Desde primera hora Anna solía deambular por el espacio en el que había sido confinada.Le gustaba mezclarse con los visitantes (aunque quizá la palabra mezclarse no era la más adecuada para referirse a su caso,pues llevaba muerta más de un siglo),y esperaba pacientemente a que se abriesen las puertas del cementerio para observar con curiosidad a las personas que iban repasando visualmente los nombres en las lápidas.Escuchaba con atención las conversaciones,aunque algunas de ellas tenían lugar en otros idiomas que no entendía del todo,si bien la mayoría le resultaban familiares.A Vysehrad acudían sobre todo sus compatriotas a honrar a sus personajes ilustres,frente a cuyas tumbas se mostraban con reverencial respeto y a menudo emocionados.Anna prefería seguir a los visitantes foráneos,mucho más escasos en número y que solían llegar provistos de cámaras fotográficas: le resultaban mucho más atrayentes y a menudo exóticos.La mayoría eran de rasgos centroeuropeos,sobre todo alemanes,austríacos y franceses,a los que enseguida identificaba ya que conocía bien su idioma,pero también aparecían en ocasiones personas de rasgos latinos,mucho más expresivas en sus ademanes y en sus conversaciones,e incluso individuos de otros orígenes o procedencias,algunos de raza negra y cada vez más asiáticos.
Anna se imaginaba,recreaba la manera en que habían llegado hasta alli desde el centro de la ciudad,tal vez atraídos por las leyendas de apariciones de fantasmas que aireaban, interesados por el turismo,distintos medios (¿quién sabe?,quizás también ella no era sino uno de esos fantasmas).Imaginaba a los visitantes adentrándose en la colina,una vez traspasado el umbral de la puerta Leopoldova.Repasaba mentalmente el trayecto seguido a través de la rotonda de San Martin hasta llegar al parque,situado al lado de la basilica. Se preguntaba si los visitantes conocerían la historia de Premysl y Libuse...si tal vez habían visitado el interior de la iglesia neogótica de San Pedro y San Pablo,portadora de aquel bello interior impregnado con el colorido medieval,azul,rojo y dorado que ella tanto añoraba.Conjeturaba si les había interesado recorrer las galerías barrocas subterráneas,conocer el almacén de Gorlice donde se ubicaban algunas estatuas originales procedentes del puente más afamado de la ciudad y la bodega también barroca.
La paz del camposanto era tan solo interrumpida por el trinar de algún pajarillo y por las voces quedas de algunos de los turistas,afanados en fotografiar especialmente el mausoleo Slavin en la zona más elevada.Anna se sentía orgullosa de pertenecer a aquel pequeño y pobre pais,de clima duro y cuyo suelo patrio había sido a menudo invadido militarmente.Sus ciudadanos siempre habían sido portadores de un caracter irreductible y de una riqueza cultural que había alumbrado al mundo grandes artistas.En otro tiempo a ella,como hoy a los turistas,le había gustado mucho viajar,si bien los motivos de sus viajes habían sido bien distintos.Acompañó a su esposo Antonin a los conciertos de estreno de sus obras por varias grandes ciudades de Europa y también a Nueva York,en aquellos tiempos en que los medios de transporte no eran como los actuales y los viajes suponían ante todo una aventura...
Su matrimonio llegó como quien dice de rebote,ya que era su hermana mayor Josefine la verdadera destinataria del amor del que más tarde sería su esposo.Eso no lo supo Anna hasta muchos años después,cuando su unión ya había fructificado con varios hijos,y lo cierto es que a ella nunca le importó...ella se sintió siempre feliz,muy feliz,al lado del apasionado Antonin a pesar de haber tenido que pasar por algún que otro problema económico.En aquellos maravillosos años de convivencia tuvo oportunidad de conocer personajes de inusitada valía e interés,preclaros creadores de grandes obras que aún hoy perduran,y su esposo fue sin duda uno de ellos.
Anna se preguntaba acerca de las inquietudes que impulsaban a aquellos visitantes...¿qué buscaban,qué anhelaban,qué sabían realmente acerca de su pais y de su ciudad tan querida?.¿Se habrían asomado a las bibliotecas del Monasterio de Strahov y del Klementinum?.¿Habrían visitado los restos de la ciudad gótica,escondida bajo la actual?.¿Habrían tenido la oportunidad de apreciar la extraordinaria acústica de la iglesia de San Nicolás,la pretenciosa obra de los jesuitas donde Mozart estrenó su Réquiem?.Ella tendía a pensar que la mayoría de los turistas cumplían rutas más bien convencionales...
En un momento dado una pareja llamó su atención...les siguió durante el tiempo que estuvieron visitando el cementerio. Se trataba de una mujer y un hombre que ya parecían superar claramente la cincuentena;el hombre,de aire soñador y aspecto más bien despistado,y la mujer de apariencia más discreta,pero también más sensata.Hollaban el suelo del camposanto,se movían sin prisa identificando los nombres...Ales,Mucha,Myslbek,Kubelick,Saloun...el hombre se detuvo respetuoso ante la tumba de Bedrich Smetana y le pidió a la mujer que lo fotografiara.Más tarde algo tarareó con mimo al oído de la mujer,muy bajito...¿sería acaso la melodía principal del "Ma Vlast"?.Después se dirigieron al mausoleo donde yacen los restos de Antonin y Anna y tomaron otra fotografía.A Anna le hubiese agradado que fuesen conocedores de que los acordes del segundo movimiento de la 9ª sinfonía que compuso Antonin había acompañado a los tripulantes de la misión Apollo en su viaje a la luna.
Anna tenía razonamientos positivos,pensaba que a menudo se pueden encontrar motivos para tener esperanza,motivos para seguir viviendo,y le divertía mucho esa ocurrencia (ella no tenía ya vida en el sentido estricto),aunque le gustaba reflexionar acerca del sentido lógico de la conocida frase "pienso,luego existo" que indicaba todo lo contrario,por lo que estaba convencida de que su espíritu seguía vivo.Y presentía que,a pesar de todo,todavía existían muchas personas soñadoras y también un poquito ilusas,que como ella albergaban íntimamente la esperanza de alcanzar para el futuro un mundo mejor,personas que todavía eran capaces de imaginar que un "nuevo mundo" era posible.Por ese motivo seguía buscando a diario en sus paseos entre la gente,escrutando las miradas en los rostros de los visitantes,intentando captar ese brillo especial que ilumina e identifica a los auténticos portadores de la alegría de vivir.Y eso la hacía inmensamente feliz.
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Da la impresión que fuiste feliz en Praga, se puede volver a pasear por el cementerio
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