En la galería de personajes históricos de El Pedal, dedicaremos nuestro espacio de hoy a los aspectos más representativos de la vida amorosa de uno de los representantes paradigmáticos del romanticismo: la Vizcondesa Anna Dovalina.
La vizcondesa paseaba su belleza morena, su porte distinguido y sus cultivadas maneras por todos los salones de palazzos, villas y hoteles de gran lujo, en los que era requerida frecuentemente su presencia.A pesar de sus denodados esfuerzos por no llamar la atención, no podía evitar sobresalir en las reuniones a las que acudía.Sintetizaba la belleza sobre la belleza, como un cisne en un estanque de patos, como el resplandor del sol en el gris plomizo del mar, o como una orquídea en un campo plagado de margaritas.Su estricta formación le daba un aire un tanto serio, que se disipaba de inmediato con la afabilidad de su trato y el despliegue de su bonita sonrisa.El servicio a su cargo, sin embargo, le temía: no le agradaban el desorden, las cosas fuera de sitio, y la falta de pulcritud, por lo que mantenía con rigor todo tipo de normas que hacía cumplir a doncellas, amas de llaves, jardineros, cocineros y resto de personal.
En ocasiones, sus ojos oscuros y serenos, no podían ocultar una cierta melancolía, como si en su vida hubiese algún deseo todavía no satisfecho.Tal vez la expresión artística, que se intuía en su facilidad para la práctica de la danza, y que quizá le hubiese gustado plasmar en forma de expresión poética o lírica.
Indagando en este aspecto artístico de la Vizcondesa, La Editorial El Pedal ha conseguido acceder a la correspondencia amorosa de la vizcondesa Anna Dovalina, mantenida con su primer esposo, famoso financiero y mecenas del arte, el napolitano Albertino Divasqui, y que con motivo del cumpleaños de la gran dama les ofrecemos en primicia.
Nos remontamos en el tiempo al verano de 1991, para dar lectura a un fragmento de una carta de la Vizcondesa.(En este punto,debemos hacer oservar que determinados pasajes de la carta tienen un alto voltaje erótico, que hemos preferido mantener para ser fieles al texto original).
"No puedo olvidar, Albertino.¡No quiero!.Me persigue el recuerdo de nuestros apasionados encuentros en Yucatán, las lánguidas y lentas jornadas de playa, los paseos, los dos descalzos en los atardeceres rojizos, cogidos de la mano.Yo apoyaba mi cabeza en tu poderoso y viril torso y tu me ceñías la cintura con tus fuertes brazos.Caminabamos alegres y despreocupados durante distendidos y placenteros momentos que para siempre vivirán dentro de mi corazón, mecidos por la serenidad y el abandono al disfrute de tu compañia.Recuerdo las cenas en la intimidad de nuestros propios deseos contenidos, precursoras del despliegue de nuestros gozosos instintos, potenciadas por el efecto narcótico de aquellos deliciosos néctares que armonizaban a la perfección con las viandas que tú escogías.Más tarde, tu y yo jugábamos a oscuras, solos en la suite principal del lujoso hotel, en la que te ofrecía mi jugosa papaya, mientras tú avanzabas resuelto y decidido con tu enhiesto pepino alzado, propiciando el acople perfecto,ese que para si quisieran las naves espaciales orbitando alrededor de nuestro planeta.Luego, todo era confusión o fusión de cuerpos, elevación a un rango superior, éxtasis tras éxtasis, imparables ambos hacia la felicidad plena y total, mientras la nocturnal brisa cálida del trópico, esquivaba ombúes, cocoteros y jacarandás, acercándonos el aroma de sus frutos y la agradable melodía de un calypso que acunaba, acaso, los íntimos encuentros de otras parejas, que rendían pleitesía, como nosotros, al amor...
Quisiera volver a sentir aquello, Albertino.Todavía estamos a tiempo, ¿no crees?.Espero vehemente y ardorosa tu respuesta....
Te deseo,
Anna".
Y la respuesta de su amante le llegó a la Vizcondesa también por el mismo medio epistolar, a los pocos dias.
El escrito,pergeñado con unos caracteres casi infantiles, primorosamente plasmados en minúscula, con un trazo grueso y reconcentrado, resultaba absolutamente enigmático, como si se tratara de una secuencia críptica e indescifrable.Albertino respondía:
zzz zzzz zzzzz
La Dovalina quedó estupefacta.Siguieron horas de dudas y zozobra.La vizcondesa fue incapaz de conciliar el sueño.En el corazón de la noche, insomne, abandonó su alcoba, se dirigió a la biblioteca, y escribió una nueva y escueta carta a su adorado y añorado Albertino.
"¿Por qué me atormentas de esta manera?.¿Es que acaso quieres someterme a una dura prueba?.¿Qué quieres de mi, dime?, ¡estoy decidida a todo!."
Las interminables jornadas que siguieron empeoraron el ánimo de Anna, que esperaba impaciente y preocupada.Lágrimas de amargura y desamor surcaban sus bellos ojos, cuando por fin, en una mañana que amanecía radiante, le fué entregada la ansiada respuesta de su amado.
Encima de las enigmáticas y consabidas zzz zzzz zzzzz Albertino había escrito, dentro de un corazón que había dibujado con esmero: "Si quieres un kiki, por mi vale".
Nota del editor:
El Grupo de Empresas El Pedal aprovecha el feliz acontecimiento del cumpleaños de la jovencísima e hiperactiva noble matriarca, para desearle con todo cariño una maravillosa jornada.
Ediciones El Pedal
Copyright 2010
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