En el viaje que hicimos el año pasado a la Toscana decidimos, a la vuelta, pasar una noche en Milán, desde donde salía nuestro vuelo de regreso; contratamos un hotel cerca de la estación Milano Centrale, porque el viaje entre Florencia y la capital de la Lombardía lo hicimos por ferrocarril en un tren de alta velocidad. Fué una noche de un sábado del mes de junio y llegamos temprano por la tarde al hotel, por lo que decidimos dar una vuelta hasta el centro, para visitar la Piazza del Duomo, y echar un vistazo a la Catedral, que ya estaba cerrada. Dimos un paseo por las galerías Vittorio Emanuele
, la Piazza della Scala, y de paso, como hicimos el trayecto a pie, conocimos un poco la ciudad. El recorrido nos llevó más tiempo del previsto, y además nos detuvimos en varias ocasiones por el Corso Buenos Aires, una avenida de grandes dimensiones, plagada de todo tipo de tiendas y muy concurrida, y también en la Piazza de San Babila, donde hay una importante iglesia, por lo que el regreso lo realizamos en metro, dejando para la mañana del domingo las visitas al resto de los principales monumentos. Nuestro vuelo partía por la tarde, dejándonos tiempo para ver lo esencial.
Al dia siguiente visitamos la Catedral y sus inmediaciones,
el Castello Sforzesco
y la basílica de Sant' Ambrogio, donde se estaba celebrando la misa. La iglesia de San Ambrosio es la más antigua de la ciudad, y cuando entramos comenzaba la homilía, en la que el sacerdote, por lo poco que pude entender, hizo numerosas referencias a la Fe y al espíritu del que fué obispo de la ciudad en el siglo IV. El obispo Ambrosio introdujo modificaciones en los actos litúrgicos, incorporó salmos e himnos de origen bizantino y propició el culto a las reliquias.
el Castello Sforzesco
y la basílica de Sant' Ambrogio, donde se estaba celebrando la misa. La iglesia de San Ambrosio es la más antigua de la ciudad, y cuando entramos comenzaba la homilía, en la que el sacerdote, por lo poco que pude entender, hizo numerosas referencias a la Fe y al espíritu del que fué obispo de la ciudad en el siglo IV. El obispo Ambrosio introdujo modificaciones en los actos litúrgicos, incorporó salmos e himnos de origen bizantino y propició el culto a las reliquias.
La misa era solemne y un coro interpretaba diversos cánticos a lo largo de la ceremonia. Al final del acto litúrgico el oficiante volvió a citar profusamente a San Ambrosio y anunció la interpretación de un bellísimo himno en "canto ambrosiano", que llevó a cabo a continuación el coro citado, en italiano. Tras el oficio visitamos la iglesia, construida en ladrillo y que tiene un deambulatorio que lleva a la parte trasera del altar, donde reposan los restos momificados del Santo, del que obtuvimos una imagen de mala calidad con el teléfono móvil.
El caso es que aquella interpretación me gustó tanto que desde entonces tuve la intención de averigüar todo sobre ella...
Se trataba de una empresa difícil, ya que apenas disponía de dato alguno, pero todo el mundo sabe que cuando a Vituco se le mete algo en la cabeza, su cabezonería se asemeja a la del monaguillo del chiste de la petaca.
Por fortuna dispongo de algún tiempo extra tras mi prejubilación y me puse recientemente a ello: a partir del dato del "canto ambrosiano" comencé la investigación, que me llevó a saber que se realizaban supuestamente en el siglo en que San Ambrosio fue obispo de la ciudad, y que en la actualidad se celebran en determinadas fechas del calendario litúrgico. De ahi pasé a los "himnos" y me encontré con el "Consors paterni luminis" (Consorte de la luz paterna), cuyo texto se atribuye al Santo, pero que al parecer es anónimo y se cree que probablemente data de los siglos VI o VII, por tanto más de dos siglos posterior a la muerte de Ambrosio.
Los cantos ambrosianos, como los gregorianos, estaban escritos en latín culto y se cantaban "a capella" sin acompañamiento de instrumentos musicales. Precisamente de la letra del himno "Consors paterni luminis", ya en el siglo XVII, hizo el dramaturgo Jean Racine una adaptación y traducción al francés para hacerlo comprensible a sus contemporáneos. Dos siglos después, en el XIX, el compositor también francés Gabriel Urbain Fauré, cuando contaba tan solo diecinueve años, realizó una composición para coro y piano u órgano, basándose en el texto de Racine, al que desde entonces se le denominó "Cantique de Jean Racine".
No puedo afirmar con rotundidad que lo que oí entonces fuese la composición de Fauré, pues ni estudié, ni se escribir, ni leer música y apenas controlo unos cuantos acordes en la guitarra, y además mi memorización musical no da para tanto, pero en todo caso os la adjunto, ya que me parece de una sensibilidad y belleza sublime.
La versión es del británico John Rutter Milford, que la adaptó para cuerdas y arpa, fundador y director del coro Cambridge Singers, que la interpreta. Hay otra versión en youtube, más fiel al original de Fauré, del coro del St. John's College, también de Cambridge, adaptada a órgano.
Que sepáis que un primo de mi madre, también llamado Vicente Manuel, es sacerdote y ocupa un carguillo en el Vaticano...¡en cualquier momento puedo ser llamado por Francisco para echar una mano!. Mientras tanto no pienso parar hasta convertiros...
Verbe égal au Très-Haut, notre unique espérance,
Jour éternel de la terre et des cieux,
De la paisible nuit nous rompons le silence,
Divin sauveur, jette sur nous les yeux!
Répands sur nous le feu de ta grâce puissante,
Que tout l’enfer fuie au son de ta voix,
Dissipe le sommeil d’une âme languissante,
Qui la conduit à l’oubli de tes lois!
O Christ, sois favorable à ce peuple fidèle
Pour te bénir maintenant rassemblé,
Reçois les chants qu’il offre à ta gloire immortelle,
Et de tes dons qu’il retourne comblé!
ooOoo
El verbo de Dios es nuestra única esperanza,
El Día eterno de la tierra y los cielos,
En la tranquila noche rompemos el silencio,
¡Divino Salvador, pon sobre nosotros los ojos!
¡Difunde por nosotros el fuego de tu gracia poderosa,
que todo el infierno huya al sonido de tu voz!,
Disperse el sueño del alma débil,
que es conducida al olvido de tus leyes!
¡Oh Cristo, sé bondadoso para con este pueblo fiel
que ahora te bendice reunido!
recibe los cantos que ofrecemos a tu gloria inmortal
¡Y a tus colmados dones que nos devuelves!
Jour éternel de la terre et des cieux,
De la paisible nuit nous rompons le silence,
Divin sauveur, jette sur nous les yeux!
Répands sur nous le feu de ta grâce puissante,
Que tout l’enfer fuie au son de ta voix,
Dissipe le sommeil d’une âme languissante,
Qui la conduit à l’oubli de tes lois!
O Christ, sois favorable à ce peuple fidèle
Pour te bénir maintenant rassemblé,
Reçois les chants qu’il offre à ta gloire immortelle,
Et de tes dons qu’il retourne comblé!
ooOoo
El verbo de Dios es nuestra única esperanza,
El Día eterno de la tierra y los cielos,
En la tranquila noche rompemos el silencio,
¡Divino Salvador, pon sobre nosotros los ojos!
¡Difunde por nosotros el fuego de tu gracia poderosa,
que todo el infierno huya al sonido de tu voz!,
Disperse el sueño del alma débil,
que es conducida al olvido de tus leyes!
¡Oh Cristo, sé bondadoso para con este pueblo fiel
que ahora te bendice reunido!
recibe los cantos que ofrecemos a tu gloria inmortal
¡Y a tus colmados dones que nos devuelves!
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