11 febrero 2014

EL PENSAMIENTO (5)

Aqualung

Economía y Política son ciencias sociales, por lo tanto no son exactas. Se basan en el razonamiento teórico de la realidad y su utilidad depende de la contrastación de ese razonamiento, mediante prueba y error. El economista canadiense Richard George Lipsey afirmaba que "las teorías y políticas económicas no basadas ni controladas por los hechos, no nos llevarán a ningún sitio", dependemos, pues, del cuidado, del rigor y la honestidad de las observaciones, en cuanto a los efectos que realmente producen las teorías, para detectar el grado de error de las mismas y proceder a su corrección. El problema es que tanto en economía como en política no existe un laboratorio en el que contrastar las teorías, experimentando con cobayas antes de implantarlas en la sociedad: se implantan directamente, y nosotros, los individuos, los ciudadanos, las personas, "somos los cobayas". En la práctica, tenemos claro que si las consecuencias de la aplicación de una teoría no benefician a nadie, rápidamente será sustituída por otra; ahora bien, en el supuesto de que se produzca algún beneficio, la cosa cambia: si los beneficiarios son poderosos, por pocos en número que sean, lo más problable es que se mantenga, en caso contrario la cosa estaría por ver...
En la actualidad podemos afirmar que la mayoría de las políticas gubernamentales de occidente se pueden incluír en dos únicas corrientes del pensamiento: el liberalismo y la social democracia. Es cierto que existen otras corrientes y que algunos partidos políticos permanecen fieles a ellas, pero son minoritarias y no suelen acceder al poder; tenemos que concluir que los gobiernos adoptan una de estas dos ideologías principales. He dejado de lado a propósito a los partidos llamados "conservadores" porque en realidad su línea ideológica es la cristiana y su orientación es de centro-derecha, incorporando en muchísimos casos explícitamente las doctrinas liberales; los partidos conservadores, en cuanto a la vida social, se apoyan en la tradición y heredan la moral religiosa (esto lo he tratado en entregas anteriores) y en lo económico se identifican en gran manera con el liberalismo.
Sabemos que mientras el liberalismo prefiere un estado mínimo y confía en la acción de los individuos para mejorar la sociedad y la economía, la social democracia apuesta por el intervencionismo estatal para corregir los desequilibrios que se generan a través de los agentes sociales. El austríaco Friedrich August Von Hayek, adalid liberal, defendía que cualquier intervención del estado en la economía para él significaba un socialismo progresivo (entendida aqui la palabra "socialismo" como totalitarismo de izquierdas): no quería ver intervencionismos ni en pintura. Hayek era discípulo de Von Mises y sus ideas han sido secundadas por los neoliberales y aplicadas en buena parte en los últimos decenios y en la actualidad. Esas ideas demandan una libertad ilimitada para emprender, comerciar y gestionar los capitales como medio más eficaz para enriquecer a la sociedad; se oponen a toda medida de regulación por parte de los poderes públicos, y como hemos ido comprobando en el tiempo, tanto en EEUU como en Europa, se practicó una rigurosa y progresiva desregulación de los mercados, eliminando controles gubernamentales y de otra índole, que han tenido como resultado la aparición de una crisis perniciosa y duradera, cuyos efectos son devastadores: el empobrecimiento de la mayoría de la población y un enriquecimiento creciente de una minoría cada vez más poderosa e insolidaria, que utiliza su fabulosa riqueza y poder para influir en la vida económica, social y política, con el objetivo de asegurar o mejorar su "status" privilegiado. Ante este injusta situación, sorprendentemente (o tal vez no), los propios gobiernos conservadores mayoritarios, como solución, nos vienen aplicando las mismas recetas ultraliberales que han creado el problema. Es más de lo mismo...
El filósofo y antropólogo francés François Flahault, teórico de la relación entre sociedad e individuo, ilustra la eficiencia económica de la teoría ultraliberal con un ejemplo histórico y real: "entre los siglos XVI y XIX comerciantes europeos llevaban a África:
 mercancías que intercambiaban por otras. Los navíos europeos transportaban esas nuevas mercancías intercambiadas al otro lado del Atlántico:
 a las Antillas:
 y a América:
donde las vendían con grandes beneficios. Los nuevos propietarios las utilizaban entonces para producir azúcar, destinado a venderse en Europa, en donde existía una gran demanda. Gracias a esta división internacional del trabajo y del comercio, fruto del libre juego de la oferta y la demanda, los comerciantes africanos, los productores de las Antillas
 y de América, los financieros, los armadores y los consumidores europeos salían ganando".
Todo el mundo salía ganando, si, pero el ejemplo aqui expuesto se refiere a la trata de negros...las "mercancías africanas" eran personas.
Según el sistema ultraliberal la ausencia de regulación proporciona la armonía y la paz al mundo, pero si no hubiese existido una intervención, por motivos morales y políticos de otros agentes de la vida social y de los propios Estados, tal vez el "negocio" de la trata seguiría existiendo. Este puede parecer un ejemplo extremo, pero ¿estamos seguros "realmente" de la moralidad de los agentes sociales en la actividad económica y política que llevan a cabo en la actualidad?. Pensemos en los casos de explotación laboral que se llevan a cabo en el tercer mundo, que ha salpicado en el tiempo a varias multinacionales, una de ellas, por cierto, de la rama del textil y muy cercana. ¿Qué podemos decir de la explotación laboral infantil o sin ir más lejos del negocio sexual y el turismo sexual?. Relacionamos esclavitud con pérdida de libertad, y en ese sentido ¿qué libertad posee un desempleado de larga duración, sin recursos y sin prestación?, ¿tiene acaso libertad para elegir, para optar o no a un trabajo que le ofrecen con una compensación mísera?, ¿puede en uso de su libertad negarse a realizar un horario laboral extra y no compensado económicamente?, ¿tiene la misma libertad que cualquiera de nosotros, cuando reconocemos de inmediato un trabajo que rechazaríamos por considerarlo "indigno"?.
En los años 70 estaba de moda el grupo británico Jethro Tull, con el flautista y cantante Ian Anderson a la cabeza. Yo oía sus temas, como el legendario "demasiado viejo para el rock and roll, demasiado joven para morir", el precioso "Flying Dutchman"
 o aquel "Thick as a brick":
(denso como un ladrillo), que en realidad era un modismo equivalente a "full of shit" (lleno de mierda), que se usaba para señalar aquello en lo que no se podía confiar. El grupo había tomado su nombre del inventor de la sembradora mecánica, que actuaba con tiro de caballos y que también había desarrollado mejoras en un prototipo de arado, inventos que revolucionaron el mundo de la agricultura. El invento de Jethro Tull no pasó desapercibido para un tal Charles Townshend, que era vizconde y político "whig" (antiguo nombre del Partido Liberal Británico), que vió la posibilidad de mejorar los rendimientos de explotación y producción de la tierra. Los entonces campesinos propietarios poseían sus tierras en "campo abierto" (openfield) y las explotaban comunitariamente (commonfields), dejando una parte de ellas en barbecho, para darle descanso por un tiempo, hasta la siguiente cosecha; Lord Townshend introdujo el sistema de "cercados" (enclousers) para incrementar la producción mediante cultivos individualizados, eliminar el barbecho, alternar cultivos y controlar la ganadería dentro del cercado. El resultado fue que muchos agricultores y ganaderos, poseedores de pequeñas explotaciones y con escasos recursos, no pudieron hacer frente al gasto de cercar sus tierras y se vieron obligados a venderlas como pudieron y emigrar junto con sus familias, a las ciudades que iniciaban la incipiente revolución industrial. La industria textil, la industria del metal y más tarde el ferrocarril demandaban mano de obra no especializada para su desarrollo y ahi tuvieron cabida los antiguos campesinos. Las condiciones de vida de los obreros y sus familias eran extremadamente bajas: "en las hilaturas de algodón los obreros permanecían más de catorce horas diarias encerrados en pequeñas habitaciones a altas temperaturas. Las reglas a las que estaban sometidos ni siquiera se aplicaron en el caso de los negros (esclavos)...permanecían encerrados con llave, salvo media hora al dia ; no se les permitía ir a buscar agua para beber, no se podían abrir las ventanas, por lo que además del calor estaban expuestos a gases perniciosos...los hombres dejaban su trabajo a los cuarenta años, totalmente consumidos, los niños nacían deformes y decrépitos y miles y miles de ellos morían de tuberculosis antes de cumplir los dieciséis años". 
La revolución industrial y sus efectos económicos beneficiosos (sobre todo para una minoría burguesa), pronto se implantó en otros paises europeos. Aquellas sociedades cerradas, con economías en crecimiento cuyos beneficios no iban a parar a la masa trabajadora, que vivía en míseras condiciones, fué narrada magistralmente por autores como Charles Dickens o Victor Hugo. Por cierto, a partir del miércoles dia 12 ya tendremos la posibilidad de asistir, en Vigo:
 a la obra "Los Miserables", un musical que suaviza el contenido de la novela del mencionado Victor Hugo, quien pronunció el 9 de julio de 1849 frente a la Asamblea Legislativa su célebre "Discurso contra la miseria" (¡si el pobre levantase cabeza!). 
A finales de ese siglo XIX y en aquel caldo de cultivo de injusticia social un oficinista inglés que logró terminar con sus ingresos la carrera de derecho, llamado Sidney James Webb, y la que después sería su esposa, Beatrice Potter, fundaron una especie de club político-intelectual, al que denominaron "Sociedad Fabiana".
 La llamaron así en honor del cónsul, político y general romano Quinto Fabio Máximo, quien recibió el sobrenombre de "cuntactor" (el que retrasa), por sus táctitas militares de desgaste llevadas a cabo en las guerras púnicas contra el ejército cartaginés de Anibal, con el que rehusó la contienda directa (la supremacía militar cartaginesa era evidente, tras la derrota en
 Lago Trasimeno: en Umbría, muy cerca de la Toscana), sustituyéndola por un hostigamiento contínuo, una especie de guerra de guerrillas. Fué esa aplicación gradual de la táctica de resistencia, de desgaste, la que adoptaron los "fabianos" para mejorar las condiciones económicas y sociales de las personas utilizando los sistemas políticos existentes, la bandera que enarbolaron personalidades de la talla del dramaturgo irlandés George Bernard Shaw (autor de Pigmalión o My fair lady)
 o del escritor británico Herbert George Wells (El Hombre invisible, La máquina del tiempo, La guerra de los mundos).
 La Sociedad Fabiana sería el germen del actual Partido Laborista Británico e impulsador del sindicalismo junto con el socialismo revolucionario.
Los sindicatos fueron perseguidos durante mucho tiempo tanto por los empresarios como por las autoridades gubernamentales por su defensa de los intereses de los trabajadores (no solo el salario), ya que esa lucha suponía un incremento de los costes empresariales y una disminución de los beneficios. Se ha demostrado científicamente (en realidad no haría falta) que en ausencia de sindicatos tanto el nivel de empleo como el nivel salarial de los trabajadores sería menor, lo que echa por tierra la idea liberal (sea "neo" o "ultra") de que el llamado mercado propende a una situación armónica.
El economista inglés David Ricardo, de origen judío-portugués, desarrolló la teoría del valor-trabajo, que defiende que "el trabajo es la fuente de todo valor" en los procesos de producción. Karl Marx iría más allá y propugnaría que lo que llamaba "plusvalía" o beneficio del capitalista en realidad corresponde al obrero. Lejos de extremismos se puede afirmar que "una parte del valor incorporado" al bien producido debe regresar al obrero en forma de salario y ese salario debe compensar los bienes de subsistencia que permitan su mantenimiento y el de su familia.
Los sindicatos poseen una estructura democrática; sus afiliados pueden participar en asambleas, proponer y votar propuestas que se eleven para las negociaciones con los representantes empresariales. Las asociaciones empresariales pueden tener estructuras democráticas, pero las empresas no. Las empresas no constituyen sus órganos de representación, ejecutivos o no, de manera democrática. La composición de los consejos de administración no se deciden democráticamente, como tampoco se deciden democráticamente los equipos ejecutivos ni los mandos intermedios. Pese a ello (o quizá por ello), las empresas han logrado contrarrestar eficazmente la acción sindical a través del conjunto de técnicas de organización y gestión denominadas "técnicas de management", que deterioran la vida social y psíquica de las personas, pero sólo mejoran marginalmente los resultados de las empresas. Persiguen el debilitamiento del ámbito de la ley o de las normas (por ejemplo restan poder a los convenios) y estructuran el trabajo de manera que los empleados no tengan conciencia de unidad, se vuelvan más individualistas. La idea claro está, consiste en reducir a la persona a un mero factor de producción, a no considerar otros fines que le den plenitud como ser social. 
Ningún derecho fundamental de los trabajadores ha sido entregado graciosamente por los empresarios, ni por gobiernos de corte conservador: han sido "conquistados" por la lucha y el sacrificio de millones de trabajadores y muchos pagaron por ello, incluso con su propia vida. Uno de ellos es el derecho de huelga, que se ha visto claramente menoscabado con las últimas legislaciones laborales. Una vuelta de tuerca más dentro de la estrategia de acoso y derribo que propugna el ultraliberalismo.
Volviendo a la idea de libertad individual esgrimida por el pensamiento liberal, hemos llegado a la paradoja de que ese libertad ha conducido a una especie de tiranía de los individuos: unos pocos individuos, una oligarquía, restringe o anula la libertad de la mayoría.
Consideremos otro ejemplo de esa tiranía, también real: una serie de agencias de calificación (Fitch, Moody´s, Standard&Poor´s...) se dedican a "calificar" los créditos de los Estados y gobiernos regionales (deuda pública), con efectos que pueden llevar a ataques especulativos contra los titulos emitidos por estas, con consecuencias devastadoras para sus economías. Dicho de otra manera, los mercados atentan contra la soberanía de esos Estados y en algunos casos los pueden llegar a rendir. Es famoso el ataque que el especulador financiero húngaro George Soros realizó en los años 90 contra la libra esterlina y que puso contra las cuerdas al Banco de Inglaterra.
Otro ejemplo, más genérico: existen individuos, o grupos de individuos que con un simple "clic" en el ordenador pueden transferir sus capitales a otro lugar o dejarlo como está, en el país que está, y con esa simple acción pueden provocar o no paro o recesión, pueden provocar problemas sociales o descartarlos, pueden incluso hacer tambalear a un gobierno.
Estos dos últimos ejemplos demuestran que por un lado una simples agencias privadas de calificación y unos pocos individuos han acumulado tanto poder que tienen capacidad de condicionar las políticas sociales y económicas de los paises, y por tanto la vida de sus ciudadanos. Están al margen de todo control político, no tienen ninguna legitimidad democrática y no tienen que rendir cuentas a nadie. La fascinación por el poder nubla la vista a millones de personas, que se niegan a ver lo evidente: su inmoralidad es tan grande como sus fortunas, pero a pesar de ello ¡hay quien los admira!.

Efectivamente, hemos llegado al punto al que yo quería llegar después de tan largas y exhaustivas exposiciones: es la economía la que controla a la política y no la política la que controla a la economía.

El mundo se ha globalizado y su economía también, los capitales fluyen libremente y sin embargo, a las personas les ponemos trabas: se deterioran las libertades civiles a la par que se pierde el control sobre la acción de los agentes económicos. Hemos encumbrado a la economía y dejado atrás los valores humanísticos; lo de libertad, igualdad y fraternidad (o solidaridad) ha sido superado por un individualismo feroz. Estamos en la ley del más fuerte, en la ley de la selva.
El poder se ha desplazado. Una oligarquía pone en jaque a las democracias occidentales y ya no es el pueblo el que detenta el poder, aunque fuese de manera indirecta a través de las instituciones: no olvidemos que la soberanía recae en el pueblo. Y la forma de ejercer esa soberanía no ha cambiado, sigue siendo "un hombre (o una mujer), un voto".

El objetivo debe ser recuperar para la política su primacía sobre la economía.

LA INDEPENDENCIA DE LOS MEDIOS DE COMUNICACION

A la división de poderes tradicional, debemos añadir en la actualidad el poder mediático y por supuesto el económico. La idea primitiva de Montesquieu consistía en que todos los poderes, independientes entre sí, se limitasen unos a otros. El poder ejecutivo le corresponde al gobierno, el legislativo a las cámaras (si bien, en mayorías suficientes, lo detenta el gobierno con el apoyo de su partido) y el judicial los jueces (aunque debemos reconocer que con bastante asiduidad existen injerencias gubernamentales o de otra índole que les presionan). En cuanto a los medios de comunicación (prensa escrita, radio, televisión, internet...), tenemos dos tipos de propietarios: públicos (controlados de alguna manera por los partidos politicos mayoritarios de su ámbito) y privados (muchos de ellos propiedad del mismo grupo mediático). Pretender que la información que suministran es independiente es creer en los Reyes Magos de Oriente. Es cierto que existen ciertos controles sobre su programación en los públicos, pero la correlación de fuerzas mayoritarias condiciona la autonomía de esos medios. En cuanto a los privados, suelen seguir en su linea editorial o de comunicación las directrices de sus propietarios, y a menudo se ven afectados, para bien o para mal, por sus relaciones con las fuerzas políticas y económicas. Naturalmente, no todos los grupos mediáticos tienen el mismo grado de afinidad o dependencia: los hay mas descarados y los hay que todavía conservan ciertas parcelas de autonomía, pero ninguno es inmune a las presiones que recibe.
En democracia hay que hablar de libertad de expresión y de libertad de comunicación, pero en el ejercicio de las mismas, el poder mediático que se ejerce es de distinto nivel: no es lo mismo un grupo relevante, que puede llegar a muchos más ciudadanos, que un grupo minoritario, ni es lo mismo un grupo público, que debería servir los intereses públicos, que uno privado. También hemos de tener en cuenta los destinatarios de la información y/o opinión, que no tienen una formación uniforme: no es lo mismo editar una publicación especializada en economía, que una dedicada a cotilleos. Al mismo tiempo, toda actividad profesional lleva aparejado un código deontológico que limita el desarrollo de la misma y la circunscribe al ámbito de la ética. Cuanto mejor es la profesionalidad del periodista, mejor es la calidad de la información y/o opinión.
La cantidad de información que los medios de comunicación despliegan puede ser más que suficiente (casi siempre por exceso), pero su calidad, en general, deja mucho que desear. En ocasiones es engañosa, otras tendenciosa, a veces parcial, a menudo ininteligible, y casi siempre orientada a determinados intereses. Y la dependencia de la publicidad, insufrible.
Se han venido alzando voces, entre los propios periodistas, en demanda de independencia en el ejercicio de su profesión, pero en general, el poder mediático no pasa por un buen momento al respecto, y se utiliza para formar opinión en sus destinatarios, para bombardearnos con informaciones seleccionadas, clasificadas, agrupadas y conformadas en mensajes que pretenden llevarnos a una determinada conclusión en lugar de hacia otra. En definitiva, restringen nuestra libertad de formar nuestras propias opiniones, o directamente tratan de formar opinión anulando la nuestra.

DEFENDER LA DEMOCRACIA

¿Sabemos a quien votamos?. ¿Conocemos "realmente" la ideología de los partidos políticos?. ¿Conocemos su historia, su trayectoria?. ¿Sabemos cuales son los principios que los inspiran?. ¿Hemos valorado su acción de gobierno, si la ejercieron?. ¿Consideramos suficientes las explicaciones que nos proporcionan sobre las decisiones que toman?.

El sistema democrático es caro, muy caro. Cuesta mucho dinero mantener el aparato del Estado, los gobiernos autonómicos, las diputaciones, los ayuntamiento y el resto de instituciones, los organismos que lo conforman, los servicios fundamentales...pagar a los pensionistas, mantener hospitales, atender las necesidades educativas, fomentar obras públicas...pero hasta ahora no hay una alternativa mejor. Se deben optimizar los costes, sin duda, y para ello es fundamental obtener ingresos via impuestos y distribuir la renta de manera más eficaz. Sabemos que no todos contribuyen y ahi hay que cargar el esfuerzo: en la lucha contra el fraude, en la lucha contra la corrupción. Los ciudadanos no debemos ser permisivos con el fraude fiscal, probablemente la principal lacra de las economías occidentales.
La democracia asegura un sistema de participación indirecto de los ciudadanos: podemos decidir entre varias alternativas y escoger la que creemos mejor. Pero para eso hay que conocer "bien" las alternativas...
Tenemos que decidir quienes y con que ideología nos deben gobernar, de acuerdo con nuestros intereses, que se supone que son mayoritarios, ya que formamos parte de la clase media, no pertenecemos a la élite y ni siquiera podemos considerarnos burgueses: no debemos hacerle el juego y apoyar a sus candidaturas. Y tenemos que ser conscientes de que nuestro gobierno (me refiero al Estatal), no es más que un gobierno regional en Europa: las políticas de mayor calado se deciden a otro nivel. La correlación de fuerzas en el parlamento europeo es decisiva, quizá más que en el Congreso de los Diputados.
En Europa la correlación es favorable a los partidos liberal-conservadores y son sus políticas las que se están aplicando, no lo olvidemos, desde antes de la crisis, en la crisis y si nada cambia, tras la crisis. Hay un ascenso muy claro de intención de voto para los partidos de extrema derecha, xenófobos, populistas y antieuropeístas: no votar es allanarles el camino. Su crecimiento pondrá más en entredicho a la democracia.
La sociedad europea, ya se ha dicho, es permisiva con la corrupción y más en los países del sur, de tradición católica, pero identificar corrupción con democracia es un gravísimo error. Nuestro futuro y el de nuestras familias empeorará en un entorno no democrático. Y llevado po el convencimiento de que la democracia es siempre la mejor opción, creo que se debe apoyar a aquellos partidos que abanderen esa idea, debemos siempre optar por partidos políticos ejemplares en su conducta democrática, y esto es muy importante ya que existen partidos democráticos con comportamientos poco o nada democráticos.

(To be continued)
oOo
Este articulo fue leído en dos minutos. Totalmente de acuerdo.
zzz zzzz zzzzz

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