
En su tercer viaje, en agosto de 1498, Cristóbal Colón descubrió la isla de Trinidad (hoy Trinidad y Tobago).Dos dias más tarde tocaba suelo venezolano, en la peninsula de Paria, y tras una breve estancia en aquellos parajes regresó a España, previa parada en la isla antillana de La Española.Al año siguiente dos expediciones financiadas por los Reyes Católicos recorrieron las costas venezolanas, una exitosa, al mando de Pedro Alonso Niño, que obtuvo oro y perlas de La Guaira y descubrió la isla Margarita, y otra, que resultó un fiasco, al mando de Alonso de Ojeda, al que acompañaban Juan de La Cosa y Américo Vespuccio.Ambas expediciones castellanas fueron engañadas por los indígenas, los caribes, quienes sabedores de la avidez por los metales preciosos de los conquistadores, les hicieron creer en la existencia de otros territorios mucho más ricos, lejos de allí, alimentando el famoso mito de El Dorado, por lo que el interés por aquellas tierras decayó.
La expedición de Alonso de Ojeda, que repetimos no tuvo éxito, se internó en la cuenca de Maracaibo, fundó la ciudad del mismo nombre y Ciudad Ojeda, para regresar acto seguido a España, prácticamente con las manos vacías.Sin embargo Américo Vespuccio no perdió el tiempo y extendió su semilla por donde tuvo ocasión, dándose de manera libidinosa a la vida disipada.De ahí la existencia de tantos infantes llamados Américo en aquel país.
La Santa Inquisición, o Inquisición Española, fué fundada por los Reyes Católicos unos años antes, concretamente en 1478 para afrontar, principalmente, el problema de los falsos judíos conversos, que formaban una burguesía urbana de gran influencia y poder económico en Andalucía, y que habían prosperado en la dominación islámica, los cuales no se sometían al dictado de la religión propugnada por los Reyes, manteniendo sus sinagogas, ritos y costumbres.Américo Vespuccio fué, de manera alto probable un inquisidor y su mala semilla quedó sembrada, tal como vimos antes, en tierras venezolanas.
Muchos años mas tarde, concretamente en el año 1958 nació en Caracas, capital de la actual República Bolivariana de Venezuela, un niño de ascendencia española, al que no por casualidad le fué impuesto el nombre de Américo.Poco sabemos de su infancia, que parece haber sido borrada deliberadamente de los anales de la historia.Un compañero de colegio, que prefiere ocultarse en el anonimato, recuerda con horror como el joven Américo, callado y taimado, sometía a horribles torturas psicológicas a animalillos indefensos.El lanzamiento de pequeñas avecillas desde campanarios, que sólo se salvaban de una muerte segura gracias a sus alas, el terrible enterramiento de topos vivos, la horripilante cárcel para grillos, o la brutal inmersión de ranas, sapos y otros batracios en charcas, persiguiendo su ahogamiento, eran diversiones a la orden del día, por las que más tarde o más temprano habrá de dar cuenta ante A.D.E.N.A..El pequeño Américo, además, mantenía la tiranía del silencio entre su pandilla, a la que sometía y aterraba con aquella mirada fría y distante.De su juventud sólo ha trascendido que no se le conocían amigos y que se encerraba en su habitación a realizar todo tipo de experimentos.Se le atribuye, ente otros inventos, el descubrimiento del radiocassete, el video Beta (hoy en desuso), el VHS, el DVD, el CD, el DVD-R, el CD-R, la instamatic (también en desuso), el sistema Dolby, el astrolabio, la fotografía digital, los anteojos, la máquina de tricotar, el sistema windows, el freno de mano, el ABS, los doble difusores de fórmula uno, el KERS, el sistema de navegación por satélite, y como se trata de un auténtico sádico, el termómetro rectal.
Hoy sabemos que Américo, que se hace llamar ADO ADO en un burdo intento por ocultar su verdadera identidad, es realmente un malvado inquisidor.Disfruta haciendo sufrir a los demás, tras observarles durante tiempo envolviéndolos con su atronador y despiadado silencio.Cuando actúa tratando de sonsacar una confesión con su sonrisa atroz y burlona se deleita contemplando el miedo y el terror reflejados en los rostros de sus víctimas indefensas.Como heredero y seguidor de Américo Vespuccio, se atribuye a sí mismo el seudónimo de Américo Pospucio, nombre que solo mentar atrae las peores pesadillas, y que sólo a una mente tan perversa como la suya se le pudo ocurrir.Entre sus diversiones actuales preferidas sobresale el emparrillamiento de todo tipo de carnes y pescados, asados a fuego lento mientras de las comisuras de sus labios resbala una blanca baba delatora del gozo que ello le produce, aunque en ocasiones se lamenta de que los despojos le lleguen ya cadáveres, privándole de esa manera de la contemplación extática del retorcimiento de dolor de los pobres animalillos en su tormento.Otra de sus diversiones consiste en la difamación sistemática de aquellos que han elegido el camino de la santidad y la vida de entrega a los demás, vilipendiando y ofendiendo con el verbo escrito y la difusión por internet de vídeos con montajes escandalosos y turbios.Ignora él que los designios del Señor son inescrutables y que toda santidad debe ser sometida a pruebas enormemente difíciles y al purgatorio de la incomprensión para alcanzar su esplendoroso cénit.Ultimamente parece que su extremada maldad está centrada en el cierre sistemático, tras un período de incesante e inclemente demolición, de oficinas bancarias que ostenten las siglas BBVA.Su actual destino, mera transición, aunque le pese, en su galopante carrera profesional, estimamos que le durará tan solo unos meses.Devorador impenitente e incansable de todo tipo de manjares culinarios, no duda en anotarse a todo tipo de asociaciones, lícitas o no, de cuchipandistas, con el ánimo irrefrenable de alcanzar en tiempo récord grandes ingestas que sonrojarían a cualquier persona normal.En el terreno amoroso se le atribuye un "affaire" con una mezzosoprano rusa, de dudoso título nobiliario (se dice que es baronesa), a la que acompaña en viajes por lejanos paises, con la disculpa de la difusión de la música coral. El Diario El Pedal ha podido saber que Américo se dedica en tales ocasiones a la caza de todo tipo de canapés y tentempiés, evitando dar traspiés tras la ingestión de cerveza, vino y otras bebidas alcohólicas de alta graduación.
Estamos,por tanto ,ante un individuo sibilino, astuto e implacable, cuya enfermiza mente no descansa.No da una puntada sin hilo, no se gasta en conversaciones estériles.Es difícil preveer donde va a dar el próximo golpe.Se mimetiza perfectamente en cualquier ambiente.Pasa totalmente desapercibido al lado de una cortina, un mueble o entre un grupo de personas.En un bosque adquiere el tono verdoso de los árboles o el pardusco del follaje en el suelo.En una playa, la gente tiene que mirar donde pisa, ya que se vuelve de color arena.Si se baña en el mar su cuerpo muta en traslúcido azulado.Al lado de los perros es un cánido más y éstos no le ladran, él tampoco.Si se arrima a una pared se convierte en ladrillo o en piedra de perpiaño, según los casos y los presupuestos.En más de una ocasión la guardia civil de tráfico detuvo el vehículo que conducía, alarmados los agentes, pensando que nadie iba al volante.Es amante de los deportes asociativos, como el fútbol, en los que cuando menos se le espera, de repente aparece, quien sabe salido de donde, para marcar sorprendentes goles, especialmente de cabeza, como si tuviese un imán, o un campo magnético injertado dentro de su cráneo.Acto seguido vuelve a su estado natural de invisibilidad y silencio, hasta una nueva aparición milagrosa.
En suma, es muy difícil definir lo indefinible.Américo es como es y así hay que aceptarlo.El mundo no tuvo más remedio que adaptarse a tal especimen.Algunos, a regañadientes, hemos tenido que asumir lo inevitable.Esperemos que el futuro nos depare la convivencia con un congénere menos cáustico.Mientras tanto, en el Diario El Pedal nos preguntamos, ¿el día de la boda de Américo y Maika, ante el altar y preguntado por el sacerdote....."prometes amarla y cuidarla.....en la salud y en la enfermedad".....qué respondió realmente Américo?.
¡Ah, probablemente dio la callada por respuesta!
Copyright Reverendo
2009 Ediciones El Pedal
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