
Al paso de la comitiva el viento ululaba en el claustro románico del monasterio benedictino.Los monjes,apretujados entre sí,aguzaban el oído,al tiempo que sus huesudas manos intentaban defender la débil llama de los cirios,entre un rumor de roce de hábitos de sus esqueléticas piernas.
El Padre Prior,encabezando el grupo,se volvió lentamente,para observar los rostros de sus compañeros.Descorazonado,miró hacia la parte superior de las enervaduras de la bóveda y emitió un largo suspiro de desaprobación.
Ya en la inhóspita celda,cruzó la mirada con el Cristo que,ladeada la cabeza,parecía contemplarle desde su cruz con impaciencia,en una implacable espera.Incapaz de sostenerla,desvió la mirada y el pensamiento hacia otro lado,al tiempo que de sus labios exhalaba una lastimosa súplica:
-¿Por qué a mi,Señor?.
Ante la ausencia,una vez más,de respuesta alguna,se lanzó sobre las frías losas,de bruces,con los brazos en cruz,sintiendo una punzada de dolor en sus marchitas y decayentes carnes,mortificadas por el cilicio que oprimía su torso y sus debilitadas piernas.
Oró con el mismo sentimiento y fé de sus primeras oraciones,mas la larga experiencia que acumulaba y el ascetismo de su pobre vida monacal le impelía a expresarse en una lentitud densa,refrenadamente sosegada,que alcanzaba un clímax de quietud virtuosa que le sumía en una profunda beatitud en la que imperceptiblemente,su cuerpo perdía su levedad y ajeno a las leyes gravitatorias,vagaba libre por el espacio.
A medida que su mente iba tomando conciencia de la realidad,el brutal dolor regresaba a los sentidos.Se incorporó con toda la humildad y dignidad de que fué capaz y,tras despojarse de sus harapos se arrojó sobre el desvencijado ca mastro,sofocando un quejido ahogado de su garganta.
-Qué mala suerte tuve en la vida! (Se dijo a si mismo).
Imsonne una vez más,asediado por la total oscuridad de la celda,su pensamiento se centraba en los monjes que habían sido puestos a su cargo:el problemático Padre Hubertus,antiguo saltimbanqui captado de un grupo de gitanos titiriteros,el inquietante Padre Americio,callado y omnipresentemente pensativo,el siniestro Padre Pombarius,de mirada aviesa y furtiva,el bonachón Padre Phillipo,responsable de la despensa,bebedor impenitente de mistela,el noble y trabajador Padre Laccus,jardinero ejemplar,el pecador y promíscuo Padre Lorencio,azote de las muchachas vírgenes de los pueblos de la comarca,el juerguista Padre Ropáez,profundo conocedor de los secretos de la "vitis vinífera",el viajero Padre Delcampo,perdido en sus disquisiciones metafísicas incomprensibles,y sobre todo el tremendo Padre Papapoldus,irrefrenable cuando se lanzaba a orar en latín,con aquella mala leche que le invadía cuando le llevaban la contraria.
El Padre Prior,oriundo de una remota y olvidada aldea montañosa,permanentemente oculta por una persistente niebla y rodeada de una impenetrable y espesa vegetación,lloraba amargamente su suerte con los ojos inundados de lágrimas,cuando oyó la voz de Jesucristo,el cual,apiadado o aburrido,¿quién sabe? exclamó:
-Peli,levántate y anda!.
-¡Llévate a los monjes de excursión a Badarán y proclama la palabra del Señor!.
El Prior,incontenible en su extrema felicidad,agradeció a Dios su bondad,sabiduría y paciencia infinita con estas palabras:
-¡Cagondiós,en la Vírgen y en los Santos Apóstoles!.Ahora mismo salgo a contratar una furgoneta de alquiler y ¡me cago en los evangelios!,al primero que diga una palabra malsonante, ¡le abro la cabeza con la hostia esta.........como cojones se llama..........hisopo........báculo........o la madre que lo parió!.
2007 Copyright
Ediciones El Pedal
(Con mi más absoluta admiración y reverencia,al mejor padrino de boda).
No hay comentarios:
Publicar un comentario