
Muchos años después,un ajado y avejentado Pepe habría de recordar la aciaga tarde que cambió para siempre su forma de entender la vida,marcando claramente un antes y un después divididos por un hecho traumático impensable.
La noche anterior se había esforzado en la alcoba,practicando unas posturas que a muchos contorsionistas ya les gustaría ejecutar.Había comprobado,una vez más,con legítimo orgullo que estaba en una forma excelente,fruto de su intenso trabajo en el gimnasio y de su serena y positiva actitud ante los problemas que inevitablemente acaban surgiendo en toda relación de pareja.
La mañana había transcurrido plácida,entre agradables paseos por el puerto,saludando aquí y allá a las muchas personas que le conocían,trataban y apreciaban.Se detenía solícito a cumplimentar a las mujeres que se cruzaba,a las cuales siempre dedicaba amables palabras,jugando con equívocos,siempre la caña dispuesta,por si entraba alguna sirena.
Tan contento estaba que,la terrible cagada de gaviota que impactó en la zona tonsurada de su testa no fué advertida por él como la señal de alerta que cualquier persona objetiva hubiese captado.Al contrario,tras lanzar los lógicos improperios hacia el cielo,brazos en alto,se rió,se limpió y continuó su trajín con el mismo ánimo que había demostrado hasta ese momento.
Pero su suerte cambió,y ya por la tarde,en el habitual partidillo que jugaba confiadamente con sus amigos,tuvo la desafortunada ocurrencia de intentar alcanzar el balón sin tener en cuenta el perímetro de seguridad que la experiencia adquirida debía haberle aconsejado.Las leyes de la física son tozudas e inmutables y todo el mundo sabe que la permanencia de JML en un área de entre 9 y 12 metros cuadrados a la redonda supone un riesgo potencialmente extremo de lesión para todos aquellos jugadores que no le hagan el pasillo de honor cuando se dirige con la soltura que le acredita a disputar el balón.Pepe ignoró la ley,y las lívidas,preocupadas e incrédulas caras de los amigos reflejaban en los interminables segundos previos al impacto la gravedad de la situación.
Algunos como yo,creímos ver en ese momento la heroicidad personificada,el desdén por la vida cómoda,la inmolación que nuestro amigo acometía para salvaguardar la vida de otros,un gesto de generosidad que le elevaba a las cotas máximas de entrega a los demás.Lamentablemente esta apreciación cambió al percatarme de la terrible cara de angustía que Pepe tenía,cuando ya sabedor del enorme error que había cometido,enfilaba el carril del 10 con la misma expresión y desasosiego que adoptan los penados en el corredor de la muerte.
Las impactantes imágenes que sucedieron después quedaron vívidamente grabadas en la memoria colectiva.Aquel tobillo en inverosímil posición,el desencajado rostro de furia de JML venteando la sangre en el aire,el torbellino repentino a su alrededor,el restallar del látigo de su pierna haciendo diana en la presa,son recuerdos que como brutales pesadillas nos acompañarán para siempre.
Muchos años después,un ufano Pepe recordaría ante sus nietos aquellos terribles momentos y a pesar de las quejas y broncas recibidas en su casa,presumiría de haber sobrevivido a la entrada más violenta jamás contada.
Copyright Reverendo
2007 Ediciones El Pedal
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