde su publicación en el B.O.E., sin pasar trámite parlamentario. En el plazo de un mes deberán ser ratificadas en el Congreso (mayoría simple) o rechazadas, pero no se pueden modificar; si se quieren enmendar (y el Gobierno y antes su grupo parlamentario aceptan las enmiendas) deberán ser tramitadas como Leyes Ordinarias, y eso obviamente retarda el trámite.
¿Qué ocurre en la práctica?.
Si el Gobierno tiene mayoría en las dos cámaras no hay problema, siempre se asegurará de que sus proyectos de Ley salgan adelante. Pero ¿y si no tiene mayoría, o la tiene sólo en el Congreso (caso gobierno anterior)?. Pues tiene dos opciones: someter sus proyectos de Ley a las cámaras y pactar con las otras fuerzas políticas, admitiendo enmiendas y un trámite más lento, o bien legislar mediante Decretos Legislativos o Decretos-Ley, saltándose el parlamentarismo y convalidando el Decreto antes de los preceptivos 30 dias en el Congreso. (Incluso en el supuesto de que el Decreto fuese rechazado en el trámite parlamentario, el Gobierno tiene la potestad de convalidarlo tal como se presentó).
Los procedimientos normativos del Decreto Legislativo y del Decreto-Ley se deben utilizar sólo en supuestos de "urgente necesidad", como por ejemplo medidas urgentes en casos de catástrofes, o en aquellos casos en que se deban tramitar de manera más abreviada por necesidad imperiosa y siempre tienen caracter temporal (necesariamente se deben convertir en leyes), pero permiten al gobierno de turno, finalmente, convalidarlos sin modificaciones o enmiendas.
Pues bien, todo este rollo para decir que el Gobierno de Rodriguez Zapatero (sin mayoría en el Senado, como ya se dijo) utilizó la, llamémosle vía "tramposa" de los Reales Decretos Legislativos o los Reales Decretos Leyes, en las siguientes ocasiones:
Año 2011....................23 veces.
Año 2010....................15 veces.
Año 2009....................14 veces.
Año 2008....................12 veces.
Año 2007....................13 veces.
Año 2006....................13 veces
Año 2005....................16 veces.
Año 2004....................19 veces.
Sin embargo el Gobierno de Rajoy, hasta finales de octubre de este año 2012 y con mayoría absoluta en el Congreso y en el Senado, la utilizó la friolera de 29 veces (va a crecer, sin duda). Y desde luego no podemos admitir que se debe sólo a la crisis, ya que con crisis llevamos unos cuantos años...
¡¡¡¡¡VEINTINUEVE VECES YA!!!!.
Para no extenderme, el contenido de los Reales Decretos sancionados lo comentaré en un próximo envío. Recuerdo que es un sistema que debería utilizarse excepcionalmente y cuando las causas urgentes de esa excepcionalidad así lo aconsejen. Es evidente que el Gobierno de Zapatero lo utilizó no sólo en esos supuestos, sino que lo hizo para poder gobernar sin que sus proyectos fuesen modificados de forma significativa, para evitar renunciar a sus principios ideológicos. No es una forma idónea, desde luego, pero podemos asumir que si no quería que sus propuestas se eternizaran en las cámaras (la del Senado especialmente, donde estaba en minoría), o se las modificasen desvirtuando su esencia, no le quedaba otra opción.
Lo que ya no parece tan lógico es que un gobierno con mayoría absoluta utilice esta vía, aunque esté aceptada democráticamente. En resumen: Rajoy lo tiene mucho más fácil que Zapatero, su gobierno puede legislar como le dé la gana, pues goza de amplia mayoría en ambas cámaras. ¿Por qué entonces hurta el trámite parlamentario, a sabiendas de que no va a tener problemas para sacar sus propuestas adelante en tiempo y forma?. Se me ocurren varios motivos, pero voy a decir sólo el principal: "Porque Rajoy no es igual a Zapatero". Y con esto añado que el comportamiento de Rajoy (y su partido) es menos democrático que el comportamiento de Zapatero (y su partido).
(Continuará...)
No hay comentarios:
Publicar un comentario