17 febrero 2013

EN SAN VALENTIN


Su historia amorosa, aunque especial por el hecho de ser propia, comenzó como cualquier otra historia de pareja de enamorados. El pequeño e intrépido arquero lanzó sus flechas y les alcanzó de lleno, sin que ellos pudiesen hacer nada por evitarlo. Quiso el azar que sus miradas se cruzaran y les provocase aquella maravillosa sensación que enseguida anidó en sus respectivos corazones. El sentido de la vista, pues, fue el detonante, pero le siguieron después los otros sentidos: quizá a el le agrado la cantarina y dulce voz de ella, quizá a ella la modulada y grave voz de él; tal vez el olfato de él detectó el aroma corporal de ella bajo la fragancia que lo enmascaraba, tal vez a ella le agradó la varonil colonia con suave toque de maderas de él...¿quién sabe?...lo cierto es que la atracción física era evidente y ambos deseaban con un creciente ardor el avanzar en su incipiente conocimiento mutuo a través del sentido del tacto. Una vez llegado al abrazo ya era inevitable el beso apasionado, antesala del cénit, culminando así, con el sentido del gusto, la total y absoluta percepción sensorial de sus encuentros.
Dicen que el amor es pura química...y que su duración es más bien corta. Puede ser, si circunscribimos su definición a ese estadio inicial, más relacionado quizá con la pasión. Pero lo que sintieron después los protagonistas de esta historia, con ser tal vez menos intenso, fué mucho más fuerte...
Los encuentros pasionales se distanciaron, se volvieron más pausados, menos apremiantes, pero no por ello menos gozosos. El respeto de los dos a la forma de ser de cada uno, a su esfera individual, actuó como un elemento impulsador de su confianza. Ambos, en momentos difíciles, se apoyaron el uno en el otro. Las decisiones eran tomadas de mutuo acuerdo y nunca se reprochaban nada en público, haciéndolo en privado de manera sosegada, cuidadosa, delicada, para no herir el uno la sensibilidad del otro. Disfrutaban de lo que les era afín y transigían de buen grado en aquellas actividades que lo eran menos. Su amor se reforzó con lealtad, comprensión, ternura, fidelidad, aprecio...
Existen muchas clases de amor, pero el más maravilloso es aquel que a pesar del paso del tiempo, de las dificultades, de los cambios físicos, de las convenciones sociales, de las modas o de cualquier otro motivo de influencia o presión, sigue ahi, donde estaba desde el primer dia. De él nacen otros amores y se refuerzan los preexistentes.
No importa que la pareja de esta breve historia sea o no muy consciente de la calidad, cantidad o generosidad de su amor, lo importante es que ambos siguen esforzándose por mantener viva la llama que un día en sus vidas prendió espontáneamente. Con su actitud de amantes vitales y totales llenan de alegría su existencia y la de aquellos que les rodean.
 
Como ellos, todos deberíamos amar...¡recuerda! : mañana es San Valentín. Dedícale un tiempo a lo más importante de tu vida.

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