El inspector miró un momento de soslayo a la mujer, pero enseguida volvió la mirada hacia su mesa desordenada, repleta de papeles y documentos. Mientras su mente repasaba la información que le había suministrado, sus ojos se detuvieron en la pequeña libreta de tapas grises que habitualmente utilizaba en sus interrogatorios e investigaciones, reparando en lo muy desgastada que estaba. Extendió su mano derecha y alcanzó la libreta, que abrió al azar, quedando a la vista las anotaciones en tinta de bolígrafo azul, que de inmediato reconoció como propias...
-Y dice usted que se marchó, ¿así sin más?- preguntó, y su voz resonó grave en el despacho, anulando el efecto de impaciente espera creado durante un buen rato en la mujer...
La mujer suspiró y le dirigió una mirada suspicaz al inspector...
-Creo que es la tercera vez que se lo digo, Inspector, y me da la impresión de que no me está escuchando.
Concentrado ahora en la búsqueda de algo ignoto en los cajones de la mesa, el inspector hizo caso omiso del comentario. Revolvió una y otra vez hasta dar con el bolígrafo azul "Inoxcrom" que había perdido en el caos de su escritorio; aparentemente satisfecho y con un claro gesto de alivio miró detenidamente el bolígrafo, le dió varias vueltas en su mano, calibrándolo como si fuera la primera vez y finalmente escribió algo en la libreta, verificando el buen funcionamiento del utensilio...
-Me llama mucho la atención, señora...
-¡Señorita!, le cortó ella en tono desabrido.
El inspector, desconcertado por la interrupción, pareció sorprenderse y alzó la mirada hacia la mujer. Había algo en ella que le desagradaba, pero todavía no había podido averigüar el motivo...
-Disculpe, señorita- y remarcó la palabra "señorita" de manera evidente- pero me llama mucho la atención su relato...no le encuentro sentido ninguno...especialmente la circunstancia que refiere de que su mari...su pareja se haya esfumado sin dejar rastro hace un par de dias y que usted venga tan tranquila a denunciarlo sin aportar ningún dato o explicación que pueda ayudarnos...
La mujer lo miraba directamente a los ojos, desafiante, obstinada y altiva. No pestañeaba y su boca era un rictus de burla o de desdén. Se la veía segura de si misma, acostumbrada a llevar la voz cantante, mandona. De buena gana, si fueran otros tiempos, el veterano inspector le hubiese cruzado la cara de un guantazo, pero se contuvo y esperó pacientemente a que la "señorita" se dignase a dirigirle la palabra. Ella bajó la vista hacia su regazo, en donde descansaba un bolso de piel de amplias dimensiones de color "camel", que abrió con exasperante lentitud; tras revolver dentro de aquella sima, sacó de su interior una fotografía que tendió hacia el inspector...
-Este es Carlos, mi novio-dijo, arrastrando cuidadosamente las palabras.
El inspector dirigió su mirada, por encima de la montura plástica de sus gafas graduadas, hacia el circunspecto individuo de la fotografía. Aquel hombre le resultaba desconocido, como cabía suponer, pero también indiferente: de alrededor de unos cuarenta años, presentaba unas marcadas entradas en su pelo moreno y ralo, su mirada era triste y gris, acentuada por las ojeras, por la caida de las cejas y la expresión de su boca; presentaba además una nariz ancha y con un leve puente y el conjunto mostraba un rostro bastante anodino.
-¿Su peso?-preguntó el inspector.
-¿El mío?-hizo la gracia la mujer.
Al veterano policía le volvieron de nuevo las ganas de levantarse y darle un sopapo a aquella cretina, pero haciendo gala de una buena dosis de autocontrol sonrió abiertamente y reformuló la pregunta:
-¿El peso de su novio, por favor?- preguntó modulando la voz, esforzándose en utilizar un tono neutro y profesional.
-Pues no lo sé con exactitud inspector, pero yo diría que unos ochenta...y como seguro que me lo va a preguntar a continuación, mide alrededor de 1,80 metros.
-¿Viven juntos ustedes?-inquirió el policía.
-Si, desde hace un año, en Beade, en la rúa Chabarras.
-¿Chabarras?-preguntó con cierto interés el inspector.
-Cerca de la rua Seixo-respondió la mujer.
-¡Seixo!, ¡humm, si, la conozco, tuve un caso por allí hace tiempo...muy desagradable, por cierto...
-¡Toda la gente alli es desagradable!-dijo ella con rotundidad y gesto de fastidio.
A la cabeza del inspector le vino como una inspiración la razón del desagrado que aquella mujer le inspiraba; era el mismo tipo de desagrado que le producían todos los residentes de aquella zona viguesa. Por algún motivo los alli moradores se contagiaban unos a otros y su trato era arisco, difícil y poco sociable. Se sintió hermanado con la franqueza de la mujer y la empezó a mirar con ojos distintos.
-¿Sabe si tenía alguna enemistad con el vecindario?.
-No, en absoluto. A pesar de que se trata de gente poco amable, como he dicho, no hemos tenido problema alguno...cada uno hace su vida, sin más...
El veterano policía, un poco más distendido y animado, se retrepó en su incómodo asiento y evaluó a la persona que tenía delante: treinta y tantos años, morena, media melena, ojos oscuros, boca amplia con dientes blancos bien cuidados y proporcionados, labios carnosos, nariz recta, expresión apremiante...¡vaya, pero si es bastante atractiva!...y a partir de ese momento decidió cambiar de estrategia.
-¿Le apetece un café, señorita?-preguntó amable, con una amplia sonrisa cortés dibujada en los labios, ahora expresada sin esfuerzo.
La mujer pareció vacilar, miró el moderno reloj de acero de la muñeca de su mano izquierda, devolvió la mirada concentrada al sonriente inspector y finalmente concedió:
-De acuerdo, pero a la una debo estar en el centro de la ciudad...
Normalmente el policía acostumbraba a ofrecer un asqueroso café negro de una cafetera eléctrica que reposaba, sucia y olvidada, en una esquina de la comisaría, pero animado por el giro que el asunto estaba dando, especialmente en lo referente a aquella preciosidad de mujer, propuso salir a una cafetería cercana, que en las mañanas solía estar atiborrada de gente.
Por el camino el inspector siguió evaluando con vivo y creciente interés los contornos ondulantes de la mujer, al tiempo que iba comentando las consabidas cuestiones banales dirigidas a realizar un paréntesis en el interrogatorio: charlaron sobre el buen dia que hacía, la prolongada situación de crisis económica, las noticias relevantes del dia anterior. Aprovechó asimismo para sonsacarle algún dato personal mientras le sonreía, ahora siendo correspondido, en un inocuo e inservible ejercicio de galantería...
La cafetería estaba, como era de esperar, abarrotada de gente, sin ningún lugar libre en las mesas para poder sentarse. El inspector prefirió acodarse en la barra y así permanecer más cerca de la mujer, aspirando su agradable perfume. Pidieron los cafés y él aprovechó para continuar distendidamente la conversación.
-¿Señorita Gómez me dijo, no es así?.
-Elena, Elena Gómez-respondió ella.
-Bien, Elena, cuénteme que pasó realmente...
-Verá, en las mañanas de los domingos y festivos, Carlos suele hacer algo de deporte...en ocasiones sale a correr y otras veces juega un partido de fútbol con unos amigos. Después va a una cafetería de la zona a tomar un aperitivo con ellos...
-¿Les conoce usted?.
-A alguno, si, pero de manera superficial. Carlos y yo convenimos en mantener cada uno su propia esfera personal y cada uno de nosotros conserva sus propios amigos. De esa manera preservamos mejor nuestra relación.
-Ya, pero que usted sepa, ¿ha tenido su novio algún problema con alguno de sus amigos?.
-No lo creo; él no suele hablar mucho de esas cosas, pero nunca comentó nada al respecto.
-¿A qué cafetería suele ir con sus amigos tras el partido?.
-A una de Beade, muy conocida y frecuentada; creo que se llama "O vintecatro". He ido con él en alguna ocasión.
El inspector observaba la graciosa forma de fruncir los labios de la señorita Elena Gómez al sorber su café y su mente vagaba libre, fantaseando con ella, alejada momentáneamente de la investigación, cuando la mujer le hizo volver a la realidad del momento, al preguntarle:
-No me dijo usted su nombre, Inspector.
-Ah, si, disculpe...mi nombre es Blázquez, Filemón Blázquez.
-¿A qué cafetería suele ir con sus amigos tras el partido?.
-A una de Beade, muy conocida y frecuentada; creo que se llama "O vintecatro". He ido con él en alguna ocasión.
El inspector observaba la graciosa forma de fruncir los labios de la señorita Elena Gómez al sorber su café y su mente vagaba libre, fantaseando con ella, alejada momentáneamente de la investigación, cuando la mujer le hizo volver a la realidad del momento, al preguntarle:
-No me dijo usted su nombre, Inspector.
-Ah, si, disculpe...mi nombre es Blázquez, Filemón Blázquez.
-¡Filemón...!-exclamó la mujer abriendo en una redonda y sorprendida "o" su boca.
-Si, como el del Mortadelo...-dijo un tanto azorado el inspector.
-¡Vaya!-siguió exclamando la señorita Gómez, casi sin poder modificar la posición de sus labios.
-Bueno, ¡ejem!-carraspeó el inspector Blázquez-no es un nombre corriente, desde luego, pero ya me he acostumbrado a él, después de tantos años...y tantas bromas.
-Discúlpeme-dijo Elena, ya repuesta de la sorpresa y con una sonrisa condescendiente en los labios-¡no quise para nada molestarle!-
-No lo ha hecho en absoluto-manifestó el inspector-pocos saben que es un nombre bíblico, de origen griego, cuyo significado es "amante o afectuoso" y también "persona agraciada con el don de la amabilidad", no me puedo quejar, como ve...
La señorita Gómez rió de buena gana con el comentario que dió a conocer el significado de aquel inhabitual nombre y entre risas le dijo al veterano policía:
-Lamento decirle que hace un rato su nombre no le hacía honor en absoluto...
Rieron los dos, abandonaron la cafetería, y regresaron dando un distendido y placentero paseo hasta la comisaría. Por el camino la señorita Gómez explicó al inspector Blázquez que comenzó a echar en falta a su novio aquella mañana de domingo hacia el mediodía, cuando no se presentó en casa. Habían decidido ir a comer al Restaurante Soriano, y ya estaba preparada para salir, esperando despreocupada tomando el sol en el porche, hasta que la tardanza de su novio la obligó a llamarle al móvil: no contestó ni sus llamadas ni los mensajes "sms" que le envió a continuación. Esperó un rato más hasta que decidió llamar a uno de sus amigos, quien le informó que efectivamente habían tomado algo en "O Vintecatro" y se habían despedido más tarde con normalidad. Ella temió que su novio hubiese tenido algún percance, quizás un accidente, y llamó al servicio de urgencias de varios hospitales, en donde le informaron que no habían registrado la entrada de ningún paciente con aquellos datos. No quiso alarmar a la familia, tanto de ella como de él, especialmente a esta última, ya que su novio era natural de Vitigudino, en Salamanca, y a pesar del tiempo que llevaban juntos no conocía todavía a sus padres, ni tampoco disponía de su teléfono. Hacia la noche, tras seguir sin noticias de Carlos y verificar nuevamente que no habían registrado su paso por hospital alguno, comenzó a sospechar que simplemente la había abandonado y no se había atrevido a decirselo...
De nuevo en comisaría el inspector Blázquez retomó el interrogatorio, con ambos ahora más predispuestos al diálogo.
-¿Por qué decidió presentar la denuncia?-preguntó.
-Verá Inspector, mi novio trabaja en Citroën, y viendo que no se ponía en contacto conmigo, decidí llamar a su centro de trabajo, en donde me informaron que no se había presentado ni se había puesto en contacto con su responsable, y que tampoco disponía de permiso laboral alguno. Me pareció demasiado extraño y opté por venir aqui.
-Hizo muy bien Elena-convino el inspector. Haremos todo lo posible por localizarlo...extenderé una orden a las unidades que patrullan la ciudad, acompañando una fotografía escaneada de su novio. Le voy a tomar sus datos para mantenerla informada, y le ruego guarde esta tarjeta con mi teléfono por si se acuerda de algún dato que crea importante, aunque si lo desea puede pasarse por aqui...siempre la puedo volver a invitar a otro café-añadió con una amplia y sincera sonrisa, que ella devolvió agradecida.
-¡Hasta pronto Filemón!-le dijo en la despedida, mientras estrechaba calurosamente la mano del Inspector-¡tiene un nombre muy sonoro y bonito, que efectivamente hace juego con su amabilidad!-y tras traspasar la puerta del despacho se dió la vuelta para mostrar una sonrisa agradecida y cómplice.
Elena Gómez iba de camino a su cita de las 13,00 horas totalmente concentrada en sus propios pensamientos; reflexionaba sobre los motivos de la desaparición de su novio, sobre su vida en común, sobre la manera en que le estaba afectando emocionalmente. Ajena a todo lo que sucedía a su alrededor, ni tan siquiera reparaba en las miradas evaluadoras y descaradas que algunos hombres le dirigían tras cruzarse con ella. Paulatinamente iba siendo consciente de que "en realidad" la ausencia de Carlos sólo le importaba por lo que le pudiera haber pasado a éste, no por su relación en si. Sorprendida por el descubrimiento de que a pesar de haber convivido un año con aquella persona, no sentía nada especial por él, se detuvo desconcertada y miró a su alrededor, como si buscase ayuda...comprobó que estaba precisamente delante del portal del edificio en el que había sido citada, y verificó que era la hora convenida; inhaló una buena bocanada del aire fresco de la mañana y resuelta decidió entrar: ella era del tipo de mujer a la que por encima de todo le preocupa el futuro, ya tendría ocasión de volver a reconsiderar su pasado...
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