Amenazantes nimbos se despliegan en el cielo
bombarderos con negros vientres cargados de miseria
dispuestos a esparcir sus semillas de veneno
de odio contenido, de incomprensión y pena.
No me hablen con vanas palabras actuales
sobreentendidas, vacías, huecas, injustificadas
no explican nada, de nada sirven, son meros rituales
del poder, de un mundo absurdo, caducadas.
¿Quién necesita adentrarse en macroeconomía,
cuando todo es pura abyección de lo humano?.
¿Quién a sabiendas engaña y da esperanzas a la vida?
si belleza y esplendor son hurtadas por su mano.
La gélida luminiscencia de los paraísos del dinero
apenas intuidos en sus gigantescas dimensiones
materializa con su luz a cimbreantes financieros
que gotean al mercado del pringue nuevas emisiones.
¿Qué mundo es este, de mentiras rebosante,
de connivencias, engaños, bulos y traiciones?.
los noticieros aplacan la conciencia del pensante
adormecen, anestesian, insensibilizan intenciones.
De la cornucopia del poder surgen riquezas y tesoros
perseguidos a la carrera por ciegos desalmados
que se hieren, luchan, arremeten como toros
ponzoña en pos de alcanzar al ídolo adorado.
Rastros de dolor, de injusticia, alfombran el duro suelo
víctimas propiciatorias inmoladas en el altar de la codicia
familias rotas, descosidas, abandonadas a su duelo
alzan sus desnudos e impotentes brazos, llenos de ira.
No quieren que se oigan ya sus roncas voces
cansadas de implorar, llorar, gritar sus penas
prefieren ignorar, callar, promulgar sucias leyes
y asi hacer aún más inhumanas las condenas.
El orden se defiende con duras cargas policiales
lo establecido es ley, decreto de rápido nacimiento
no se puede protestar, decir que hay males
cuando el ominoso mundo del dinero está contento.
Los necios materialistas, próceres de la corrupción
invitan a una mano más de un juego marcado
en el que atrapan a la inexorable carne de cañón
de los pobres ignorantes que manejan cual ganado.
Personas que no son personas, sino fieras
que se ensañan en el dolor ajeno, que lo niegan
se perpetúan en sillones del poder, en sus esferas
al calor de sus grandes negocios, ¡carroñeras!.
Nos dicen que debemos permanecer callados
que existe una gran mayoría natural y silenciosa,
emprendedora de la gran idea de un estado
uno, libre y nacional, pletórico de bilis belicosa.
Prefiero el silencio, pero no el cómplice, no el culpable
deseo la concentrada quietud del lector que busca
amores, otoños, tal vez otros cien años de soledad amable
para entender a los demás en su cólera, su justa lucha.
¿Qué será del paseo de los tilos?
¿A dónde iremos caminando de la mano?.
Si nuestros húmedos ojos no pueden mirar ya al infinito,
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