Soy un árbol. Nací hace ya muchas primaveras, tantas como anillos de crecimiento he desarrollado en mi tronco. No nací aqui, sino en una tierra similar a esta, en una comarca un poco más ventosa, donde el nordeste es el rey, pero a los cinco años me trasplantaron y me trajeron al lugar donde hoy vivo. Soy un árbol inmigrante como muchos otros, aunque mis características físicas no me distinguen de otros especímenes nacidos en donde estoy plantado. Eché raices y me siento hondamente asentado, integrado en la comunidad de los árboles autóctonos a la que pertenezco: soy uno más en éste bosque.
Si, tengo memoria. Tengo memoria y soy un ser vivo; el hecho de vivir presupone que tengo capacidad de sentir y de comunicarme, ya que consigo que mi apariencia sea atractiva y reconocible para algunos animales y plantas que viven en simbiosis conmigo. Además tengo una misión muy importante, de gran responsabilidad: creo las condiciones necesarias para que otras especies vegetales y animales subsistan: el aire es respirable en parte gracias a mi. Estoy muy orgulloso de lo que hago y lo hago con determinación, sin pedir nada a cambio. Es curioso que mi respiración se convierta en un halo de vida y que aliada con la luz que recibo desde más allá de la atmósfera libere oxígeno para que otras especies respiren y vivan.
Como tengo memoria sé que el medio en el que vivo se ha deteriorado; noto que el aire está viciado, su calidad ha empeorado a lo largo del tiempo que llevo plantado aqui, con las raíces ya muy profundas, buscando agua, sales y otros minerales, además de materia orgánica que me permitan seguir creciendo. Cada vez me cuesta más respirar y cumplir mi función, pero me esfuerzo en acercarme a la luz, a ese maravilloso cielo que a diario diviso sobre mi verde copa, extendiendo mis ramas tanto como puedo. Mi responsabilidad es muy grande, ya lo he dicho.
Fui estrechando lazos con otros árboles, especialmente con uno al que me siento muy unido. Tiene un injerto muy bonito y una forma más redondeada que la mia. Es ligeramente más bajo que yo, y tenemos entrelazadas algunas ramas, en un espacio común que ya no distinguimos a quien de los dos pertenece, pero que a ambos nos agrada que sea asi. La vida compartida desde entonces me parece más rica, más placentera, con más matices. Me gusta mucho su compañía y de nuestra relación han brotado varios hermosos arbustos cercanos, a los que voy viendo crecer con maravilla, emoción y orgullo.
A mi alrededor veo pasar la vida. En mis ramas anidan, revolotean y trinan pajarillos y otras aves de mayor tamaño. También corretean pequeños mamíferos e insectos, que trepan por la corteza de mi tronco. En el suelo, bajo algunas de mis hojas caidas, también hay vida que se arrastra, camina o sobrevuela. Hay momentos del dia de gran bullicio y animación, que intento seguir atentamente, tratando de no perder detalle.
Me encanta la lluvia, sentir como el agua vívida y cristalina golpetea en mis hojas y ramas, resbala por mi tronco y se desliza hasta el suelo, donde a través de mis raíces la recojo y la reciclo en la savia que necesito para vivir. El agua es también materia dadora de vida, pese a que no es un ser vivo, ¡qué ironía!.
Tras innumerables amaneceres anunciadores de nuevas jornadas, he aprendido mucho . Sé quienes son los que mandan, los que manejan el cotarro. Los siento cada vez más cerca, peligrosos, avanzando con su maquinaria y con sus absurdas construcciones que los cobijan. A menudo pasan cerca de mi, ignorándome e ignorantes, absortos en su mundo lejano y egocéntrico; un mundo cada vez más restringido y egoísta que anula la existencia de especies como la mía, y como tantas otras que se van viendo desplazadas, algunas ya desaparecidas. Hablo de los humanos, esos seres que se arrogan la cúspide de la creación, que tal vez no sea sino una invención de ellos mismos, y que demuestran con muchas de sus obras su capacidad para cometer las mayores barbaridades, su infinito poder de destrucción y que suelen hacer lo contrario de lo que predican. A veces les veo discutir unos con otros, a voz en grito, hirientes, amenazantes, esgrimiendo sinrazones. Los humanos tienen un alto concepto de si mismos, siempre creen tener la razón y aceptan mal el punto de vista de los demás...se muestran agresivos en sus comentarios, contundentes, nada dialogantes, faltos de empatía: no se oyen a si mismos, ni se ponen defectos. Entre sí dificílmente se ponen de acuerdo, pese a formar parte de la especie supuestamente más evolucionada y dotada , y me he dado cuenta de que están conduciendo al planeta en el que vivimos hacia el desastre. Cuando pienso en ellos, en sus torpezas, en su maldad, la savia se me sube violentamente, tal es el malestar que a menudo me provocan. Es frecuente oirles conversaciones altisonantes, violentas, sobre lo que ellos llaman "dinero", cuya posesión les obsesiona y domina sus vidas. Discuten también sobre sus formas de gobierno y sus representantes, a los que denominan políticos, a los que denuestan pese a que no tienen grandes diferencias con la forma de actuar de sus representados. Tras miles de años de evolución, los seres humanos cada vez son más individualistas, insolidarios, injustos e inhumanos y su soberbia nos arrastra a todos hacia la exterminación...
Pese a ello, intento pensar que hay lugar en el mundo para la esperanza...
En ocasiones algún humano se queda mirándome con atención, y yo lo miro también. Noto que en sus ojos hay aprecio, cariño, respeto, y que sus manos desean tocarme, acariciar mi tronco, mis ramas o mis hojas. Les dejo hacer y al contacto me estremezco levemente, moviendo mis hojas como si estuviesen mecidas por el viento; sin que se den cuenta mis ramas se acercan a ellos, en un abrazo imaginario que a veces parecen captar...
Hay momentos de mi vida en que disfruto de situaciones extremadamente agradables, como cuando una persona (así se llaman los humanos entre si, aunque algunos no sean merecedores de ese nombre) se sienta en la hierba, apoyando su espalda en mi tronco y abre un libro. Me gustan los lectores, la serenidad que transmiten, su sensibilidad. También disfruto con las charlas de otras personas que se cobijan debajo de mi y hablan con la sonrisa dibujada en los labios o con ojos chispeantes de amor. Unas veces se besan o abrazan, otras simplemente quedan unidos por sus manos y en silencio contemplan la naturaleza a su alrededor, deleitándose con su belleza, con su armonía. En otras ocasiones se me acercan esos traviesos seres pequeñitos, a los que llaman "niños" , que entre risas y juegos inundan de inevitable y contagiosa alegría los dias. Son razones por las que deseo pensar que todavía hay tiempo para la esperanza, aunque ésta sea más bien una utopía.
En este tiempo otoñal mudo poco a poco mi aspecto, pierdo parte de mi cada vez más lejana lozanía, mis hojas adquieren colores y tonalidades que se alejan del verde y finalmente se me caen en un lento vaivén desde mis ramas hacia el suelo. La inclinada luz se me escabulle antes y no logro retenerla lo suficiente para procesarla. A mi alrededor todo cambia también: la climatología es variable, voluble, paulatinamente más fría, se suceden los frentes nubosos que traen vientos cada vez más fuertes, la luz se vuelve difusa y las otras plantas se van adaptando a la estación, como también hacen los animales, preparándose para el duro invierno. Debo decir que cualquier época del año tiene también su encanto, sin embargo el otoño es especial...
Quizá me gusta el otoño porque nací en esa estación, que representa la madurez; una madurez que ya es evidente y que he comprendido que no se puede detener. A menudo reflexiono sobre mi existencia, mi forma de entender la vida y sus consecuencias. Por eso busco la luz, metáfora del conocimiento, en un intento insuficiente pero necesario de acercarme al sentimiento armónico y respetuoso con la naturaleza y los demás seres vivos; de mantener mi individualidad, sin dejar atrás mis deberes, mis obligaciones para con los demás, mi propia autoexigencia. Puede que los árboles también tengamos conciencia...y por ello percibo mi propia imperfección, mis carencias, mi paulatina falta de fortaleza que quizá se haga patente delante del hacha del leñador, como ya le ocurrió a algún colega en su momento. Llegado ese dia, repasaré mi vida y solicitaré humildemente comprensión e indulgencia.
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No te pongas triste ni pienses en que te la van a cortar, el cumplir años no es para tanto. Nunca pongas en duda tu esperanza ni la de los demás, no son una utopía.
Bicos
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ME CAGO EN TODO LO QUE SE MENEA.
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ME CAGO EN TODO LO QUE SE MENEA.
PRIMERO ME PIDES UN BOZAL PARA EL PARTIDO DE LOS MIERCOLES
Y AHORA ME HACES ESTO.
VOY A VER SI AUN ME LO CAMBIAN POR UNAS ESPOSAS.
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