28 junio 2013

AMOR Y COMPROMISO



Nada como la música para provocar emociones. Por eso es frecuente su utilización dentro del desarrollo de otras artes, como el cine o el teatro, subrayando o potenciando escenas ya de por sí cargadas de emoción.
Desde el siglo XVII los grandes compositores desarrollaron el género de la ópera con el criterio de aunar distintas artes escénicas y musicales en un solo espectáculo. Por lo general las obras tenían dos o tres actos, alternando momentos alegres con otros de profundo dramatismo, sobre todo en los actos finales. Y muy a menudo se dramatizaba sobre las relaciones de pareja, con amores imposibles, infidelidades y demás...
Giacomo Puccini reflejó en sus óperas como nadie el intenso drama del amor frustrado, a través de sentidas arias. Especialmente dramática y exótica resulta la ópera Madame Butterfly, basada en un cuento del estadounidense John Luther Long, adaptado como libreto operístico por otro estadounidense de origen hispano (californiano) llamado David Belasco. Curiosamente algunos de los hechos fueron reales y sucedieron en la ciudad japonesa de Nagasaki a finales del siglo XIX.
El argumento gira alrededor de un matrimonio de conveniencia, casamentero y pasta por medio, pactado entre un oficial de la marina de EEUU y una jovencísima japonesa. Lo que para el primero no iba más allá de una simple aventura, ya que tenía pensado regresar a su pais, para la segunda lo suponía absolutamente todo: amor, pasión, entrega y compromiso, hasta el punto de renunciar a su religión, enemistarse con su familia y desoir todo consejo que le alertaba acerca de aquel presuntuoso galán que la acabaría abandonando. Muy presente también en la obra está el concepto del honor, laxo en la cultura occidental pero extremadamente estricto en la oriental. 
Trasladado a la actual sociedad, se evidencia que cada vez existe menos compromiso entre las parejas: se unen y rompen, en ocasiones en tiempo récord, desdiciendo con facilidad las promesas expresadas. El compromiso es leve, se quiere sin ataduras, perdiendo su naturaleza primigenia. La palabra se incumple, la confianza se quiebra y se pretende no asumir coste por ello.
En sentido más amplio, el compromiso en otros ámbitos de nuestra sociedad también está devaluado. Pensemos en la falta de compromiso de muchos hijos con sus padres, de muchos profesionales deportivos con sus clubes, de muchos empresarios con sus empleados, de muchos trabajadores con sus obligaciones, de muchos gobernantes con la mayoría de su pueblo, de muchos políticos con sus promesas electorales, de tantos ciudadanos con las clases sociales más desfavorecidas...
La palabra compromiso está ligada con implicación y responsabilidad, pero ha perdido fuerza y vigencia dentro de una cultura de máximo beneficio con mínimo esfuerzo, de individualismo a ultranza, de egoismos descarados.

Ojalá que como en la hermosa aria "Un bello dia veremos", podamos mantener la esperanza de un futuro mejor, pero da la impresión de que además de la dura y larga crisis económica tenemos encima una profundísima crisis de valores, a todos los niveles...

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