10 febrero 2014

EL PENSAMIENTO (4)

Las corrientes racionalistas y empiristas desembocaron en el llamado "Siglo de las Luces". En el XVIII, el movimiento de la Ilustración supuso un replanteamiento total del pensamiento, promovido por la emergente burguesía europea, dando su comienzo en Inglaterra, donde provocará una revolución industrial, para asentarse con fuerza en Francia, de la mano de Voltaire, en donde se situó su núcleo ideológico, el "enciclopedismo", encabezado por Diderot y d'Alembert. La Ilustración se apoya en un nuevo Renacimiento, basado en la fe en el ser humano y su capacidad de razonamiento, que llevará a revisar todo el pensamiento existente hasta entonces. No se trata de una doctrina racional y coherente en la que las consecuencias fluyen con rigor de principios que todos aceptan, y no forma un conjunto homogéneo, sino que más bien supone un amplio debate en el que conviven propuestas contradictorias o complementarias, heredadas del pasado o formuladas en aquel momento, que aprovecha la rápida circulación de las ideas tanto entre los individuos como entre los países. Una de las figuras más importantes de este movimiento, el aristócrata francés Montesquieu afirma que "es propio de los hombres actuar por si mismos y que todo hombre, que se supone que tiene un alma libre, debe gobernarse a si mismo". Pero también escribe: "desde siempre hemos visto que todo hombre con poder tiende a abusar de él", por lo que reconoce que es imposible que los hombres puedan alcanzar la perfección, que no es posible extirpar definitivamente el mal. Otro representante de la Ilustración, el franco-suizo Jean Jacques Rousseau dice que "renunciar a la libertad es renunciar a la cualidad de hombre", sin embargo pone límites a esa libertad: "los hombres viven necesariamente en comunidad, su vocación es vivir en sociedad, y sin embargo inspira a todos una oscura tendencia a perjudicarse mutuamente", lo que supone que la libertad individual finaliza donde comienza la del semejante y que ese límite tienta sobrepasarlo, sin importar el daño que hagamos al otro, consecuencia evidente de nuestra propia imperfección. Ve en la condición humana una dualidad en su carácter fundamental: "el bien y el mal manan de la misma fuente" y va más allá en su percepción del desarrollo humano: "los avances ulteriores fueron en apariencia pasos hacia la perfección del individuo, y de hecho hacia la decrepitud de la especie", una interesantísima reflexión que hoy podemos considerar muy vigente. Volviendo a Montesquieu, quien propugna la separación de los poderes del Estado en su obra "Del Espiritu de las Leyes", tiene claro que en el equilibrio, en la moderación, está el verdadero sueño de perfección humana. Reniega del despotismo y considera "gobiernos monstruosos" a aquellos Estados regidos de esta manera, pero intuye que las costumbres de los distintos pueblos son infinitamente variables y no pueden evaluarse con el mismo criterio: "por universales que sean los juicios (la razón), la acción debe adaptarse a cada caso concreto". Para Montesquieu "la política consiste en reconciliar los intereses divergentes de los diferentes elementos sociales proponiendo a unos y a otros compromisos razonables".
El pensamiento de la Ilustración se alza contra el absolutismo de las monarquías, pero no todos sus representantes están de acuerdo con la idea de contención o equilibrio, que les parece muy conservadora. Nicolás de Condorcet afirma que si nos aplicamos convenientemente estaremos en condiciones de erradicar el mal de la superficie de la tierra, que el avance del progreso será infinito y que todos los hombres estarán algún dia plenamente satisfechos y felices (volvemos a la utopía).
 Frente al pluralismo de Montesquieu (legislación apropiada para cada país), opone su idea: "si gracias a la ciencia y a la razón se ha podido establecer cuales deben ser las buenas leyes, ¿por qué no darlas a todos los pueblos?". La Ilustración llevará a la revolución y esta al mesianismo político y al Terror. Las naciones querrán imponer por la fuerza sus perfectas ideas revolucionarias a todo el planeta, y dejarán un rastro de guerra y colonialismo, para volver en muchos casos a nuevos regímenes absolutistas. La fe ciega en los nuevos dogmas, el fervor de sus acciones, el proselitismo de sus fieles y la conversión de sus partidarios caídos en la lucha en mártires, en figuras a adorar como santos, vienen a sustituir los rasgos de la antigua religión. Los franceses estaban convencidos de la superioridad de su modelo de estado revolucionario (y democrático), pero su chauvinismo les impulsó a imponerlo por la fuerza a los demás paises. Como en el caso del mesianismo religioso en el que en nombre de la Fe y de Dios se cometieron múltiples atrocidades, la política en nombre del bien y lo justo (libertad, igualdad, fraternidad), también actuó de la misma manera; Georges Jacques Danton, que acabaría guillotinado, creía como el "príncipe" de Maquiavelo que el fin justificaba los medios y predijo que "el ángel exterminador de la libertad derribaría los satélites del despotismo". Pascal, algo más de un siglo antes, había predicho lo contrario: "el que quiere hacer de ángel, hace de bestia". Hoy seguimos viendo como las potencias mundiales (incluida la desdibujada y titubeante Europa) actúan del mismo modo, tratando de imponer en nombre de la libertad y la democracia sus formas de gobierno a naciones cuyos pueblos, ni lo han pedido ni están preparados para ello.
La Ilustración se opone, como hemos visto, al absolutismo y en ella tiene su germen el "liberalismo". La burguesía asume un nuevo rol y estructurará los Estados europeos, apoyándose en el poder de los individuos, en el desarrollo de las libertades individuales, y a partir de éstas producir el progreso de la sociedad. Las ideas de Locke y Hume serán asumidas por Condorcet y más tarde otro francés, Benjamin Constant escribirá sus "Principios de Política", en los que afirma que "la soberanía solo existe de manera limitada y relativa. En el punto en que comienza la independencia de la vida individual acaba la jurisdicción de esta soberanía", es decir, pregona los derechos del individuo frente a la colectividad. El individuo es un bien a aislar y proteger, un valor a apreciar. Constant piensa que la acción del Estado debe limitarse fundamentalmente a garantizar la acción de los ciudadanos, sirviéndose de la justicia y de la policía interna del país, y del ejército en lo que respecta a amenazas exteriores, a lo que se añade recaudar los impuestos necesarios para mantener estos servicios. Por lo demás, debe dejar que los individuos actúen como les parezca. Progresivamente colocará la libertad económica en el mismo plano que las demás libertades individuales. El pensamiento liberal, pues, inspirado en la libertad y el individualismo, impulsa una innovación sin precedentes: la separación radical de los aspectos económicos del tejido social, y su construcción en un ámbito autónomo. Este es el fin contenido en la obra del inglés Adam Smith, "La riqueza de las naciones" y a partir de ese momento pasará a pensarse la economía como una actividad aparte, separada de la política, de la moral y de la religión, una actividad que por esta razón, escapará progresivamente a todo juicio de valor. Volviendo a Constant, afirmará más adelante que "la actividad del Estado debe reducirse al mínimo, es decir, a mantener el orden público", que "no hay que determinar las riquezas ni distribuirlas con equidad, ni prevenir el exceso de opulencia; los remedios a toda carencia vendrán de los individuos libres, siempre y cuando los dejemos actuar sin coacciones". Está convencido de que la prosperidad económica solo es producto de la acción de los individuos, y debe prohibirse toda intervención del Estado: "el remedio es la competencia". Para el pensamiento, para la educación, para la industria (se refiere a la economía), el lema de los gobiernos que propone este hombre debería ser "dejar hacer, dejar pasar".
Ya en el siglo XIX otro francés, Frederic Bastiat, le da una dimensión religiosa a la economía: "Dios hace bien lo que hace, dispuso las cosas de tal manera que los intereses (economía) lleguen de forma natural a las combinaciones más armónicas", es decir, no hay que intervenir ya que el orden viene dispuesto por la Providencia. En la sociedad "todas las carreras están abiertas a todos, todos podrán ejercer sus facultades libremente (...) no habrá privilegios, ni monopolios, ni restricciones de ningún tipo". Es como el "sueño americano", ¿no?...es normal, ya que es la inspiración del neoliberalismo. Y Bastiat aún va más allá: "no se debe proteger a los ciudadanos con la justicia social, ni garantizar trabajo o ayuda material a los necesitados; las instituciones humanas no deben contrariar las leyes divinas. Si se favorece demasiado la solidaridad entre todos, se corre el riesgo de debilitar la responsabilidad individual y matar la iniciativa". Sin duda palabras de mucha actualidad en algunas formaciones políticas...
Y en esto llegó la revolución industrial, un conjunto de transformaciones socioeconómicas, tecnológicas y culturales como no se había visto. Y con la revolución industrial nació el proletariado, esa clase social que sería mayoría (numéricamente) pero que se repartiría las migajas económicas del sistema imperante. El liberalismo económico se había asentado, además de en otras características ya mencionadas, en la sacralización del derecho de "propiedad privada" como fuente de desarrollo e iniciativa individual, y ese concepto de propiedad incluía los medios de producción, necesarios para el desarrollo industrial y económico, pero insuficientes sin una mano de obra que los llevara a cabo. Esa propiedad de los medios de producción unido a la libertad de mercado es la esencia del capitalismo.
El alemán Friedrich Engels nació en el seno de una rica familia burguesa de industriales textiles, muy conservadores y religiosos, de la región de Rheinland:
 y estaba destinado a heredar el imperio familiar, pero le tiraba más la literatura y la filosofía (era una oveja negra). Su padre le envió a Manchester:
 ciudad industrial inglesa en la que poseía una industria manufacturera de algodón, en donde Friedrich tuvo oportunidad de conocer la realidad de la vida obrera y estudió los fenómenos sociales vinculados al capitalismo. De vuelta a Alemania conoció a Karl Marx y ambos realizaron una trayectoria en común de su pensamiento, basándose en los principios de la fallida Revolución Francesa y en la obra del filósofo alemán Georg Wilhem Friedrich Hegel, que les llevó al llamado "materialismo histórico" (de manera muy somera dice que la producción y el intercambio de productos es la base de todo orden social, que produce la división social de los hombres en clases o estamentos y que las causas de todos los cambios sociales y revoluciones políticas se sustentan en la economía de la época en que se trate). Advirtieron que era la burguesía la clase que controlaba los medios de producción y la riqueza, por lo que arremetieron contra ella, como antes lo habían hecho los propios burgueses, en la Revolución Francesa, contra reyes, emperadores y aristocracia. Definieron la "lucha de clases" como inevitable, la eliminación del derecho de propiedad privada y la "dictadura del proletariado" como solución, que acabaría en un ideal igualitario, pero el resultado de su aplicación práctica, tras la revolución rusa, resultó desastroso: acabó en un totalitarismo estatal, sin libertades y que conducía a la pobreza, y alimentó otros totalitarismos, de otra índole, que mantuvieron a Europa en guerra devastadora buena parte del siglo pasado. Sin embargo actuó como un freno a la expansión de la corriente liberal, que se había exacerbado especialmente en EEUU:
y Reino Unido:
 a través de su, llamémosle hijo putativo, el comunismo, con la llamada "guerra fría", una especie de equilibrio del terror.
En su estancia en Manchester, Engels tuvo ocasión de relacionarse con otra ideología troncal, el socialismo utópico, nacido al albur de la revolución industrial y del incipiente desarrollo de la economía política. Curiosamente sería un aristócrata francés, Claude-Henri de Rouvroy, Conde de Saint-Simon, intelectual e ilustrado, el considerado como iniciador del socialismo y cuyas ideas irían a parar al socialismo democrático, cuya tendencia política es coordinar los movimientos por la justicia social, la dignidad humana y la democracia. El escritor y político Eduard Bernstein, judío nacido en Berlín:
 que inicialmente defendió las texis marxistas, y posteriormente rechazó la teoría de la necesaria desaparición de la sociedad capitalista y la dictadura del proletariado, es uno de los fundadores del SPD (partido socialdemócrata alemán). Defendió las tesis reformistas y evolucionistas del socialismo ("hemos de ser el partido del proletariado pero no la dictadura del proletariado"), que proponía un cambio gradual de la sociedad, basada en el sindicalismo y la acción política pacífica.
La caida del muro de Berlín escenificó el fracaso y abandono progresivo de las tesis comunistas, en tanto se produjo un refrendo e impulso del capitalismo y el pensamiento liberal. A través de las ideas de los teóricos del neoliberalismo (Von Mises, Ayn Rand), que propugnaban que la vida social de los hombres depende básicamente de la economía (coincidían en esto con los marxistas), ya no se trataba sólo de aislar la economía del resto de las actividades humanas, sino de atribuirle un papel dominante. De ahi que a finales del siglo XX Tatcher y Reagan llevaran a cabo reformas tendentes a desregular los mercados, liberando la acción económica del control estatal, al tiempo que condicionaban socialmente a los trabajadores y sus representantes sindicales, restándole sus derechos. 
Una de las características del capitalismo es la aparición de crisis cíclicas, predichas por las teorias de Karl Marx y cuya interpretación ocupa a los economistas de la actualidad. Por desgracia ninguno de esos teóricos ha podido dar con solución alguna, y lo único que sabemos es que nos lleva sistemáticamente a una creciente desigualdad que amenaza con la sucesión de acontecimientos cada vez más violentos e incontrolados.

(To be continued)

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