08 septiembre 2015

CUMPLE LAGUITO

Buenos dias Caballero, espere un poquito para darte tiempo a levantarte porque a la gente mayor y/o enferma
hay que cuidarla
FELICIDADEEEEEEES
Eempieza a cuidarte, yo estuve genial hasta los 58, a partir de ahi me fui deteriorando hasta limites insospechados, evidentemente no tanto como el Reverendo al que ya ves hace una semana que cumplio la edad que tu cumples hoy y ya empezaron a ponerle piezas de repuesto, y ya sabes se empieza por un diente y se termina por ....
Yo de momento sigo con las piezas originales per porque me cuido mucho.
En fin AMIGO que pases un gran dia y que al menos sea sin dolor.

ooOoo

Menos mal que está el JA para recordar los cumpleaños.
Felicidades JML

ooOoo


SENSIBILIDAD Y BELLEZA

La exquisita sensibilidad de Satie y la maravillosa belleza del mundo en que vivimos.

¿Deus sive natura?.

LA DAMA DE BLANCO

Regresaba cierto día a casa cuando la vi. Caminaba unos cuantos metros por delante de mi, en el mismo sentido que yo, y lo primero que me llamó la atención fué su vaporoso vestido de color blanco. Era rubia, llevaba el pelo corto, y pude entrever su cara al tiempo que giraba su cuello ligeramente a uno y otro lado para dirigir la palabra a sus acompañantes o para escucharlos mientras éstos le hablaban; se trataba de una mujer joven, aunque tal vez deba decir que a medida que voy cumpliendo años todas las personas me van pareciendo cada vez más jóvenes, por lo que precisaré que le calculé mediada la cuarentena. Superaba bien la estatura media, era delgada y en conjunto atractiva, a pesar de que el rostro entrevisto me pareció un tanto anguloso, de una cierta dureza. El declinante sol caía en la tarde y mostraba la silueta de la mujer al trasluz; sus piernas, ligeramente arqueadas y delgadas, aparecían expuestas cuan largas eran hasta su nacimiento y aún más allá, casi hasta la cintura, debido a que el forro del níveo vestido había quedado mal colocado, en un imperdonable error de la mujer al vestirse. La visión resultaba turbadora en un doble sentido, ya que era a la vez poderosamente atrayente y al tiempo evidenciaba la posesión de una impudicia inconsciente en su portadora. En mi interior anidaba la certeza de que si la mujer hubiese tenido verdadera conciencia de su aspecto, sin duda se sentiría avergonzada...
Daban ganas de advertirla discretamente, pero pensé que sus acompañantes, que deduje que eran su pareja y su hijo - este jugaba con su bicicleta -, lo harían en algún momento - el hombre a veces se rezagaba, cuidando de que el hijo no se cayese, y podría percatarse de ello - pero en el rato que les seguí esto no sucedió.
Los perdí de vista al entrar en el portal de mi casa y me quedé pensando durante un buen rato que podía ser un excelente tema para una narración breve. Me recordó a las imaginarias mujeres de Carstairs que describe Alice Munro en la colección de cuentos que estoy leyendo; sin duda esta autora de gran sensibilidad podría fabular con su portentosa maestría una buena historia para mi dama de blanco...
De un tiempo a esta parte enterarme de las noticias - y sobre todo del modo en que éstas nos son presentadas - me repulsa, me pone enfermo o de mal humor, por lo que me refugio en la lectura, en ese otro mundo pretendidamente ficticio, pero que las más de las veces es real: "es propio de la realidad imitar al arte, o tal vez es propio de la realidad imitar la ficción", no recuerdo bien de quien es la cita. Michel de Montaigne decía que se lee por ostentación, por saber o por placer; creo que está en lo cierto, pues la vanidad inevitablemente está casi siempre presente: ¿o acaso escribir esto y pretender que sea leído no es en si misma una muestra de vanidad?; Antonio Machado escribió en sus Probervios y Cantares: "¿Dónde está la utilidad de nuestras utilidades?, volvamos a la verdad: vanidad de vanidades". Sin embargo también es cierto que la lectura nos acerca al saber y que la estética de la escritura, su amenidad, nos produce sin duda placer.
El saber como producto de la lectura...
Decía Séneca que la sabiduría es equivalente a las riquezas. El saber nos importa y mucho, pero a veces lo que sabemos - o lo que creemos saber - nos juega malas pasadas, y de manera invariable las personas queremos siempre "tener la razón". El saber es un absoluto inalcanzable: no existe, ni existió, ni existirá ninguna persona que aglutine todo el saber. A menudo empleamos la palabra "sabio" de manera inadecuada, cuando en realidad deberíamos emplear sustitutivamente los términos "especialista", "maestro" o "experto": los sabios no existen. ¿Por qué se le llama "sabio", por ejemplo, a un experto en fiscalidad, que ni siquiera conoce el alcance real que van a tener sus propuestas en la sociedad en la que vive?. Las personas que realmente tienen más conocimientos por lo general suelen ser humildes, y a menudo con aspecto de despistadas, como si se encontrasen fuera de lugar, descolocadas en el mundo que las rodea. Es una realidad que mientras más se lea más nos damos cuenta de lo poco que sabemos y que cada libro que leemos nos abre nuevas incógnitas.
Tener la razón - demostrar que "sabemos" - puede en apariencia hacernos sentir "colocados" en una mejor posición social, o al menos vernos "reconocidos" como personas poseedoras de un cierto nivel cultural, pero...¡cuidado!...porque cuando exponemos nuestro saber estamos demostrando lo que somos: "quamtum scimus sumus", dice un viejo proverbio latino..."somos lo que sabemos".
El tiempo y el saber son enemigos irreconciliables. Nuestra vida es finita, a menos que exista una vida más allá de la muerte y nos impongamos la idea del "eterno retorno", pero hasta ahora nadie nos ha dado muchas pistas acerca de ello, por lo que es mejor que nos circunscribamos a nuestra vida terrenal. Kant decía acerca de la eternidad que "tanto en el espacio como en el tiempo, de los sucesivos períodos de la eternidad, la parte futura siempre es ilimitada y la parte pasada limitada, la esfera de la naturaleza formada es siempre una parte infinitamente pequeña de aquella esencia". Somos pues finitos dentro de la eternidad y la utilización que hagamos de nuestro tiempo de vida es esencial para nuestro aprendizaje. Volviendo a Machado: "nuestras horas son minutos cuando esperamos saber, y siglos cuando sabemos lo que se puede aprender".
A menudo me pregunto acerca de mis actos como persona, alcanzando la reflexión mi comportamiento en el ámbito profesional, aún ahora que he abandonado el mundo laboral: en mi responsabilidad, ¿la he desempeñado correctamente?, ¿estoy conforme con mi actuación...?. Evidentemente recapacito con largueza sobre ello, intento realizar una autovaloración crítica en la que debo también tratar de tener presente la opinión de los demás para contrastarla con la mía, en pos de la objetividad; de todas las maneras siempre llego a la misma conclusión: sin duda lo pude haber hecho mejor, no puedo estar satisfecho. Cito a Ernst Jünger que en su obra "Los acantilados de mármol" escribió: "cuando los humanos realizamos las tareas de las profesiones que nos han sido asignadas, lo que hacemos es desempeñar nuestro cargo, y sin embargo, resulta extraño que en esos momentos nos sobrecoja un intenso sentimiento de incolumidad". ¿Es posible?...cuanto más reflexiono sobre este punto, más llego a la conclusión de que efectivamente, la mayoría de las personas tienen la firme creencia de que han actuado en ausencia de errores o defectos y sin embargo sus actos no lo evidencian así. En general se es muy crítico con la actuación de los demás, al tiempo que se utilizan criterios mucho más laxos para con uno mismo. ¿Por qué actuamos de esta manera?. 
La explicación fácil es achacar a uno mismo "el querer tener siempre la razón", "el tener nuestras razones" en detrimento de las posiciones de los demás, que tratamos de descalificar. En apariencia así quedan justificados nuestros actos. Ciertamente existen algunos iluminados, que como en la mística judía, "son aquellos capaces de contemplar lo que no se puede expresar con palabras". Sin embargo no siempre tenemos la razón, aunque nos pongamos cabezones, y la verdadera sabiduría consiste en conocer - y reconocer -  nuestros propios límites. A menudo se nos escapan muchas cosas, datos que se nos pasan desapercibidos: cuando estuve en Roma y visité el Panteón reparé en el famoso "elefantino" de Bernini, situado en la Piazza della Minerva, sobre el cual quedó instalado un obelisco egipcio; más de tres mil años lo contemplan, y muchos no lo ven, sólo ven el elefante, pero yo entonces no supe que en la misma plaza existe una inscripción que dice..."Se requiere una mente robusta para sostener una sólida sabiduría". ¡Qué hermosa metáfora!: sin duda me queda mucho camino por recorrer...y aprender.
Quiero referirme al poder de la palabra...
Me he desviado de la cuestión, ya que en realidad he querido hablar de literatura, de poesía en especial, y he comenzado con una imagen concreta que ya quedó narrada torpemente. La palabra, sobre todo la escrita - ya que está expresada e impresa y se puede volver sobre ella cuantas veces se quiera sin que ésta se haya modificado - es descriptiva; con palabras intentamos expresar lo que vemos, lo que sentimos, lo que pensamos o lo que imaginamos. Alguien puede desear refutar la primacía de la palabra escrita sobre la oral: se atribuye a Clemente de Alejandría la frase "lo más prudente es no escribir sino aprender y enseñar de viva voz, porque lo escrito queda"; Estèphane Mallarmé fué mucho más allá: "el mundo existe para llegar a un libro". Ambas citas están contenidas en el relato "El culto a los libros" de Borges, quien resuelve la controversia de manera magistral: el predominio de la palabra escrita sobre la hablada, de la pluma sobre la voz, es un proceso mental evolutivo. Dicho queda.
La poesía, como la arqueología, sirve para suponer más que para saber: Paul Valèry escribió que la literatura es el arte de hablar para no decir nada, pero para sugerirlo todo...Recuerdo un cuento de Italo Calvino titulado "La gran bonanza de las Antillas"; en el se narra el encuentro entre dos galeones, uno español y otro inglés, en medio de una interminable encalmada, ambos incapaces de maniobrar en su insufrible inmovilidad provocada por la ausencia de viento. Y sin embargo el relato es ágil y ameno, lleno de expectativas y ansiedades; pura suposición del inicio de unas hostilidades que el equilibrio inestable no permite comenzar. Me gustó mucho también su cuento "La oveja negra" que tiene un comienzo demoledor: "Érase un país donde todos eran ladrones". En el, los ricos del país tienen una gran idea: "Paguemos a los pobres para que vayan a robar por nuestra cuenta", y se firmaron contratos, se establecieron salarios, los porcentajes de participación en función del botín...naturalmente, como todos eran ladrones, trataban de engañarse unos a otros. Pero, como suele suceder, los ricos se hacían cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. ¿Será cierto aquello de que es propio de la realidad imitar a la ficción...?.
Algunos escritores se anticiparon a su tiempo y predijeron el futuro: Wells, Verne, Huxley, Asimov, Orwell...; en su día sus obras se declararon como futuristas, de "ciencia ficción" o simplemente imaginativas, y sin embargo hoy, en buena parte, las predicciones se han visto cumplidas. Es el caso de Simone de Beauvoir, que en "Las bellas imágenes" describió más allá de la controversia entre capitalismo y socialismo una sociedad corrompida, de mentalidad consumista, en la que se trata a los seres humanos como mercancía, objetos intercambiables y hasta con precio, una sociedad sin valores en la que el patrón del dinero campa a sus anchas, una sociedad amoral, cínica, hipócrita, en la que la pretendida verdad capitalista de que el progreso económico traerá la justicia social ya ha quedado claramente en entredicho. Hace casi cincuenta años desde que la Beauvoir predijo los males de la sociedad actual, que ya habían germinado en la suya, y su pensamiento sigue vigente, como tantos otros de intelectuales a los que casi nadie quiso escuchar.
Pero en el mundo de la palabra hay que tener claridad: ésta se debe entender, a pesar de que exija un cierto esfuerzo intelectual. El propio Paul Valèry afirmaba que "la claridad solo nos sirve para que no nos paremos en la lectura", pero la frase en realidad pretende expresar lo contrario, y el adverbio que se utiliza es la clave para adentrarnos en el doble significado de la misma: en ocasiones no es posible simplificar, porque lo que se quiere expresar es de una complejidad tal que no lo permite. Jorge Luis Borges es uno de esos autores a los que resulta "difícil" leer por su erudición, por su complejidad, por sus innumerables citas de otros autores y de los clásicos, pero en absoluto se le puede acusar de falta de claridad, si bien conviene - para entender el significado de lo que dice - tener a mano una enciclopedia y a ser posible una buena biblioteca. Dentro de sus colecciones de cuentos me impactó un pequeño relato contenido en los recogidos bajo el titulo "Elogio de la sombra", de 1969 y llamado "Una oración", en el que escribió: "Desconocemos los designios del universo, pero sabemos que razonar con lucidez y obrar con justicia es ayudar a esos designios, que no nos serán revelados". Él, que tanto uso dio a las metáforas, personificó una: quedó ciego, y a pesar de ello era clarividente; en el maravilloso relato titulado "El otro" escribió: "cuando alcances mi edad - estaba entonces cerca de los setenta - habrás perdido casi por completo la vista. Verás el color amarillo y sombras y luces. No te preocupes. La ceguera gradual no es una cosa trágica. Es como un lento atardecer de verano". Borges era poeta, un humanista, férreo defensor de la intelectualidad, de la razón, de la palabra, pero también era muy consciente de las debilidades humanas, del poder de la ignorancia, de sus propias limitaciones, que procuraba a menudo exponer sarcásticamente; en "El arte de injuriar" incluyó una anécdota de un tal doctor Henderson, que en una discusión, tras serle arrojado a la cara el contenido de un vaso de vino, con la típica flema británica no se inmutó y replicó a su ofensor: "Esto, señor, es una disgresión, espero su argumento". ¿Existe mejor metáfora acerca del poder de la palabra?. 
Dije que la visión de la "dama de blanco" podría ser un buen inicio para un relato de Alice Munro. Uno de sus cuentos versa sobre una bibliotecaria que se establece en la población canadiense de Carstairs, la cual recibe una carta de un soldado de la misma población, que participa en la primera gran guerra, al que no conoce. Contesta a esa carta y se establece una comunicación epistolar cada vez más íntima que remata en una declaración de amor del soldado. Más adelante las cartas de este cesan y la bibliotecaria intenta saber su situación: no hay confirmación, por las listas que se publican por parte del Estado Canadiense, de que haya muerto en la contienda. Por azar la bibliotecaria se entera de que tenía novia y estaba prometido; un buen día el periódico revela que se va celebrar una fiesta de bienvenida en honor del soldado, que regresa a su hogar. La bibliotecaria decide no ir y paulatinamente se olvidará del asunto, aunque llega a saber que el soldado cumple su promesa y contrae matrimonio con su novia oficial. La vida sigue y años más tarde ve reflejado su nombre en la columna de sucesos del periódico local: un trágico accidente ha acabado con su vida, decapitado tras resultar atrapado por una máquina del aserradero en donde trabajaba. Ella decide que tampoco acudirá al entierro. La narración se basa en un hecho inquietante: la bibliotecaria no llegó a conocer al soldado, pero éste si la conoció a ella. Frecuentaba la biblioteca y lo siguió haciendo tras su regreso del frente bélico, hasta que el accidente truncó esa costumbre. Se llevaba libros sin pasar por el registro y en una ocasión dejó una nota anónima y excusatoria que confirmó lo que ya sabía la bibliotecaria: "estaba prometido antes de marcharme al extranjero". La narradora introduce un nuevo personaje para resolver el relato; es el dueño de la empresa donde se produjo el accidente, el cual, encargado por la esposa del fallecido, va a devolver los libros a la biblioteca. Alice Munro lo inviste de dignidad y de responsabilidad: es el tipo de persona que siempre acaba sabiendo y asumiendo lo que se debe hacer en cada momento. Su forma de proceder era la siguiente: pensarlo todo una y otra vez, permanecer en segundo plano salvo en caso de necesidad, mantener la dignidad y siempre tratar de ser justo. Conoce a la bibliotecaria y comienza a visitar la biblioteca con frecuencia; comenzó a apreciar la tranquilidad que emana de los libros, a contemplar la calle mayor desde la quietud del interior. Estar alli, leyendo y reflexionando, en lugar de hacerlo en su domicilio, se le antojaba como estar dando algo. Había una expresión que le gustaba aplicarse a si mismo por su significado: funcionario público. Hoy ese sentido se denigra y se ha perdido su esencia de servicio, como el de tantas otras profesiones.
La bibliotecaria le exigió detalles de la muerte de su fallido pretendiente. La narración del empresario es conmovedora y de una dignidad apabullante:
"...Los gritos y las preguntas y las carreras, él en medio de todo, arrastrado hacia el aserradero. Un hombre se había desmayado, cayéndose en tal postura que si no hubieran desconectado la sierra un momento antes también le habría cogido. Fue su cuerpo, postrado pero entero el que confundió por unos segundos con el de la víctima. Oh, no, no. Le empujaron. El serrín estaba teñido de escarlata. Empapado, brillante. Los tablones estaban alegremente salpicados, y las hojas. Un montón de ropas de trabajo chorreantes de sangre yacía en el serrín y él comprendió que era el cuerpo, el tronco con los miembros. Lo primero que pensó fué tapar aquello. Se quitó la chaqueta y lo hizo. Tuvo que acercarse; sus zapatos chapotearon...ordenó que avisaran al médico, pensaba que era necesario. Cuando hay una muerte, tiene que haber un médico. Lo demás se puso en movimiento por si solo. Médico, funeraria, ataúd, flores, sacerdote. Darles algo que hacer. Retirar el serrín, limpiar la sierra. Mandar a los hombres que estaban cerca a lavarse. Llevar al comedor al hombre que se había desmayado. ¿Está bien?. Que la secretaria prepare té.
Faltaba algo. ¿Dónde estaba?. Allí, dijeron. Ahí. Oyó vomitar a alguien, no lejos. Muy bien. O la cogía él o le decía a alguien que la cogiese. El ruido del vómito le salvó, le estabilizó, le dio una determinación casi risueña. La cogió. La llevó con delicadeza, pero aferrándola bien, como se podría llevar un jarrón incómodo pero valioso. Apretando la cabeza contra su pecho, para que nadie la viese, como mimándola. La sangre se filtró por la camisa y le pegó la tela a la piel. Estaba caliente. Tuvo la sensación de estar herido. Era consciente de que le observaban...¿qué hacer con aquella cabeza, una vez que la tenía apretada contra su pecho?. También para eso le llegó la respuesta. Colocarla, ponerla donde le correspondía, desde luego no con absoluta precisión, como si se tratase de ajustarla. Sólo ajustarla más o menos, levantar la chaqueta y ponerla de otra manera".
El fabuloso y casi mágico poder descriptivo de la palabra...
Me gusta leer y aprovecho cualquier lugar y situación para hacerlo; en el sillón de mi estudio, en una sala de espera, en la cama, en un parque, estando convaleciente por enfermedad, cuando voy de acompañante de algún familiar cercano y quedo a la espera, en los hoteles...leer me da sosiego, me equilibra, me relaja, me abre la mente, consigue que pueda acercarme a la comprensión del punto de vista de los demás, me enriquece, me hace más tolerante y quizá me vuelva más tolerable. El gusto por la lectura también supone el reconocimiento al esfuerzo de los autores por dar a conocer sus obras; como el arquitecto que idea volúmenes y formas, y de inmediato piensa en los cimientos necesarios para soportar la carga, los contrafuertes, el diseño de los espacios interiores, los ornamentos; como el pintor que ve con su imaginación lo que quiere plasmar en un lienzo o en una pared, o en cualquier otra superficie, y ya sabe que colores utilizar, los trazos, el tamaño, la profundidad que desea, la composición; como el músico que imagina la melodía central de una pieza, busca los tonos, el ritmo, las melodías secundarias, los instrumentos que deben utilizarse en cada momento; todo está en la mente y es el esfuerzo intelectual de darle forma lo que se pone en valor, el afán de superación, la búsqueda de la belleza, de la perfección, de una meta elevada, como si se tratara de un científico que anhela encontrar la fórmula en la que está investigando durante años de manera febril. Los creadores, en tanto mujeres u hombres, en su condición humana, se saben imperfectos; a veces caen en el desánimo, pero se vuelven a levantar para continuar perseverando en el camino de la perfección, de esa perfección que nunca lograrán alcanzar, pero a la que se acercan. Italo Calvino lo sabía bien y por eso en su desasosegante convicción de la imposibilidad de realizar una obra perfecta puso en boca de la monja narradora de su relato "El caballero inexistente" una frase lapidaria: "el escribir no me ha cambiado para bien, solo he consumido un poco de ansiosa e inconsciente juventud. Nadie ha dicho que se salve el alma escribiendo. El libro no valdrá más de lo que yo valgo". Como contrapunto transcribo un poema de Charles Baudelaire al que tituló "Elevación":

Por encima de estanques, por encima de valles,
de montañas, de bosques, de nubes y de mares,
más allá de los soles, más allá de los éteres,
más allá de los límites de esferas estrelladas,

Mente mía, te mueves con toda agilidad,
Y, como un nadador que se pasma en las olas,
surcas alegremente la inmensidad profunda
con voluptuosidad indecible y viril.

Vuela lejos de aquí, de estos miasmas morbosos,
sube a purificarte en el cielo más alto,
Y bebe, como un puro y divino licor,
la luz clara que llena los límpidos espacios.

Detrás de los hastíos y las vastas tristezas
que abruman con su peso la brumosa existencia,
feliz aquel que puede con alas vigorosas
alzarse hacia los campos luminosos, serenos.

Aquel cuyas ideas, cual si fueran alondras,
hacia el cielo del alba se elevan libremente,
-¡Quién vuela por encima de la vida y comprende
la lengua de las flores y de las cosas mudas!.

Es la necesidad de escribir que bien describió Pessoa en su "Libro del desasosiego": "Han pasado meses sobre lo último que escribí. Me he mantenido en un sueño del entendimiento mediante el cual he sido otro en la vida. Una sensación de felicidad translaticia ha sido frecuente en mi. No he existido, he sido otro, he vivido sin pensar". "Escribir es vivir" tituló a su obra póstuma José Luis Sampedro, un ex-bancario volcado más tarde en el mundo de la literatura y la filosofía, ¡qué ironía!. Yo no escribo para vivir, pero me arriesgo a exponer un poco de mi a través de la escritura.

Mi memoria se va difuminando. Ignoro si existió realmente la dama de blanco o fue producto de mi imaginación. Puede que tan solo fuese la reencarnación de alguna musa que se me intentó mostrar y que yo no supe reconocer. No soy más que un pobre diletante que carece de la clarividencia de los intelectuales, y por ese motivo debe recurrir permanentemente a ellos para seguir aprendiendo...

COZAZ DE NIÑOZ

La comida se había desarrollado en un ambiente más bien desangelado. El niño parecía mudo, y su padre, que había intentado por todos los medios entablar algún tipo de conversación, no tuvo éxito y muy a su pesar finalmente se rindió y abandonó el esfuerzo, centrándose en dar buena cuenta de lo que le habían servido en el plato. De vez en cuando dirigía una mirada furtiva a su hijo, que permanecía quietecito en la silla, sin pestañear, con sus enormes ojos grises fijos en él. "Mi ex-mujer me lo ha amariconado" - pensó, levemente entristecido y contrariado.
- ¿Desea un café? - preguntó el estirado camarero que le había tocado en suerte en aquel restaurante de alto copete, por el que se había decantado y ahora arrepentido.
La pregunta pilló concentrado en sus pensamientos al hombre, quien en su desconcierto inicial respondió automáticamente:
- Si, por favor...café solo.
Pero cuando ya se alejaba el camarero, se corrigió, le llamó, y solicitó que le sirviera el café en la terraza al aire libre, para de esa manera tener la ocasión de darse el placer de fumar un cigarrillo. Cogió al niño de la mano y lo acompañó a una mesa en la esquina, con buenas vistas, enclavada en una zona donde el tibio sol invernal se esforzaba en mantener en niveles aceptables la temperatura exterior. Se sentaron uno enfrente del otro, y el padre, evitando mirar directamente a su hijo, encendió un Camel light y exhalando el humo tras la primera aspiración, se quedó contemplando distraídamente las montañas circundantes, sobre las que un cielo azul, apenas moteado con alguna esporádica nube, introducía algo de color en aquella tediosa tarde que le esperaba. Llegaban sonidos atenuados del interior, donde los comensales, satisfechos tras la ingesta calórica, daban rienda suelta a su buen humor, circunstancia  que molestó al hombre, que se debía conformar con la mísera e insulsa compañía infantil de su vástago, pertinaz en su mutismo.
- ¿Qué tal está tu mamá? - le preguntó sin mucho interés, con la clara y vaga intención de romper el hielo.
El niño tardó en responder. Apenas había crecido, pese a que sólo lo veía un fin de semana en cada mes, y cada vez que lo hacía lo encontraba más distanciado, más extraño y más huraño. El hombre creía que su ex-esposa lo predisponía en su contra.
- Mamá se fué a casa de la abuela Tere - respondió al fin.
- ¿Eso es lo que te dice?, ¿estás seguro de que se va con la abuela? - preguntó maliciosamente el padre, pensando que tal vez de esa manera el hijo le confirmase su impresión de que ella ya había llenado el hueco que él había dejado.
- Si - contestó el niño, y se encogió de hombros, como dando a entender que le daba igual donde y con quien estuviera su madre: era su madre y punto.
El padre volvió a preguntar, ya en tono más comedido y conciliador:
- ¿Echas de menos a mamá?.
El niño le espetó una mirada cargada de sorpresa...
- ¡Pues claro! - respondió - mamá juega mucho conmigo, me da muchos abrazos y besos, y siempre me dice que me quiere.
El hombre no esperaba ese golpe bajo. Lo encajó como pudo, enfocó los grandes ojos del niño, que ahora le parecieron tristes y apagados, y provocaron que el corazón le subiera de revoluciones. Levemente conmovido en su interior, le dijo con suavidad:
- ¡Yo también te quiero, Mario!. Es solo que apenas me diriges la palabra, como si siempre estuvieses enfadado conmigo...
En ese momento un niño de ricitos rubios, endomingado y pizpireto hizo su aparición procedente del comedor. Se dirigió a la balaustrada de la terraza y desde alli dirigió su mirada hacia la mesa donde estaban sentados. Tras unos instantes en los que permaneció balanceándose, como acompasando su cuerpo al ritmo de una música interior, se acercó a la mesa, atraído por la presencia del otro pequeño.
- ¡Mi mami me dijo que podía zalir a jugar! - dijo a modo de saludo.
- ¿Te guzta jugar? - añadió con su vocecita chillona, que desagradó sobremanera al padre del niño.
El hijo no contestó, limitándose a mirarle con cierta curiosidad y atención. Parecían de la misma edad.
- ¡Tengo muchoz juguetez! - volvió a decir aquella cargante criatura.
- ¡Pero miz papáz me dicen que no debo jugar con dezconocidoz! - añadió un instante antes de darse la vuelta girando como en un ballet con sus bracitos extendidos por encima de su cabeza.
El padre contempló a su hijo por la espalda - se había vuelto hacia el otro niño, siguiendo sus evoluciones, pero permanecía sentado en su silla.
- ¿No tienez lengua? - le preguntó el engendro.
Su hijo siguió enmudecido y extremadamente quieto.
- ¿Ez que no zabez hablar? - insistió el insolente párvulo.
El padre observó con curiosidad a su hijo, que se había levantado con mucha parsimonia. Vio que se acercaba lentamente al otro niño, sin mencionar palabra, y de manera inesperada pero firme lo agarró por los bonitos y llamativos rizos rubios y lo zarandeó, provocando el inmediato llanto de aquel más que probable futuro galán protagonista de películas de cine para adolescentes histéricas. El niño salió disparado con la cara congestionada hacia el interior del restaurante, hipando y sollozando con un volumen desproporcionado para su tamaño. Al cabo de un par de minutos reapareció triunfalmente de la mano de su madre, ésta enfundada en un bonito, caro y escotado vestido color champán que resaltaba el bronceado de su piel - que el padre dedujo adquirido en cabina de rayos uva de "solarium" de "high standing" - al tiempo que preguntó con una desagradable voz aguda y nasal, que no cuadraba en absoluto con su aspecto:
- ¿Qué le ha hecho el monstruo de su hijo a mi niño?.
El padre evaluó unos instantes tanto la respuesta conveniente como la apariencia, que le pareció pretenciosa e inapropiada, de madre e hijo.
- ¡Nada! - respondió el hombre con una sonrisa franca y conciliadora - ¡no le ha hecho absolutamente nada!.
- ¡Cozaz de niñoz! - añadió con sorna, mientras tomaba de la mano a su hijo, que contemplaba empecinado en su mutismo la escena, y acto seguido procedió a abandonar la terraza del restaurante, dejando tras de si a aquel repelente y lloroso niño, y a su elegante, guapa, bronceada y ahora boquiabierta mamá.
- ¡Sabes! - le dijo con indisimulado orgullo a su hijo - ¡creo que de ahora en adelante nos vamos a ir entendiendo mejor!. 
Y el padre atrajo hacia sí a su hijo, tomándolo por los hombros, mientras éste extendía su bracito izquierdo para abrazar la cintura de su progenitor...

ooOoo

Cuando veo esta letra tan pequeña que pones últimamente me da un tembleque en la pierna izquierda y se me sube el hombro derecho de forma espasmódica…
El relato muy bueno.

ooOoo

Jooooder, como se nota que no has tenido hijo, de lo contrario sabrias la cara de jilipollas que te queda cuando esto ocurre. Que ocurre.

LA SOLEDAD

La discusión comenzó como empiezan todas las discusiones: por disparidad de criterios. Ninguno de los dos cónyuges tuvo la sensibilidad de ceder y el tono se elevó, hasta sobrepasar ese momento en que los egos se imponen definitivamente y nadie da ya su brazo a torcer. ¿La razón?, la educación y el mal comportamiento de su hijo adolescente, en plena efervescencia hormonal, y el punto de vista encontrado de ambos progenitores. ¿Quién tenía la razón?...pues como suele ocurrir, los dos la tenían, ya que en estos delicados asuntos resulta muy difícil atinar con la mejor estrategia: ésta solo se revelará acertada o no con los resultados, y para ello tiene que transcurrir un cierto tiempo de verificación. A priori no es posible considerar apropiada con certeza ninguna decisión en muchos aspectos de la vida, especialmente en aquellos que afectan a las relaciones personales.
El hecho es que se discutió con vehemencia y no se llegó a ningún acuerdo; más bien se impuso el desencuentro, las posiciones quedaron enconadas y en ese punto siempre es bienvenida una pausa, un alejamiento temporal que dé lugar a una reflexión fría sin la presencia de los siempre presionantes aspectos emocionales, que restan racionalidad a las decisiones. Diremos aqui que el padre - al que llamaremos Ramón - estaba atravesando una cierta crisis personal y su estado anímico no se hallaba en su mejor momento, por lo que solía tener cierta tendencia a alterarse y perder el control en los últimos tiempos. Por su parte la esposa - a la que llamaremos Ramona para preservar la justa ecuanimidad incluso con el nombre - había tenido que soportar en fechas recientes un incremento significativo de la carga de trabajo en su empresa, lo que le había llevado a su vez a un inevitable cansancio y malestar que se habían traducido en un incremento de su agresividad verbal. El caldo de cultivo, por tanto, no era el adecuado para discutir con la debida serenidad de un aspecto tan importante como es el que afecta al comportamiento inadecuado de un hijo díscolo, hasta arriba de testosterona.
El distanciamiento, por tanto, ya se había producido y era necesario. Tomó la iniciativa Ramón, simplemente porque sucedió que Ramona en ese momento estaba ocupada recogiendo los restos del desayuno - era sábado y ambos se habían levantado muy temprano, con idea de pasar el dia fuera de casa - y salió dando un portazo, con la cabeza caliente y un humor de perros. Ramona, inclinada sobre el fregadero, meneó a su vez la testa, que también se encontraba en ebullición, y suspiró para sus adentros con aire afligido. Ramón tomó el ascensor y se dirigió al garaje, abrió la puerta de su automóvil y lo arrancó, abandonando el edificio sin un rumbo predeterminado. A partir de ese momento, en la cabeza de Ramón, se produjo una especie de vacío en su noción del espacio/tiempo: conducía en automático, veía las señales y la vía por la que circulaba, pero "no sabía" por donde lo hacía, ni era consciente del tiempo que empleaba en su desplazamiento. En otras palabras: en su cabeza "sólo" se repetía y repetía la escena íntegra de la discusión con su esposa, como en una secuencia interminable...había entrado en un bucle y era incapaz de salir de él.
Pasado un cierto tiempo, en el cual Ramón, como ya se dijo, no fué consciente de su entorno, se vio conduciendo por el margen de un río, cuyo nombre iba repitiéndose en los carteles informativos que habían sido colocados al inicio de cada uno de los puentes que lo atravesaban. Se quedó inconscientemente con el nombre del río y su subconsciente se aferró a el para continuar su camino hacia no sabía donde. Pronto se encontró con una fea comarca, dominada por el gris, con tierra gris y grises construcciones abandonadas, testigos de otro tiempo en los que la minería operó como un triste y mortífero modo de vida, pero necesario para mejorar el porvenir de muchas personas y el de sus familias. Todavía era invierno, aunque avanzado, y ni siquiera los álamos que punteaban el camino suavizaban aquel deprimente ambiente grisáceo con el verdor de sus hojas. La carretera ascendía levemente y algunas formaciones rocosas fueron descubriéndose poco a poco a lo lejos. A partir de un cierto momento el río desapareció, aunque los nombres de los pueblos que iba atravesando el vial continuaban incluyendo su nombre a modo de apellido comarcal.
Al pie de un pueblo ya de cierta magnitud tomó sin detenerse un desvío que le hizo subir hacia un puerto. Comenzó a caer una fina lluvia que empeoró su visión, aunque desde la serpeante carretera que ascendía, la vista, en caso de ausencia de pluviosidad, no prometía gran cosa: el desangelado valle había quedado atrás, y no parecía que a la redonda destacase el paisaje gran cosa. Andados unos kilómetros más, alcanzó la parte superior, que dejó atrás sin reparar en la estación invernal situada a la izquierda de su marcha, con apenas un par de pistas en funcionamiento, poco concurridas y escasos usuarios en los remontes. La bajada hacia el valle por la otra vertiente era mucho más tendida y al poco la lluvia cesó, dejando a la vista un paisaje totalmente distinto, mucho más frondoso y salpicado de pequeños pueblos en las laderas de las verdes montañas, embellecido por el caprichoso meteoro multicolor al que llaman arcoiris. Encontró otro cauce fluvial, cuyo curso le acompañó hasta una población que quedaba partida en dos por la carretera y siempre sin detenerse tomó un nuevo desvío hacia la derecha que comenzó a llevarle por una pista asfaltada, pero mucho más estrecha, que al tiempo que ascendía iba regalando unas hermosas vistas tanto del valle como de las montañas circundantes. Bosques de abedules, pinos de montaña, robles y castaños iban alternándose con zonas de pasto en las laderas, donde el ganado vacuno pacía pastorilmente a sus anchas. Pasó varias intersecciones sin señalizar, eligiendo en todas ellas el camino que ascendía, como si supiera de antemano adonde se dirigía, mientras en el horizonte iban surgiendo más y más cadenas montañosas.
A partir de ese momento Ramón recuperó la correspondencia entre mente y sentidos; su mente se abrió y se fue alejando del problema que lo estaba carcomiendo por dentro. Se relajó en la conducción y disfrutó del paisaje, que se iba revelando con mayor amplitud a medida que iba ganando en altura. Todavía tardó unos cuantos minutos más en alcanzar la cima de un monte coronado por una cruz, rodeó ésta y se encontró con un amplio aparcamiento, en donde dejó el coche estacionado. Abandonó el vehículo y caminó por la ladera, contra el frío viento hasta el pie de la cruz, como si se sintiese atraído por ella; en su arrebato el camino le llevó insospechadamente hasta allí, y a su mente acudió la idea de la mortificación, de la expiación de su culpa por no ser capaz de controlarse. Se sintió invadido por una fuerte sensación de soledad, renegó de su orgullo y pensó en su esposa, mientras contemplaba el vasto paisaje montañoso. Decidió llamarla: con esa intención cogió el móvil y justo en ese momento se sobresaltó al recibir una llamada; en la pantalla pudo ver que era Ramona...
- ¡Dime! - contestó.
- ¿Dónde estás? - preguntó ella con evidente tono de preocupación.
- No lo sé - repuso él con sinceridad.
- ¿Sabes la hora qué es?...¡tengo la comida en la mesa!.
Ramón no contestó y consultó la hora en su reloj de pulsera.
- ¡No tenía idea de la hora qué es! - le dijo a su esposa exculpándose.
- ¡Ramón! - dijo ella un tanto alarmada - ¿dónde estás, estás bien?.
- Si, me gustaría que estuvieses aqui conmigo. Creo que tardaré varias horas en llegar...
- ¡Por favor, ven con cuidado! - pidió ella.
- No te preocupes, lo haré...
Y tras echar un último vistazo a aquel paisaje desolador, descendió decidido hacia el coche, empujado por el arreciante viento gélido...


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Cumple VITUCO


Buenos dias Reverendo;
Ya se que es jodido pasar la barrera de los 57, pero la educacion es la cosa mas bonita que hay y cuando a uno le felicitan ( yo lo hice anoche a las 00,01 para ser el 1ro) lo minimo es acusar recibo y dar las gracias.
Una vez mas queda perfectamente demostrado porque el BBVA prescindio de sus servicios, su falta de educacion ahuyentaba a los clientes, amen de otras carencias profesionales que mermaban su capacidad laboral y que serian muy largas de enumerar.
De nuevo FELICIDADES y que tenga Vd UN FELIZ DIA


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Aprovecho la bronca de JA para felicitar el cumpleaños a Vituco, dado que en caso contrario no me habría enterado. 
Feliz 57 cumpleaños!!! Vicente y que cumplas muchos mas!!!

Felicito también a JA por facilitar la felicitación.
Felizyano también os felicita.


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Felicidades Vicente!!! Que pases un buen día 🎂🎉

Enviado desde mi iPhone


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Muchas gracias Peli,

El ser abroncado desde el cariño siempre es reconfortante. En este preciso momento todavía me queda algo más de media hora (algunos respetamos los horarios y no fastidiamos a nuestras madres con partos en horas intempestivas) para cumplir los 58 y estoy en un "sin vivir". Acabo de hacer un alto en el camino en mi territorio ahora natural (la cocina), para ver si tenía algún correo.
Muchas gracias a todos de nuevo, ahora he de volver a mis quehaceres...

Vituco LVII (near LVIII)

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me llamó Vicente a última hora de la mañana para convocanos a las 21/30 horas en el Soriano. Me dice que los que no puedan venir que me avisenlo antes posible.
zzz zzzz zzzzz

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Contar conmigo y con Felizyano en El Soriano.

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Los jubilados no cumplen años "QUEMAN ETAPAS".